sábado, 17 de abril de 2010

FALTA DE CONSCIENCIA. SEGUNDA PARTE

“Falta de consciencia es tomar lo transitorio por lo eterno, lo impuro por lo puro, lo doloroso como placentero y al no-Yo por el Yo”

¿Qué es falta de consciencia? ¿Cómo la reconoces? ¿Cuáles son sus síntomas? Estos son los síntomas:

"...tomar lo transitorio por lo eterno…"

Observa a tu alrededor. La vida es un flujo; todo está en movi­miento. Todo se mueve continuamente, cambia continuamente. La revolución es la naturaleza de todo lo que te rodea. El cambio parece ser lo único permanente. Acepta el cambio y todo cambiará. Es como las olas del océano: nacen, existen durante un tiempo y luego se disuelven y mueren. Es como las olas.

Vas al mar; ¿qué ves? Ves las olas; sólo la superficie. Y luego regresas y dices que has ido al mar y que era hermoso. Lo que dices es absolutamente falso. No has visto el mar en absoluto; solamente la superficie, la superficie con olas. Estabas en la orilla; miraste el mar, pero no era realmente el mar. Sólo era su capa más exterior, el límite donde el viento se encuentra con las olas.

La vida es un flujo; todo se mueve, todo se transforma. TÚ estás muy, muy distante, lejos de la vida, del centro, de su profun­didad. En la superficie hay cambios, en la periferia hay movi­miento, pero en el centro nada se mueve. No hay movimiento, no hay cambio.

Es como la rueda de un carro. La rueda sigue girando y girando y girando, pero en su centro algo permanece inmóvil. Sobre ese eje inmóvil, la rueda gira. Puede que la rueda recorra toda la Tierra, pero gira sobre algo inmóvil. Todo movimiento depende de lo eterno, de lo que no se mueve.

Si solo has visto sólo el movimiento de la vida, eso es falta de consciencia. Entonces no has visto sufi­ciente. Si crees que alguien es un niño y que luego se convierte en un joven y luego en un viejo y que luego muere, solo has visto el movimiento: el niño, el joven, el viejo, el cadáver, el muerto. ¿Has visto aquello que se mantenía inmóvil en todo ese movimiento? ¿Has visto aquello que no era el niño, ni el joven, ni el viejo? ¿Has visto aquello de lo que dependen todos esos esta­dos? ¿Has visto eso que lo contiene todo y que siempre permane­ce siendo lo mismo y lo mismo y lo mismo? ¿Aquello que nunca nace, ni muere? Si no has visto eso, si no has sentido eso, entonces estás sumido en la falta de consciencia.

No estás suficientemente atento porque no puedes ver. No tienes ojos para ver, porque no puedes penetrar lo suficiente. Una vez que tengas ojos, una vez que veas, percibas, una vez que tengas la claridad y tu fuerza penetrante, inmediatamente te darás cuenta de que el cambio está ahí, pero que no es todo. En realidad, sólo es la perife­ria la que cambia, la que se mueve. En su base, en lo profundo, está lo eterno. ¿Has visto lo eterno? Si no lo has visto, estás hipnotizado por la periferia. Los escenarios que cambian te han hipnotizado; te has identificado demasiado con ellos. Necesitas una cierta separación, necesitas una cierta distancia, necesitas un poco más de observación. Tomar lo transito­rio por lo eterno, lo impuro por lo puro, lo doloroso como placentero, al no-Yo por el Yo, es falta de consciencia.

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