sábado, 26 de junio de 2010

LA CULTURA ESPIRITUAL Y LA MATERIAL

El desespero existencialista, la angustia, el sentimiento de que todo es fútil, de que la vida carece de sentido es una característica de la cultura materialista, sin embargo, cuando un Buda alcanza este punto en el que todo carece de sentido, eso se convierte en una abertura; no es el final del camino. En realidad, es solamente el final de un camino, pero otro se abrió de inmediato; fue la clausura de una puerta, pero también es la apertura de otra.

Esa es la diferencia entre una cultura espiritual y una cultura materialista. Un materialista dice, "Esto es todo; en la vida no hay nada más". Un materialista dice que todo lo que ves, es todo lo que en realidad hay. Si esto es lo importante, entonces no hay ninguna puerta abierta. Un hombre espiritual dice, "Esto no es todo; lo visible no es todo, lo tangible no es todo". Cuando "esto" se aca­ba, de repente se abre una nueva puerta y no es el final. Cuando "esto" se termina, es solamente el principio de otra dimensión.

Ésta es la única diferencia entre la concepción materialista de la vida y la concepción espiritual de la vida: la diferencia en la forma de ver el mundo. Buda nació en el seno de una forma espi­ritual de ver el mundo. Él también se dio cuenta de la futilidad de todo lo que hacemos, porque la muerte está ahí y con la muerte todo acabará, de modo que ¿para qué hacer o dejar de hacer? Tan­to si haces, como si no haces, la muerte llega y acaba con todo. Tanto si amas, como si no amas, llega la vejez y te conviertes en una ruina, en un esqueleto. Tanto si vives una vida de pobreza como una vida de riqueza, la muerte acaba con ambas; no le im­porta quién seas. Puedes haber sido un santo, puedes haber sido un pecador; para la muerte no hay diferencias. La muerte trata a todo el mundo por igual. Tanto el santo como el pecador se desploman en el polvo; polvo convertido en polvo. Buda llegó a darse cuenta de esto, pero ahí estaba la concepción espiritual del mundo; la atmósfera era diferente.

Cuando la vida se percibe como carente de sentido, de repente surge una nueva dimensión, una nueva visión: el esfuerzo por penetrar en los más profundos misterios de la vida, por penetrar más profundamente en lo visible en aras de alcanzar lo invisible, por penetrar la materia tan profundamente que la materia desaparezca y te encuentres con la realidad fundamental, la realidad de la energía espiritual, el Brahma. Con Sartre, Camus, Heidegger, la historia finaliza con el cadáver.

En realidad, la vida empieza solamente cuando la muerte llega, porque la muerte acaba sólo con tu cuerpo, no con tu ser más interno. La vida del cuerpo es solamente una parte, una parte real­mente periférica, una parte superficial.

En Occidente, el materialismo se ha convertido en la forma dominante de entender el mundo. Incluso la mal llamada gente religiosa es, en Occidente, materialista. Puede que vayan a la iglesia, pueden creer en el cristianismo, pero esa creencia no es trascendente, es sólo superficial. Es una formalidad social. Uno ha de acudir a la igle­sia los domingos; es lo que se ha de hacer, lo que se debe hacer para pertenecer a los "buenos", en opinión de los demás. Tú eres el bueno realizando buenas obras... una formalidad social. Pero por dentro, todo el mundo se ha vuelto materialista.

La visión materialista del mundo dice que con la muerte todo termina. Si fuera cierto, entonces no habría posibilidad de trans­formación alguna. Y si todo acaba con la muerte, entonces uno no tiene por qué seguir viviendo. Entonces el suicidio sería la res­puesta correcta.

Sartre no tuvo el valor suficiente, pues si no, o bien se suicidaba -siendo fiel a su filosofía- o buscaba otra forma de vida, una nueva vida.

Sartre no fue valiente. Hablaba de valor, de sinceridad, de auten­ticidad, pero él no los tenía. Si eres auténtico, entonces te suicidas, o buscas una forma de salir del sufrimiento. Si el sufrimiento es final y total, entonces ¿para qué seguir viviendo? Entonces sé fiel a tu filosofía. Parece que este desespero, esta angustia, esta ca­rencia de significado, es verbal, lógica, pero no existencial.

Ser existencialista significa que ha de haber un sentimiento, no una idea. Puede que Sartre sea un gran pensador -lo fue- pero no ha vivido eso, no lo ha experimentado. Si vives en el desespero llegarás a un punto en el que algo has de hacer radicalmente, inmediatamente. Necesitas urgentemente una transformación y eso debería convertirse en tu única preocupación.


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