sábado, 9 de octubre de 2010

LA MEDITACIÓN Y EL SUEÑO

No os podréis creer lo estrecho y lo profundamente conectados que estamos con el sueño. El modo en que una persona vive su vida depende completamente de cómo sueña. Si no duerme bien, toda su vida sería un caos: todas sus relaciones personales se enredarían; todo se volvería venenoso, lleno de rabia. Por el contrario, si una persona duerme profundamente, en su vida habrá frescura: fluirán continuamente la paz y la alegría. Sus relaciones personales, su amor; todo se basará en la serenidad. Pero si pierde el sueño, todas sus relaciones personales se echarán a rodar. Se hundirán sus relaciones con su familia, con su mujer, con su hijo, con su madre, con su padre, con su maestro, con sus alumnos: con todos. El sueño nos lleva a todos a un punto de nuestro inconsciente donde todos estamos inmersos en Dios; aunque no por mucho tiempo. Hasta la persona más sana sólo alcanza su nivel más profundo durante diez minutos de sus ocho horas diarias de sueño. Durante esos diez minutos está tan completamente perdida, sumergida en el sueño, que no tiene ni siquiera un ensueño.

El sueño no es total mientras la persona está soñando: no deja de oscilar entre el estado de sueño y el de vigilia. El ensueño es un estado en que la persona está medio dormida y medio despierta. Tener un ensueño significa que, aunque tenemos cerrados ojos, no estamos dormidos: las influencias externas todavía nos afectan. Las personas con que tratamos de día siguen con nosotros por la noche en nuestros ensueños. Los ensueños ocupan el estado intermedio entre el sueño y la vigilia. Y hay muchas personas que han perdido la capacidad de dormir: se limitan a quedarse en el estado de los ensueños sin alcanzar nunca el estado de sueño. Y no importa que no recordemos por la mañana lo que soñamos durante la noche. En los Estados Unidos se están llevando a cabo muchas investigaciones sobre el sueño. Unos diez grandes laboratorios han realizado experimentos con millares de personas durante ocho o diez años.

Los estadounidenses están dando muestras de interés por la meditación porque han perdido el sueño. Creen que la meditación quizás sirva para devolverles el sueño, que quizás pueda llevar a sus vidas algo de paz. Por eso no ven en la meditación más que un tranquilizante. No es un medicamento, pero hace dormir: es magnífico.” La influencia creciente de los yoguis en los Estados Unidos no se debe a ellos mismos: la causa verdadera es la falta de sueño. Los estadounidenses tienen trastornado el sueño, y por eso la vida en los Estados Unidos está llena de tristeza, de depresión, de tensión. Por eso vemos que en los Estados Unidos hay una necesidad creciente de tranquilizantes: para hacer dormir de alguna manera a la gente. Cada año se gastan millones de dólares en tranquilizantes en los Estados Unidos.

Dormís todos los días, pero no tenéis idea de lo que es el sueño. La persona pasa toda su vida durmiendo, pero nada cambia: no sabe nada del sueño. El motivo por el cual no sabéis nada del sueño es que cuando el sueño está allí, vosotros no estáis. Recordadlo: vosotros sólo estáis mientras el sueño no esté, el sueño sigue siendo un misterio: está fuera de vuestro alcance.

Entrar en el sueño y entrar en lo divino es exactamente una misma cosa: la única diferencia es que a través del sueño uno entra en Dios en estado inconsciente, mientas que a través de la meditación uno entra en Dios en estado consciente. Pero esta diferencia es muy importante. Podéis pasar millares de vidas entrando en Dios a través del sueño, pero no llegaréis a conocer a Dios. Pero si entráis en la meditación aunque sea por un momento, habréis alcanzado el mismo lugar que lleváis alcanzando en el sueño profundo durante miles y millones de vidas (aunque siempre en estado inconsciente), y esto transformará completamente vuestra vida.

Cuando una persona entra en sí misma por medio de la meditación, ya nunca puede encontrarse en estado inconsciente cuando duerme.

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