sábado, 4 de diciembre de 2010

LA SEGURIDAD EN LA VIDA

Me alojé varios días como huésped en casa de un amigo mío. Es muy rico; posee muchos bienes. Pero una cosa me desconcertó: nunca hablaba con amabilidad a nadie. Por lo demás, era un buen hombre. Me desconcertaba mucho ver que era muy blando interiormente, pero era muy duro por fuera. El criado temblaba ante él; su hijo temblaba ante él; su mujer tenía miedo de verlo. La gente se lo pensaba mucho antes de visitarlo. Aun cuando llegaban a su puerta titubeaban antes de llamar al timbre, preguntándose si debían entrar o no.

Cuando pasé unos días con él y llegué a conocerlo bien, le pregunté a qué se debía todo aquello.

-En realidad, eres un hombre muy sencillo –le dije. Él me respondió:

-Tengo mucho miedo. Es peligroso establecer una relación personal, pues si estableces una relación con alguien, tarde o temprano empieza a pedirte dinero. Si eres amable y cariñoso con tu esposa, los gastos se multiplican. Si no eres severo con tu hijo, te pide cada vez más dinero para sus gastos. Si hablas con amabilidad a tu criado, también él quiere comportarse como un amo.

Por lo tanto, tenía que levantar a su alrededor un sólido muro de frialdad, que espantase a su esposa, que espantase al hijo. ¿Cuántos padres han hecho esto?

La verdad de la cuestión es que existen muy pocos hogares donde el padre y el hijo se traten con amor. Por lo general, el hijo recurre al padre cuando necesita dinero; el padre va a ver al hijo cuando quiere soltarle un sermón; los dos no se reúnen en ninguna otra ocasión. No existe ningún punto de reunión entre el padre y el hijo. El padre tiene miedo y se ha rodeado de un muro sólido. El hijo también tiene miedo; se mueve a hurtadillas del padre. No existe ninguna armonía entre los dos. Cuanto más miedo tiene una persona, cuanto más se preocupa de su seguridad, más se solidifica.

Por el contrario, el amor es fluido, da entrada a otra persona. Es peligroso, por ejemplo, enamorarse de una persona extraña: ¡puede escaparse por la noche con todos nuestros objetos de valor! Así pues, investigamos a fondo quién es esa persona, a qué se dedica, de dónde son sus padres, qué carácter tiene, qué cualidades tiene. Tomamos todas las medidas, tomamos todas las precauciones sociales posibles.

Somos gentes asustadas; queremos asegurarlo todo primero. Cuando más nos aseguramos, más duro y más frío se vuelve el muro de hielo que nos rodea y que encoge todo nuestro ser. Nuestra separación de lo divino se ha producido por un único motivo: porque no somos líquidos, porque nos hemos vuelto sólidos. Ésta es la única causa de la separación: no fluimos, nos hemos quedado como bloques; no somos agua, somos como hielo sólido.

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