sábado, 16 de julio de 2011

POR QUÉ SUFRIMOS

El sufrimiento no existe en parte alguna excepto en el corazón del hombre. La naturaleza es gozosa; la naturaleza siempre está festejando su existencia sin ningún miedo ni ansiedad. La existencia prosigue existiendo, pero el hombre es un problema. ¿Por qué? Todo hombre es un problema. Si solo unos pocos fuesen problemas que pudiésemos denominar enfermos, anormales, pero resulta que es al contrario: solo unos pocos no son problemas. Rara vez existe un hombre como el Buda, Jesús o Chuang Tzu: alguien que esté como en casa, cuya vida sea un éxtasis y no sufrimiento ni ansiedad. Pero todo el mundo vive sufriendo y en el infierno.

El hombre se ha extraviado; no me refiero a un hombre en particular, sino a la sociedad humana como tal, desde la raíz. Nada más nace un niño, la sociedad empieza a iniciarlo en la pauta anormal, en la pauta antinatural por la que todo el resto está sufriendo. Los psicólogos han intentado profundizar en el misterio de ver a partir de qué momento el niño empieza a extraviarse y han dado con que es a la edad de cuatro año. Sobre esa edad, el niño pasa a formar parte de la sociedad; alrededor de esa edad deja de ser natural. Antes de cumplir cuatro años sigue formando parte del gran mundo de árboles, flores, aves y animales; es salvaje. A partir de entonces se le domestica y la sociedad se hace cargo. Entonces empieza a vivir según las normas, la moralidad, lo que es correcto y lo que no es; deja de ser una totalidad. Todo queda dividido. Antes de iniciar un movimiento tiene que decidir de forma deliberada cómo moverse, qué hacer y qué no hacer. La “obligación” ha penetrado en él y esa “obligación” es la enfermedad. Ha llegado la discriminación. Ahora el niño ya no forma parte de lo divino, deja de estar en gracia.

Intenta comprenderlo: ese es el significado de la historia bíblica de la pérdida de la inocencia de Adán. Antes de comer del árbol del conocimiento era natural, vivía en el Jardín del Edén. Ese Jardín del Edén está aquí; esos árboles siguen viviendo en su interior; esos animales continúan formando parte de él; el sol, la luna y las estrellas siguen recorriendo su firmamento.

El Jardín del Edén es aquí y ahora, pero tú estás fuera. ¿Por qué fue expulsado Adán? Porque comió del fruto del conocimiento. Y a los cuatro años todos los Adanes y las Evas vuelven a ser expulsados.

No es algo que haya sucedido en el pasado; tiene lugar cada vez que nace un niño: Adán nace a la vida, Eva nace a la vida. Hasta los cuatro años no hay conocimiento. A los cuatro años el niño empieza a comprender qué es cada cosa. Entonces se extravía, pierde el camino, y deja de ser natural, perdiendo la espontaneidad. A partir de ahora vivirá según las reglas.

Una vez que se comienza a vivir según las reglas se empieza a sufrir. Sufrirás porque no puedes amar de manera espontánea, no puedes disfrutar, no puedes bailar, no puedes cantar. Una vez que empiezas a vivir según las reglas hay que moverse de una manera determinada, y la vida nunca es de una manera determinada. Es un fluido, es un líquido, un flujo flexible, y nadie sabe adónde se dirige. Una vez que empiezas a vivir según las reglas empiezas a saber adónde vas. Pero en lo más profundo el movimiento se ha detenido. Ahora simplemente vegetas, te mueres porque estás preso. Esa reclusión es muy sutil, y a menos que estés totalmente alerta no serás capaz de verla. Es como si llevases puesta una armadura invisible.

Wilhelm Reich descubrió que toda enfermedad mental cuenta con un desarrollo corporal, un paralelismo en el cuerpo; algo que se ha muerto en el cuerpo, que se ha tornado sólido. Y a menos que esa zona del cuerpo se relaje, que el bloqueo se disperse y que la energía corporal vuelva a ser un flujo, será imposible liberar el espíritu.

Adán es expulsado, y todo Adán y toda Eva son expulsados del paraíso. ¿Por qué? Porque han comido del fruto del conocimiento, y ese fruto es de lo más venenoso. Si quieres desechar toda discriminación –la división intencional deliberada-, tienes que desechar el conocimiento; tendrás que volver a ser niño.

Crees que estás aquí a causa de la sociedad; piensas que estás aquí por moralidad, y por todos esos disparates que la acompañan; crees que estás aquí gracias a tu Biblia, Corán, Gita. ¡Pues no! La naturaleza existe sin ninguna ley. Cuenta con sus propias leyes intrínsecas, pero no son leyes aprobadas por los hombres. No necesitan tu autorización; están ahí y la vida se desarrolla siguiéndolas. Si no interfieres, alcanzarás el objetivo de inmediato; si interfieres, entonces tendrás dificultades. Así que si estás en dificultades, pasando angustia y sufrimiento, tienes que saber que es porque interfieres con la naturaleza. No se puede hacer nada a menos que dejes de interferir.

Ese es todo el mensaje de Chuang Tzu: no interfieras con la naturaleza. Permítela, muévete con ella, confía en ella. Tú has salido de ella; es tu madre, es la fuente; y un día volverás a ella; es el destino fundamental. Mientras tanto, ¿para qué interferir?, ¿para qué luchar? Esa lucha se ha convertido ahora en algo casi innato.

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