sábado, 8 de octubre de 2011

LA NATURALEZA Y EL “YO”

Para tener el “yo” hay que matar a la naturaleza, porque en la naturaleza no existe ego alguno. Los árboles están ahí, pero desconocen el “yo”; los animales están ahí, pero desconocen el ego, viven inconscientes. Viven sin luchar ni pelear, como lo hace el hombre. Cuando tienen hambre buscan comida; cuando están satisfechos se ponen a dormir…solo existen; no van por ahí diciendo: “Somos”. Son como olas en un vasto océano de vida, van y vienen sin dejar huellas. No tienen historia, ni autobiografía; van y vienen como si nunca hubieran estado ahí.

Para crear el ego, el hombre ha creado un conflicto. Y este conflicto tiene dos aspectos. Uno de ellos es la naturaleza exterior: ese es el origen de la ciencia. La ciencia es una lucha contra la naturaleza exterior, la naturaleza como algo externo. Y existen otros aspectos conflictivos: ese aspecto que llamáis religión. Un aspecto es la lucha contra la naturaleza exterior; nace de la ciencia, que es destructiva. El objetivo último no puede ser otra cosa más que Hiroshima, y será alcanzado, y toda la tierra se convertirá en un Hiroshima. La lucha conduce a la muerte, el conflicto lleva finalmente a la muerte definitiva; la ciencia mal encaminada nos está llevando en esa dirección.

Pero también existe otro conflicto, el conflicto interno: luchar contra uno mismo. Eso es lo que denomináis religión: conquistarse a uno mismo. También es una lucha, y también es destructiva. La ciencia destruye la naturaleza desde el exterior, y la supuesta religión destruye la naturaleza desde el interior.

Debemos estar contra ambos tipos de conflictos. La seudociencia y la seudorreligión no son enemigas: están asociadas, y su afinidad es profunda.

Hay una energía tremenda, pero se la disipa en luchas; os dividís y lucháis en ambos frentes, y la energía se disipa. Esa misma energía se convertirá en éxtasis si se la permite instalarse en una armonía interior, no en la lucha.

Pero tenemos miedo de seguir a la naturaleza, no porque sea mala, sino a causa de los maestros moralizantes, a causa de los envenenadores de la fuente de la vida. Os han enseñado tantas cosas, tantos “deberías”, que no podéis mirar directamente a lo que es. Siempre buscáis lo que “debería”. Aunque miréis a una rosa, inmediatamente empezáis a pensar en cómo debería ser la rosa: un poco más roja, un poco más grande; podrías pintarla de color más rojo…pero no podéis aceptarla tal cual es. Pequeña o grande o no tan roja, es lo que es. ¿Por qué no disfrutar de ella en este momento?...Pero para poder disfrutar de ella primero tenéis que hacerla más roja, más grande.

No sabéis que estáis posponiendo, y por lo tanto posponer se convierte en un hábito. Cuando se ha hecho más grande, la misma mente dirá: “Podría ser aún más grande”. Y la misma mente será la que irá posponiendo hasta que la muerte llame a vuestra puerta. Y eso os sorprenderá: “He desperdiciado toda mi vida pendiente de los “debería”, cuando ahí estaba el “es”. Y el “es” es hermoso. El “es” es la única religión.

El conflicto entre el “es” y “debería” es fundamental. Si podéis desprenderos de vuestro “debería”, no serías tan respetables como sois ahora mismo. La gente os respeta a causa de vuestro “debería”. Dicen: “Este hombre es estupendo, nunca se enfada, siempre sonríe”, pero no saben que esas sonrisas son falsas, porque un hombre que nunca se enfada no puede reírse de verdad. Ese es el problema, si no es auténtico en su enfado, tampoco puede serlo su sonrisa.

Los niños son auténticos: cuando están enfadados lo están de verdad. Miradlos: su enfado es hermoso. Se convierten en animales salvajes, saltan y gritan, con el rostro totalmente enrojecido. Son como leones, y en ese momento destruirían todo el mundo. Su enfado, su cólera, es auténtica, y todo lo que es auténtico es hermoso. Observad un niño enfadado. Observadlo y veréis un hermoso florecer, un florecer de fuerza, poder, energía; energía en movimiento. Y al instante siguiente, el niño es feliz, todo sonrisas. Esa sonrisa también es auténtica, y hermosa, Todo lo natural es hermoso. Pero les decís: “No te enfades, suprime tu cólera. Eso no está bien, ¡los niños no tienen que enfadarse!”. ¿Pero quién es el que supone todo eso? ¿Existe la posibilidad real de ir más allá de la naturaleza? ¿Quiénes sois vosotros?

A lo sumo, solo podéis conseguir una cosa, que es forzarlo a hacerlo. Un niño está indefenso, si lo forzáis, no tiene más remedio que hacer caso. Es débil, depende de vosotros, porque podéis retirarle vuestro amor. Necesita vuestro amor, así que no tiene más remedio que hacer caso. Y cuando sienta cólera no podrá expresarla, y la cólera se instalará en la sangre, y como la cólera es química, todo su cuerpo acabará envenenado. Expresada, es un fenómeno hermoso; suprimida, es una enfermedad. Ahora, cuando sonríe, la sonrisa estará cargada de esa cólera, de ese veneno; ahora está en su sangre.

¿Cómo podéis hallar un dios, cómo podéis convertiros en divinos si no sois verdaderos? Buscáis la verdad, pero en vuestra vida siempre sois falsos. ¿Cómo puede hallar la verdad alguien que es falso? Parece algo casi imposible. La verdad llamará a vuestra puerta, no necesitáis ir a ninguna parte; solo necesitáis ser auténticos. Y cuando digo ser auténticos, estoy queriendo decir naturales.

Lo natural es auténtico, y no existe otra verdad que lo natural.

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