sábado, 19 de noviembre de 2011

LAS NECESIDADES Y LOS DESEOS (PRIMERA PARTE)

Las necesidades pueden ser satisfechas, pero los deseos no. El deseo es una necesidad que se ha vuelto loca. Las necesidades son simples, provienen de la naturaleza. Los deseos son muy complejos; y no provienen de la naturaleza, sino que son creados por la mente. Las necesidades son del momento, son creaciones de la propia vida. Los deseos no son del momento, siempre pertenecen al futuro. No son creaciones de la propia vida, son proyecciones de la mente. Los deseos son proyecciones, no son necesidades reales. Eso es lo primero que hay que entender, y cuando más lo entendáis, mejor.

¿Qué es el deseo? Es el movimiento de la mente hacia el futuro. La necesidad pertenece a este momento: tener hambre es una necesidad que tiene que ser satisfecha. Y puede serlo, no es problema. Si estáis sedientos, lo estáis aquí y ahora, y por lo tanto hay que buscar agua. Debe satisfacerse, es una necesidad de la vida.

Las necesidades son hermosas, los deseos son feos. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia estriba en que la necesidad proviene del cuerpo, mientas que el deseo es producto de la mente. Los animales, las aves y los árboles son más felices porque carecen de mente para desear; son más felices estén donde estén. Viven y mueren, pero nunca están angustiados; no hay tensión en ellos.

Pero los deseos no son así. Cuando se desea ser presidente de un país no se trata de una necesidad, sino de una ambición, es una proyección del ego en el futuro. O bien se desea el cielo; eso también pertenece al futuro. O se desea a Dios; y eso también pertenece al futuro. Recordad, las necesidades son siempre aquí y ahora, son existenciales. Y los deseos nunca son de aquí y ahora, son no existenciales. Son únicamente mentales, pertenecen a la mente y no pueden ser satisfechos porque su naturaleza es ir hacia el futuro.

Son como el horizonte. Da la impresión de que hay un lugar cercano donde el cielo y la tierra se unen: es tan aparente que uno puede ir allí andando. Pero se puede caminar durante toda la vida y la distancia será la misma; el cielo y la tierra se encontrarán en algún lugar más adelante. Pero nunca se llega a tal sitio, al punto en que se unen cielo y tierra. Nunca se unen. Solo es una apariencia, lo que los hinduistas denominan maya: lo parece, pero no lo es. Lo parece si se mira a lo lejos. Cuanto más te acercas más te percatas de que no es así. El horizonte se aleja más, y la distancia sigue siendo la misma.

La distancia entre vosotros y vuestro deseo siempre es la misma. ¿Cómo satisfacerlo? Si deseáis diez mil rupias, puede que las tengáis algún día, pero para entonces, el deseo ya estará diez mil veces por delante. Tenéis mil rupias; el deseo pedirá diez mil. Cuando tengáis diez mil, el deseo pedirá cien mil. La distancia continuará siendo la misma. Podéis llegar a tener cien mil y eso no significará diferencia alguna. El deseo continuará siendo el mismo, diez veces mayor, diez veces más.

Las necesidades son simples, pueden colmarse. Tenéis hambre y coméis; estás sedientos y bebéis; tenéis sueño y os acostáis.

Los deseos son muy arteros y complejos. Os sentís frustrados pero no a causa de las necesidades. Estáis frustrados por los deseos. Y los deseos consumen gran parte de vuestra energía no podréis satisfacer vuestras necesidades, porque, ¿quién estará ahí para satisfacerlas? Os movéis hacia el futuro, pensáis en el futuro; vuestra mente divaga y sueña. ¿Quién está ahí para satisfacer las necesidades corrientes de cada día?; vosotros no. Y os gustaría seguir hambrientos pero poder alcanzar el horizonte: os gustaría posponer las necesidades para que así toda la energía estuviese disponible para los deseos. Pero al final os dais cuenta de que el deseo no ha sido colmado, y como se han desatendido las necesidades, acabáis no siendo más que una ruina. Y no puede recuperarse el tiempo que se ha perdido; no se puede volver atrás.

Hay una historia de un viejo sabio que se llamaba Mencio. Era un seguidor de Confucio, y murió muy, muy viejo. Hubo alguien que le preguntó: “Si le volviesen a dar la vida, ¿cómo empezaría?”.

Y Mencio contestó: “Pondría más atención a mis necesidades y menos a mis deseos”.

Y esta comprensión también os llegará a vosotros. Pero siempre llega demasiado tarde, cuando la vida ya no está en vuestras manos. Si os volviesen a dar otra vida…

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