sábado, 15 de diciembre de 2012

LA MENTE ORIENTAL Y LA OCCIDENTAL

Cuando juegas no intentas demostrar que eres alguien. Estás cómodo, en casa. Mientras juegas, tan sólo por diversión, no estás preocupado por lo que los otros pensarán de ti.

¿Has visto alguna vez a un padre luchando en una pelea de bromas con su hijo? Será derrotado. Se tumbará en el suelo y el niño se sentará sobre su pecho riendo y dirá, "¡Soy el vencedor!", y el padre se sentirá feliz. Sólo es para divertirse. Cuando te di¬viertes puedes ser derrotado y sentirte feliz. La diversión no es seria, no está relacionada con el ego. El ego siempre es serio.

Por esto recuerda, si estás serio, estarás siempre confuso, en una confusión interior.

Un filósofo alemán, Eugene Herrigel, fue al Japón a aprender meditación. Y en Japón usan todo tipo de pretextos para enseñar meditación. El tiro con arco es uno de ellos. Herrigel era un perfecto arquero, cien por cien exacto, nunca fallaba. Por esto acudió a un Maestro para aprender meditación por medio del tiro con arco, ya que era diestro en su manejo.

Pasaron tres años de estudio y Herrigel comenzó a pensar que era una pérdida de tiempo. El Maestro seguía insistiendo en que él no debía disparar, le dijo a Herrigel, "Deja que la flecha salga por sí misma. No deberías estar ahí con tu deseo, deja que la flecha parta por sí sola".

Era absurdo. Para un Occidental particularmente era un absoluto absurdo: ¿Qué quieres decir, dejar que la flecha se dispare por sí misma? ¿Cómo puede dispararse la flecha por sí misma? Tengo que hacer algo. Y continuaba disparando sin fallar el blanco.

Pero el Maestro le dijo, "El blanco no es en realidad el blanco. Tú eres el blanco. No estoy mirando si aciertas o no. Esto es una destreza mecánica. Te estoy mirando a ti para ver si estás o no estás. ¡Dispara por puro placer! Disfrútalo, no intentes demostrar que nunca fallas. No intentes confirmar el ego. El ego ya está aquí, tú estás aquí, no hay necesidad de demostrarlo. Relájate y permite que la flecha se dispare sola".

Herrigel no podía entenderlo. Probó y probó y dijo una y otra, vez, "Si mi puntería es perfecta, ¿por qué no me das el certificado?".

La mente Occidental siempre está interesada en el resultado final y la Oriental siempre lo está en el comienzo, no en el final. Para una mente oriental, el final no es útil; la importancia reside en el comienzo, en el arquero, no en el blanco. Por eso el Maestro dijo, "No".

Y entonces, totalmente abatido, Herrigel pidió permiso para partir. Dijo,

"Tendré pues que marcharme. Tres años es mucho tiempo y no he sacado ningún provecho. Sigues diciendo no... que todavía soy el mismo".

El día en que tenía que partir se acercó a despedirse del Maestro y le encontró enseñando a otros discípulos. Esa mañana Herrigel no estaba interesado, se iba, había abandonado todo el proyecto. De modo que se puso a esperar a que el Maestro acabase para poderle decir adiós y partir.

Sentado en el banco miró al Maestro por primera vez. Por primera vez en tres años miró al Maestro. En realidad él no estaba haciendo nada; era como si la flecha se disparara sola. El Maestro no estaba serio, se divertía, jugaba. No existía un alguien interesado en acertar al blanco.

El ego siempre está, orientado hacia un blanco. El placer no tiene un objetivo determinado, el placer existe ya desde el comienzo, cuando la flecha deja el arco. Si éste se dispara, es accidental; si da en el blanco, no tiene importancia; tanto si acierta como si yerra, qué más da. Pero cuando la flecha deja el arco, el arquero debería estar disfrutando, saboreándolo, sin estar serio. Cuando estás serio estás tenso, cuando no estás serio estás relajado; y cuando estás relajado, eres. Cuando estás tenso, el ego es; tú estás tapado.

Por primera vez Herrigel miró... porque ahora él no estaba interesado. Observó al Maestro y fue como si la flecha estuviese siendo disparada por ella misma. El Maestro le estaba dando energía tan sólo, no la estaba disparando. No estaba haciendo nada, no había esfuerzo. Herrigel observó y por primera vez comprendió. Como si estuviera hechizado se acercó al Maestro, tomó el arco en su mano y tensó la cuerda. El Maestro dijo, “Lo has logrado. Esto es lo que te he estado diciendo durante tres años". La flecha no había sido lanzada todavía y el Maestro dijo, "Se acabó. Alcanzaste el objetivo". En ese momento él disfrutaba no estaba serio, no estaba orientado hacia alguna meta.

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