sábado, 13 de abril de 2013

LA MENTE INQUISITIVA

La vida es un acertijo porque la observas a través de la mente. Si la miras desde la no-mente, la vida es un misterio. La vida está en realidad muerta, si la miras a través de la mente y la vida nunca muere si la contemplas desde la no-mente. La mente no puede sentir la viveza. La mente sólo puede tocar lo muerto, lo material. ¡La vida es tan sutil y la mente es tan cruda! El instrumento no es tan sutil como la vida. Y cuando la tocas con este instrumento no puedes sentir los latidos de la vida. Te los pierdes. La pulsación es muy tenue; tú eres el pulso.

Chuang Tse estaba en su lecho de muerte, y cuando un hombre como Chuang Tse está en su lecho de muerte los discípulos deberían permanecer en el más estricto silencio. Este momento no debe obviarse, porque la muerte es la culminación. Cuando Chuang Tse muere, muere en la cima. Sucede raramente que la consciencia alcance su culminación absoluta.

Pero la mente siempre empieza a preguntar. Están preocupados por el funeral y Chuang Tse está aún vivo. Pero la mente no está viva, no está nunca viva, la mente siempre piensa en términos de muerte. Para los discípulos, el Maestro está ya muerto. Están pensando en el funeral: qué hacer, qué dejar de hacer. Están creando un problema que en realidad no existe porque Chuang Tse está aún vivo.

La mente está, de alguna forma, obsesionada con la muerte. Los discípulos de Chuang Tse estaban pensando qué era lo que deberían hacer; y el Maestro se estaba muriendo, un gran acontecimiento estaba sucediendo justo en aquel instante.

Allí, un buda, Chuang Tse, estaba llegando a la cumbre última. La llama estaba ardiendo. Su vida había alcanzado un punto de absoluta pureza donde se vuelve divina, no humana, donde es total, no parcial, donde el principio y el fin se encuentran, donde todos los secretos se desvelan y todas las puertas se abren, donde todo es revelado. La totalidad del misterio estaba allí... y los discípulos estaban cavilando sobre el funeral; ciegos, absolutamente ciegos, sin ver lo que estaba sucediendo. Sus ojos estaban cerrados.

Pero, ¿por qué ocurría esto? ¿Crees que esos discípulos conocían a Chuang Tse? ¿Cómo podían conocerlo? Si pasaban de largo ante Chuang Tse en su supremo esplendor, ¿cómo podemos dejar de pensar que lo captaron cuando estaba trabajando con ellos, trabajando en ellos, moviéndose con ellos, cavando un agujero en el jardín, plantando una semilla, hablándoles, tan sólo con su presencia entre ellos?

¿Cómo podemos sentir qué sabían quién era este Chuang Tse? Si estando él en su máximo esplendor no se dieron cuenta, es imposible no creer que lo habían obviado siempre. Probablemente lo pasaron por alto. Cuando él hablaba, debían de estar pensando: ¿De qué está hablando? ¿Qué quiere decir?

Cuando un iluminado habla, lo que quiere expresar no tiene que ser descubierto por ti, simplemente tienes que escucharlo. No tiene que ser desvelado, no está escondido, no tiene que ser interpretado. No habla de teorías, te aporta simplemente hechos. Si tus ojos están abiertos, los verás; si tus oídos son capaces de oír, los oirás. No se necesita nada más.

Por eso es por lo que Jesús insiste: si puedes oír, escúchame. Si eres capaz de ver, ve. No se espera nada más, tan sólo abrir los ojos, abrir los oídos.

Buda, Chuang Tse o Jesús no son filósofos como Hegel, Kant. Si lees a Hegel lo que quiere decir ha de ser descubierto. Es muy difícil, como si Hegel hiciera todo lo posible para hacerlo tan crítico como pudiera, enhebrando palabra tras palabra, convirtiéndolo todo en una especie de acertijo. Cuando te encuentras con Hegel por primera vez resulta soberbio, un alto pico, pero cuanto más penetras y más comprendes, en menos se convierte. El día en que le comprendas, es algo inútil.

Todo el truco reside en que no eres capaz de comprenderle, por eso es por lo que le consideras grande. Porque no puedes comprenderle, tu mente está impresionada; porque no puedes comprenderle, porque tu mente no puede comprenderle, todo ello resulta muy misterioso, inaprensible. No lo es, es sólo retórica. Está tratando de esconder, no de expresar algo. Al contrario, más bien utiliza palabras sin substancia alguna.
Por eso la gente como Hegel es apreciada inmediatamente, pero a medida que el tiempo transcurre su aprecio desaparece. Personas como Buda no son apreciadas inmediatamente, pero a medida que el tiempo pasa, los aprecias más. Siempre van adelantados a su tiempo. Al paso de los siglos, su grandeza comienza a emerger, su grandeza empieza a aparecer. Entonces puedes percibirlos porque su verdad es simple en extremo, no contienen basura. No hay desperdicios a su alrededor. Es tan claro que puedes dejar de percibirlo si piensas sobre ello.

La gente como Chuang Tse está interesada en el ser, no en el llegar a ser. No están interesados en el hacer, no están interesados en el futuro. No es necesario plan alguno. La existencia se cuida sola.

Jesús les dijo a sus discípulos: No os afanéis por vuestra vida, qué habeis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo qué habeis de vestir, Mirad las aves del cielo que no siembran ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? Mirad esas flores, esos lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan son tan bellos en su gloria que incluso Salomón no era tan hermoso. Y no planean, y no piensan en el futuro, no se preocupan del momento venidero.

¿Por qué son tan hermosos los lirios? ¿En qué consiste su belleza? ¿Dónde se esconde? Todas estas preguntas tienen una sola respuesta: los lirios existen aquí y ahora. ¿Por qué es el rostro humano tan triste y feo? Porque nunca está aquí y ahora, siempre está en el pasado o en el futuro. Es como un fantasma. ¿Cómo puedes ser real si no estás aquí y ahora? Tan sólo puedes ser un fantasma, bien visitando el pasado o yendo hacia el futuro.

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