sábado, 2 de noviembre de 2013

EL NIRVANA

Puedo ver por qué la palabra nirvana se conmueve hasta el éxtasis. Ciertamente es una de las palabras que están impolutas. Existe una razón por la que permanece impoluta. La primera razón por la que ha permanecido impoluta es su significado. A menos que hayas llegado a una profunda comprensión de ti mismo y de la existencia, la palabra nirvana te dará miedo. Es una palabra negativa. Literalmente significa «apagar la vela.»

Gautama Buda utilizó la palabra para el estado de consciencia definitivo. Podría haber elegido una palabra positiva, y en India había muchas palabras positivas para describirlo: moksha, libertad, liberación; kaivalya, soledad, absoluta soledad; brahmanubava, la experiencia última. Pero eligió una palabra extraña que nunca antes había sido utilizada en contextos espirituales: “apagar la vela”. ¿Cómo puede relacionar¬se con una experiencia espiritual?

Buda dice que lo que llamas tu yo no es más que una llama, que continúa ardiendo gracias a tus deseos. Cuando todos los deseos desaparecen, la llama también desaparece. Ya no puede existir. La llama también desaparece: desaparece en el vasto Universo, sin dejar rastro; no puedes volver a encontrarla. Está allí pero se ha apartado para siempre de cualquier identidad, de cualquier limitación.

De ahí que Buda eligiera la palabra nirvana en lugar de realización, porque realización todavía puede darte cierta superioridad egoísta: tú eres la persona realizada, tú eres el ser liberado, tú estás iluminado, tú has encontrado. Pero tú permaneces. Y Buda está diciendo que ese tú ha perdido: ¿Quién va a encontrarlo? Te dispersas, sólo eras una combinación. Ahora cada elemento vuelve a su fuente original. La identidad del individuo ya no existe. Sí, existirás como el Universo...

Por eso Buda, conociendo las tendencias humanas, evitó cualquier palabra positiva porque cada palabra positiva puede darte una sensación egoísta. Ninguna palabra negativa puede hacerlo; por eso permanece impoluta. No puedes polucionar algo que no es. Y la gente tenía mucho miedo -sentía un profundo temblor interno- al usar la palabra nirvana.

A Buda se le preguntaba miles de veces: «Tu palabra nirvana no crea un impulso en nosotros, no crea en nosotros el deseo de alcanzarlo. La verdad última, la autorrealización, la realización de Dios: todas estas palabras crean deseo, un gran deseo. Tu palabra no crea deseo.»

Y Buda repetía una y otra vez: «Esa es la belleza de la palabra. Todas las palabras que crean deseo en vosotros no os van a ayudar, porque el deseo mismo es la raíz de vuestras desgracias. Anhelar algo es lo que os causa tensión: no hay nada que desear. Por el contrario, tienes que prepararte para aceptar la disolución. En la disolución no puedes afirmar el ego, de ahí que la palabra permanezca impoluta.»

Ninguna otra palabra ha permanecido impoluta. Ello se debe a su negatividad, y sólo un gran maestro puede dar algo a la humanidad que, aunque quieras, no puedes polucionar. Veinticinco siglos..., pero no hay manera. El nirvana va a disolverte; no puedes hacerle nada.

Ciertamente es la palabra más pura. Incluso su sonido, entiendas o no entiendas su significado, te calma, te da una profunda serenidad y silencio, que ninguna otra palabra: realización de Dios, el absoluto, el último... ninguna otra palabra te da esa sensación de silencio.

En el momento en que oyes la palabra nirvana es como si se detuviera el tiempo, como si no hubiera ningún lugar donde ir.

En ese mismo momento puedes fundirte, disolverte, desaparecer, sin dejar ningún rastro atrás...

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