sábado, 25 de enero de 2014

EL VACÍO LA TOTALIDAD Y EL YO (SEGUNDA PARTE)

La historia de Chuang Tzu es famosa. Nunca me canso de Chuang Tzu porque sus pequeñas y absurdas historias tienen muchos aspectos que explorar, cada vez puedo relatarlas bajo una nueva luz, con un nuevo significado, desde una nueva perspectiva.

Una mañana se despertó, llamó a sus discípulos y dijo: «Estoy en un grave problema y tenéis que ayudarme.»

Los discípulos dijeron: «¿Hemos venido para que tu nos ayudes y necesitas nuestra ayuda?». Chuang Tzu respondió: «Todo estaba en su sitio, pero esta noche todo se ha alterado: soñé que me había convertido en una mariposa.»

Todos se rieron. Dijeron: «¡Qué tontería! Los sueños no crean ningún lío.»

Chuang Tzu dijo: «Pues este lo ha creado, porque estoy pensando que quizá soy una mariposa pensando, soñando que soy Chuang Tzu. Entonces, ¿quién soy? Quiero aclararlo para poder seguir con mi vida, quiero saber si soy Chuang Tzu o una mariposa.»

Él parece absurdo, pero en realidad está trayendo a la superficie el absurdo de la lógica. Si una mariposa no puede soñar que es Chuang Tzu, ¿entonces cómo puede Chuang Tzu soñar que es una mariposa? Y si Chuang Tzu puede soñar que es una mariposa, entonces no hay objeción lógica a que la mariposa se quede dormida al sol sobre una flor preciosa y sueñe que es Chuang Tzu.

Ninguno de sus discípulos podía ayudarle. Los taoítas han estado usando esta historia como koan durante siglos porque es irresoluble; pero para Buda no lo era.

Chuang Tzu y Gautama Buda fueron contemporáneos, pero estaban muy alejados uno del otro; uno estaba en China y el otro en India. Estaban separados por los grandes Himalayas, por lo que no había comunicación posible; de otro modo Buda habría resuelto el problema de Chuang Tzu, porque él dice: «Ambos son sueños. No importa si Chuang Tzu sueña que es una mariposa o si la mariposa sueña que es Chuang Tzu: ambos son sueños. Simplemente no existes.»

Muchos vinieron a Buda y se volvieron a ir, porque nadie puede hacer de la nada el objetivo de su vida; ¿para qué? Tanta disciplina y tantos problemas para entrar en meditación sólo para descubrir que no eres...; un tipo extraño este Gautama Buda. Somos buenos tal como somos, ¿para qué cavar tan hondo que descubras que no hay nada? Aunque estemos soñando, al menos hay algo.

Por eso Buda tenía razón -no existe un yo-, pero así no ayuda a la gente, a la gente iletrada, porque no pueden descifrar las implicaciones de esa afirmación.

Yo os digo: No tenéis un yo porque sois parte de un gran yo, de la totalidad. No podéis tener un yo propio y separado. Esto aleja la negatividad y no te da el deseo de ser cada vez más egoísta. Así se evitan ambos extremos y se encuentra un nuevo planteamiento: El Universo es, yo no soy. Y cualquier cosa que pase y que parezca estar en mí, ser yo, sencillamente es universal.

Llamarle «yo» es hacerla demasiado pequeña. Eso es lo que la hace falsa; no corresponde a la realidad. Llamarle «yo» la hace irreal, porque el yo sólo es posible si eres totalmente independiente; y no lo eres. No eres independiente ni durante una sola respiración. No eres independiente ni por un momento del sol, de la luna, de las estrellas. La totalidad está contribuyendo en todo momento. Por eso eres.

Reconocerlo no es una pérdida, es una ganancia; y sin embargo no es una ganancia egoísta. Si puedes ver lo sutil que es..., es un tremendo logro entender que eres parte de la totalidad, que la totalidad te pertenece y tú le perteneces a ella. Y sin embargo, a pesar de semejante logro, no hay ni rastro del yo.

Ésta es una de las comprensiones más hermosas, que no estamos separados: no estamos separados de la montañas, no estamos separados de los árboles, no estamos separados del océano, no estamos separados de nadie. Todos estamos conectados, entretejidos en una unidad. La ganancia es inmensa, pero no hay una sensación de yo, de mí, de mío. En lo relativo a estos aspectos, hay un completo silencio y vaciedad. Pero esta vaciedad no está únicamente vacía.

Podemos vaciar esta habitación -podemos sacar todos los muebles, todo lo que hay en la habitación-, y cualquiera que entre dirá: «La habitación está vacía.» Esto es una forma de verlo, pero no es la forma correcta.

La forma correcta es ver que ahora la habitación está llena de vaciedad. Antes existían impedimentos a la vaciedad, estaba cortada en trozos porque había tantos muebles y tantas cosas que no le permitían ser una: ahora es una.

La vaciedad también es. Es existencial; eso no significa que no sea.

Alguien vacío de celos estará lleno de amor, alguien vacío de estupidez estará lleno de inteligencia. Cada vaciedad tiene su propia plenitud. Y si no llegas a ver la plenitud que viene con la vaciedad de manera cierta y absoluta, entonces estás ciego.

No hay yo.

Y eso es un gran alivio.

No tienes que amarlo, no tienes que detestarlo; no tienes que aceptarlo, no tienes que rechazarlo; no tienes que hacer nada, simplemente no está allí. Puedes relajarte, y en esa relajación reside el fundirse en el Universo.

Entonces la nada se convierte en la totalidad.

Buda era muy mísero; nunca diría que la nada es la totalidad. Lo sabía; es imposible que un hombre que conocía la nada hasta ese grado de profundidad no conociera el otro lado de la moneda: la totalidad. Pero era mísero; y lo era por una razón, porque en el momento en que dices «totalidad», el ego se tranquiliza.

El ego dice: «Ningún miedo. Tienes que alcanzar la totalidad. No hay ningún peligro; la totalidad permite la esperanza.» Por eso Buda negaba persistentemente algo que en último término es real. Estaba llevando a la gente hacia ello, pero lo negaba porque en el momento en que lo afirmas, la gente empieza a equivocarse.

La nada es la mitad de la verdad, es un gran alivio, pero deja una herida, deja algo pendiente. Estarás aliviado, relajado, pero seguirás buscando algo, porque el vacío no puede ser el final.

El otro lado, la totalidad, también tiene que estar disponible.

Entonces tu vacío está lleno, lleno de totalidad.

Entonces tu nada es todo.

No es solamente nada, sino todo.

Estos son los momentos en que se trascienden los términos contradictorios, y cuando trasciendes los términos contradictorios, te iluminas. Sea cual sea la contradicción, todas las contradicciones que trasciendes te traen iluminación. Y ésta es una de las contradicciones fundamentales: vacío y totalidad.

La trascendencia no necesita nada más que una comprensión silenciosa.

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