sábado, 31 de mayo de 2014

EL DINERO Y SUS PROBLEMAS

El dinero es una cosa extraña.

Si no lo tienes, la cosa es simple: no lo tienes. No hay complejidad. Pero si lo tienes, entonces ciertamente te va a crear situaciones complejas.

Uno de sus mayores problemas es que nunca puedes saber si te quieren a ti o a tu dinero, si eres deseable o si es tu dinero el que es deseable. Y es tan difícil de averiguar que habrías preferido no tener dinero; al menos la vida habría sido simple.

Hace unos días me hablaban de la hija de Aristóteles Onassis. Recuerdo haber visto su fotografía cuando Onassis estaba vivo, hace unos diez años. Era una niña preciosa, proporcionada, encantadora. Pero Onassis murió y le dejó mucho dinero; eso le creó una situación infernal.

Desde entonces ha estado casada tres veces, y los tres matrimonios han fracasado porque pensaba que cada uno de sus maridos amaba su dinero, no a ella.

Y este dilema surge desde el principio mismo: el día de la boda es en realidad el día del divorcio. El día de la boda ella solicitaba una garantía del marido -un documento legal válido ante un tribunal- de que no se llevará su dinero. Si hay divorcio, él no le pedirá dinero. Ahora bien, ¿se puede concebir que un matrimonio merezca la pena cuando el primer día la mujer te pide un escrito con valor legal ante un tribunal de que estás interesado en ella y no en su dinero; y que en caso de divorcio no le pedirás dinero? El divorcio ya ha ocurrido.

En el cuarto matrimonio entró en una situación todavía más problemática. Pero antes de describirlo, tengo que comentar otra cosa que estaba sucediendo simultáneamente. Ella iba engordando y haciéndose más fea, como si en lo profundo de su psique quisiera probar: «Tú me amas sea yo como sea, bella o fea, delgada o gorda; no me amas por mi dinero.»

Y se volvió tan fea que evitaba a los fotógrafos, a los medios de comunicación: se ocultaba y no quería que le saquen fotografías. Quizá era porque no estaba segura de si la amaban a ella o su dinero. Y lo más probable es que la gente que ha estado con ella haya estado por su dinero, no por ella. No recibía amor. La prueba era que comenzó a comer demasiado. Si recibes amor, están tan lleno de amor, el amor te llena tanto que no comes en exceso.

La inmensa fortuna de Onassis creó un infierno para la pobre niña, el sentimiento de no ser querida. Y no ha entrado en contacto con un hombre que le podría haber dicho... La cuestión no es que deberías ser amada, la cuestión es que tú deberías amar. :¿Por qué preocuparte de las razones que el otro tiene para quererte? ¿Has pensado alguna vez en por qué tú amas al otro? ¿Para qué? Entonces comprenderías la situación. ¿Quizá es por su pelo? Entonces no quieres a ese hombre. ¿Quizá es por sus ojos? Entonces no quieres a ese hombre. ¿Quizá es por su nariz? Entonces no quieres a ese hombre. Si tienes alguna razón para amar, entonces no amas a ese hombre. ¿Por qué montas tanto lío con el dinero?

Deberías amar y ser amada(o), y deberías ser amada(o) más por tu dinero. No hay nada malo en él; tienes algo más que cualquier otra mujer. Por lo demás, cualquier cosa puede empezar a crearte problemas: ese hombre te ama porque tienes una cara preciosa; no te ama a ti: Si tuvieras cicatrices en la cara el hombre no te amaría. Este hombre te quiere por¬que tienes ojos, si fueras ciega no te amaría. Te estás creando problemas innecesarios. Este hombre o mujer ciertamente te ama en tu totalidad, y tu dinero no es parte de ti. ¿Por qué separarlo? Eres rica o rico, de la misma forma que otra gente es muy bella; eres rico de la misma forma que otra persona es bailarina. Pero la bailarina no plantea la pregunta: “¿Me amas a mí o al baile?”. Si la plantea tendrá problemas.

En su cuarto matrimonio, para asegurarse, la hija de Onassis encontró a un hombre rico: “Como él mismo es tan rico, me amará por mí misma, no por mi dinero: es un gran industrial”. Y debido a esto no repitió el ritual de ir al tribunal después de la boda y solicitar el certificado de que en caso de divorcio el hombre no le pediría dinero. Como el hombre era tan rico, le pareció absurdo pedírselo. Pero este hombre demostró ser muy artero, y como no había certificado, se divorció de ella y se llevó casi la mitad de su fortuna.

Ahora bien, algo como el dinero, que podría ser un gran placer, se ha convertido en una inmensa angustia. Pero no se trata del dinero, es tu mente. El dinero es útil. No es ningún pecado tener dinero, no hace falta sentirse culpable.

¿Por qué hacer estas divisiones? Así es como tu mente crea miseria. Tienes dinero, ¡disfrútalo! Y si alguien te ama, no le plantees esta pregunta porque le estás poniendo en una situación muy mala. Si te dice que te ama no le vas a creer y si dice que ama tu dinero le vas a creer. Pero si ama tu dinero, se acabó todo el asunto. En lo profundo seguirás sospechando que ama tu dinero, no a ti. No hay nada malo en él: el dinero es tuyo, de la misma forma que la nariz es tuya, y la boca es tuya, y el pelo es tuyo, y este hombre ama tu totalidad. El dinero también es parte de ti, no lo separes; entonces no habrá problema.

Intenta vivir la vida con las mínimas complejidades y con los mínimos problemas que puedas.

Está en tus manos; nos creamos problemas innecesarios. Al menos deberías aprender que todos los problemas son creados; no hay problemas reales.

Cuando alguien empieza a quererte, te pones a pensar constantemente en el dinero: «Este hombre o esta mujer está interesado en el dinero, no en mí.» Y aunque estuviera interesado en el dinero...; ¿a quién no le interesa el dinero? Simplemente es un ser humano. No es un monje budista, le interesa el dinero. Pero eso no significa que no le intereses tú. Le interesas más porque no sólo eres un hombre o una mujer, eres además un hombre o una mujer rica.

Disfruta de esta idea y abandona el problema para siempre.

sábado, 24 de mayo de 2014

LA AVARICIA

El hombre se siente pleno si está en sintonía con el Universo; si no está en armonía con el Universo está vacío, totalmente vacío. Y de ese vacío procede la avaricia.

Basta con entender la naturaleza de la avaricia. No tienes que hacer nada más para librarte de ella; la comprensión misma aclarará todo el lío.

La avaricia, intenta llenarlo: con dinero, con casas, con muebles, con amigos, con amantes, con cualquier cosa, porque uno no puede vivir como vacío. Es horrible, es una vida fantasmal. Si estás vacío y no tienes nada dentro de ti, te será imposible vivir.

Para sentir que tienes mucho dentro de ti, sólo hay dos caminos: o te pones en armonía con todo el Universo... Entonces te llenas de la totalidad, de todas las flores y estrellas. Están tanto dentro de ti como fuera. Esa es una plenitud real. Pero si no haces eso, y hay millones de personas que no lo hacen, entonces lo más fácil es llenar el vacío con cualquier trasto del mundo exterior.

La avaricia simplemente significa que estás sintiendo un profundo vacío y quieres llenarlo con cualquier cosa que puedas, sea lo que sea. Una vez que la entiendes, no te queda nada que hacer con la avaricia. Tienes que hacer algo para entrar en comunicación con la totalidad de manera que desaparezca el vacío interno. Y cuando desaparece, también desaparece toda avaricia. Eso no significa que empieces a vivir desnudo; simplemente significa que no dedicas la vida a coleccionar cosas. Cuando necesitas algo, puedes obtenerlo.

Pero hay gente loca en todo el mundo que se dedica a reunir... Unos reúnen dinero aunque nunca lo usen. Las cosas tienen que tener utilidad; si no tienen utilidad es que no son necesarias.
Esto puede ir en cualquier sentido: la gente come; no tienen hambre, pero sigue comiendo. Saben que eso les va a crear sufrimiento, se pondrán enfermos, pero no pueden evitarlo. Esta forma de comer también es un proceso de llenarse.

Por eso puede haber muchas formas y muchos caminos para llenar el vacío, pero nunca se llena: permanece vacío, y tú te sientes desgraciado porque nunca es suficiente. Hace falta más, y esa demanda de más nunca tiene fin.

No considero la avaricia como un deseo, es una enfermedad existencial. No estás en sintonía con la totalidad, y sólo esa sintonía con la totalidad puede darte la salud. Esa sintonía con la totalidad puede hacerte sagrado.

Es extraño que (en inglés) las palabras health (salud) y holy (sagrado), ambas provengan de wholeness (totalidad). Cuando te sientes uno con la totalidad, toda avaricia desaparece. Por lo demás..., ¿qué han estado haciendo las religiones? Han malinterpretado la avaricia como deseo, por eso tratan de reprimirla: «No seas avaro.» Entonces uno se va al otro extremo, a la renuncia. Un tipo de persona, la persona avara, reúne; y la persona que quiere librarse de la avaricia comienza a renunciar. En la renuncia, tampoco hay final.

Pero cuando consideras que la avaricia es un deseo y te opones a ella de manera testaruda, entonces todo se convierte en una posesión.

Para mí, la avaricia no es un deseo en absoluto. Por eso no tienes que hacer nada al respecto.

Tienes que entender el vacío que estás tratando de llenar, y preguntarte: «¿Por qué estoy vacío?» Toda la existencia está tan llena, ¿por qué estoy yo tan vacío? Quizá haya perdido la pista, quizá ya no esté moviéndome en la misma dirección que ella, ya no soy existencial. Esa es la causa de mi vacío.»

Por tanto, se existencial.

Abandónate y acércate a la existencia en silencio y en paz, en meditación, y un día verás que estás tan lleno -más que lleno, rebosas- de alegría, de dicha, de bendición. Tienes tanto que puedes dárselo a todo el mundo y no se agota.

Ese día, por primera vez, no sentirás ninguna avaricia: de dinero, de alimento, de objetos, de nada. Vivirás naturalmente y encontrarás todo lo que necesites. Y vivirás, no estarás siempre con una avaricia constante e imposible de satisfacer, con una herida que no se puede curar.

sábado, 17 de mayo de 2014

POLITICOS Y SACERDOTES

Los políticos y los sacerdotes, crecen entre nosotros con ansias de poder. Nosotros también tenemos la misma ansia de poder, el mismo deseo de ser más sagrados que los demás. Ellos, por sus posiciones, son los que más éxito tienen en lo que respecta a estos deseos y ambiciones.

Los políticos y sacerdotes de éxito siguen condicionando a las nuevas generaciones con las mismas ambiciones; ellos crean la sociedad, ellos cultivan su mentalidad y su condicionamiento. Ellos son responsables, y son más responsables que la gente común, porque la gente común es víctima de todo tipo de programas que les son impuestos.

El niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin ningún deseo de poder, sin ninguna idea de ser más elevado, más santo, superior. Ciertamente no pueden ser responsable. Los que le educan -los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes- todo este grupo va viciando a cada niño. Por supuesto, a su vez el niño viciará... pero es un círculo vicioso. ¿Desde dónde se puede romper?

Yo insisto en condenar a los sacerdotes y a los políticos, porque ese es el lugar desde donde el círculo se puede romper. Condenar a los niños pequeños que llegan al mundo no nos va a ser de ayuda. Condenar a las masas populares tampoco nos va a ayudar, porque ya han sido condicionadas y están siendo explotadas. Están sufriendo, son desgraciadas. Pero nada les despierta, están profundamente dormidas. El único punto donde se debe centrar nuestra condena es en los que tienen el poder, porque tienen el poder de contaminar a las generaciones futuras. Si podemos detenerles, podremos tener un nuevo ser humano.

Se que todo el mundo es responsable. Pase lo que pase, de una u otra forma, cada uno tiene su parte en ello. Pero para mí lo importante es a quién realmente debemos condenar, para que en la próxima generación de niños se pueda evitar el círculo vicioso. La humanidad ha estado dando vueltas en él durante siglos. Por eso no condeno a las masas populares, no te condeno a ti. Condeno a los que ahora están en una posición tal que si se relajan un poco en lo que respecta a sus intereses creados y miran a la miseria de la masa humana, entonces la transformación es posible: el círculo puede romperse.

Yo elijo a los políticos y a los sacerdotes a propósito. Hay muchas cosas a recordar. Los sacerdotes de todas las religiones saben perfectamente bien que no hay el Dios que ellos defienden. En este mundo, el sacerdote es el único que sabe que no hay ese Dios, pero su profesión depende de ese Dios inexistente. No puede decir la verdad porque sus intereses creados se echarían a perder: no sólo los suyos, estaría echando a perder el juego para las generaciones futuras. Sabe que los rituales sólo son falsa magia, que los mantras no tienen poder, que su teología sólo es un encubrimiento. Nadie lo sabe mejor; han estudiado las escrituras y saben que no hay pruebas de la existencia de ese Dios que han creado por ninguna parte. Interpretan las escrituras de tal manera que le ayudan en su profesión. Sigue haciendo comentarios de las antiguas escrituras, añadiéndoles más y más cosas que le ayudan en su profesión.

A medida que cambian los tiempos tiene que hacer nuevos añadidos. Por ejemplo, Manú, un pensador de hace cinco mil años, sacerdote y padre del sacerdocio, en su obra Manusmriti -las memorias del Manú que los hindúes siguen palabra por palabra- creó el sistema de castas, una de las cosas más repugnantes de la existencia.

Por esta causa, una cuarta parte de los hindúes han sufrido una larga esclavitud, explotación y humillación. Casi han sido reducidos a seres subhumanos; se les llama los achoot, los intocables. Han caído tan bajo que no puedes tocarlos; si lo haces tienes que tomar un baño inmediatamente. Incluso basta con que su sombra te toque para hacerte impuro. Parece que Manú redujo una cuarta parte de los hindúes a la esclavitud eterna.

Tanto los sacerdotes como los políticos son muy vulnerables; no tienen suelo bajo los pies. Si se les descubre, están acabados. Y cuando se acabe con ellos, la sociedad saboreará la verdadera libertad.

Podemos educar a los niños de una manera más humana, no condicionada, inteligente, considerando a toda la Tierra como una unidad: sin cristianos, sin hindúes, sin musulmanes, sin indios, sin chinos, sin americanos. Las naciones y las religiones son creaciones de los sacerdotes y de los políticos. Una vez que se acaben, las religiones y las naciones también se acabarán.

Y un mundo libre de religiones, libre de naciones, será un mundo humano: sin guerras, sin luchas innecesarias por cosas que nadie ha visto...

Es inconcebible que durante miles de años la gente se haya estado matando en el nombre de su Dios. Ninguno de ellos le ha visto, ninguno de ellos tiene pruebas, ninguno tiene una evidencia. Y ni siquiera sienten vergüenza, porque nadie les ha preguntado mirándolos directamente a los ojos... Y van cruzadas, yihads, guerras religiosas; destruyen a todos los que no creen en su dogma, porque su dogma es divino y todos los demás dogmas son una creación del diablo.

Tratan de servir a la humanidad matando a la gente. Su intención es liberar a esa gente de las garras del diablo. Pero lo extraño es que cada religión cree que las demás religiones han sido creadas por el diablo. Por eso la lucha continúa. Los políticos luchan una guerra tras otra, ¿para qué? No le veo el punto. La Tierra no tiene líneas, ¿por qué dibujarlas en los mapas?

Si podemos hacer que el ser humano sea silencioso, pacífico, amoroso, las naciones desaparecerán, las guerras desaparecerán, toda la política sucia desaparecerá. Y recuerda, toda la política es sucia; no la hay de otro tipo.

Si podemos abolir la conspiración entre la religión y la política, entre los sacerdotes y los políticos, será realmente un gran cambio, una revolución: la única y verdadera revolución que es necesaria y que aún no ha ocurrido.

sábado, 10 de mayo de 2014

LA MEDITACIÓN Y LA MENTE

La mente simplemente es un bioordenador. Cuando el niño nace no tiene mente; no hay parloteo en él. Este mecanismo tarda al menos tres o cuatro años en ponerse a funcionar. Y verás que las niñas comienzan a hablar antes que los niños. Tienen mentes más parlanchinas. Tienen un bioordenador de más calidad.

Este bioordenador necesita que se le proporcione información; por eso si intentas recordar tu vida hacia atrás, te detendrás en algún lugar alrededor de los cuatro años si eres hombre, o a la edad de tres años si eres mujer. Más allá de ese punto estás en blanco. Estabas allí: deben haber sucedido muchas cosas, deben haber ocurrido muchos incidentes, pero nada parece haberse registrado en la memoria, por eso no puedes recordar. Pero podrás recordar muy claramente hasta la edad de tres o cuatro años.

La mente reúne sus datos de los padres, de la escuela, de los demás niños, de los vecinos, de los parientes, de la sociedad, de las iglesias...; hay fuentes de alimentación por todas partes. Y debes haber visto que los niños, cuando empiezan a hablar, repiten la misma palabra muchas veces. iQué alegría!, un nuevo mecanismo ha empezado a funcionar en ellos.

Cuando son capaces de construir frases las hacen con gran alegría, una y otra vez. Cuando pueden empezar a hacer preguntas, empiezan a preguntar por todo, por cada cosa. ¡Recuerda que no les interesan tus respuestas! Observa a un niño cuando plantea preguntas; no está interesado en tu respuesta, por favor no le des una larga respuesta propia de la Enciclopedia Británica. Al niño no le interesa tu respuesta; el niño simplemente disfruta de poder preguntar. Una nueva facultad ha surgido en él.

Y así es como va reuniendo información; después empezará a leer... y más palabras. Y en esta sociedad el silencio no es productivo; las palabras son productivas y cuando más claramente te expreses, más te pagarán.

¿Qué son tus líderes? ¿Qué son tus políticos? ¿Qué son tus profesores universitarios? ¿Qué son tus sacerdotes, teólogos, filósofos, si los condensas en una única cosa? Saben expresarse muy bien. Saben usar las palabras significativamente, consistentemente y así pueden impresionar a la gente.

No suele tenerse en cuenta que nuestra sociedad está dominada por gente que se expresa muy bien verbalmente. Puede que no sepan nada; puede que no sean sabios, puede que ni siquiera sean inteligentes. Pero hay una cosa cierta: saben jugar con las palabras. Es un juego y lo han aprendido. Y les compensa en forma de respetabilidad, de dinero, de poder, de todas las formas posibles. Por eso todo el mundo lo intenta y la mente se llena de palabras, de pensamientos.

Puedes encender o apagar cualquier ordenador, pero no puedes apagar tu mente. El interruptor no existe.

No hay ninguna referencia al respecto, nadie ha mencionado que Dios, cuando hizo el mundo, cuando hizo al hombre, hiciera un interruptor para la mente de forma que pudiera encenderse y apagarse. No hay interruptor, así es que la mente funciona continuamente desde el nacimiento hasta la muerte.

Te sorprenderá saber que la gente que entiende de ordenadores y la gente que entiende de la mente humana tiene una idea muy extraña. Si sacamos el cerebro del cráneo de un ser humano y lo mantenemos vivo mecánicamente, sigue parloteando de la misma forma. No le importa no seguir conectado con la pobre persona que lo sufre; sigue soñando. Ahora que está conectado con máquinas, sigue soñando, sigue imaginando, sigue teniendo miedo, sigue proyectando, teniendo esperanzas, intenta esto o lo otro. Y es completamente inconsciente de que ahora no puede hacer nada; la persona a la que solía estar vinculado ya no está allí.

Puedes mantener ese cerebro vivo durante miles de años conectados con aparatos mecánicos, y seguirá parloteando, dando vueltas y vueltas a las mismas cosas, porque aún no hemos sido capaces de enseñarle cosas nuevas. Cuando le enseñemos cosas nuevas, también las repetirá.

Este parloteo proviene de nuestra educación, que es básicamente errónea porque sólo nos enseña la mitad del proceso: cómo usar la mente. No nos enseña a detenerla para poder descansar, porque la mente continúa funcionando incluso cuando estamos dormidos. La mente no conoce el sueño. Trabaja continuamente durante setenta, durante ochenta años.

Si podemos educar..., y eso es lo que estoy tratando de inculcaros, el hecho de que es posible. Lo llamamos meditación.

Es posible poner un interruptor en la mente y apagarla cuando no es necesaria. Esto te ayuda de dos formas: te dará una paz, un silencio que no has conocido antes, y te familiarizará contigo mismo, cosa que no es posible con la mente parlanchina. Siempre te ha tenido enganchado.

En segundo lugar, también dará un descanso a la mente. Y si podemos darle un descanso a la mente, seremos capaces de hacer las cosas más eficazmente, más inteligentemente.

Por tanto en ambos lados -en el lado de la mente y en el lado del ser- saldrás beneficiado; simplemente tienes que aprender a detener el funcionamiento mental, a decirle: «Es suficiente; ahora vete a dormir. Yo me quedo despierto, no te preocupes.»

Usa la mente cuando sea necesaria, y entonces estará fresca, joven y llena de energía. Entonces lo que digas no será algo seco y tedioso; estará lleno de vida, lleno de autoridad, lleno de verdad, de sinceridad, y será tremendamente significativo. Quizá uses las mismas palabras, pero la mente descansada ha acumulado tanto poder que enciende cada palabra que usa, la convierte en poder.

En cuanto al ser, el silencio te abre un nuevo universo de eternidad, de inmortalidad, de todo aquello en lo que puedas pensar como una bendición, como una bienaventuranza; de ahí mi insistencia en que la meditación es la religión esencial, la única religión. No hace falta nada más. Todo lo demás son rituales no esenciales.

La meditación es sencillamente la esencia, la esencia misma. No puedes quitarle nada.

Y te proporciona ambos mundos. Te da el otro mundo -el divino, el mundo de la divinidad- y también te da este mundo. Entonces no eres pobre. Eres rico, aunque no en forma de dinero.

Dale un descanso a la mente, ¡lo necesita! Y es tan simple: simplemente hazte su testigo. Y te dará ambas cosas.

Poco a poco la mente empieza a aprender a estar en silencio. Y sabe que estando en silencio se hace más poderosa, sus palabras ya no son sólo palabras; tienen una validez, una riqueza y una cualidad que nunca antes tuvieron; tanto es así que van directamente, como flechas. Dejan a un lado las barreras lógicas y llegan al corazón mismo.

La mente es un buen sirviente, de inmenso poder, cuando está en manos del silencio.

Entonces el Ser es el maestro, y el maestro puede usar la mente cuando la necesita y puede apagarla cuando no la necesita.

sábado, 3 de mayo de 2014

TRASCENDER

No tienes que trascender nada. Tienes que vivir todo lo que sea natural para ti, y vivirlo plenamente, sin inhibición, alegremente, estéticamente. Simplemente por vivirlo con profundidad, la trascendencia vendrá.

No tienes que trascender nada. Recuerda mis palabras. La trascendencia viene por sí misma, y cuando lo hace es una gran liberación y una gran libertad.

Si tratas de trascender, vas a reprimir, y la represión es la única razón por la que la gente no puede trascender; así estás entrando en un círculo vicioso. Quieres trascender y por eso reprimes, y como reprimes no puedes trascender, por lo que reprimes aún más. Al reprimir más te haces más incapaz de trascender.

Vívelo plenamente, sin condena, sin que la religión interfiera con tu vida. Vívelo con naturalidad, intensamente, totalmente, y la trascendencia vendrá. No es algo que hagas, es algo que ocurre. Y cuando viene por sí misma, no hay represión, no hay antagonismo.

Estás por encima de todas las cosas que querías trascender, por ejemplo, el sexo. Pero una trascendencia real no significa que no puedas hacer el amor. Por supuesto que tu amor tendrá una cualidad completamente diferente. No será sexual, no será un impulso biológico, no será animal; simplemente será un juego entre dos energías humanas.

Si la trascendencia viene por sí misma, entonces hay muchas cosas que, en mayor o menor medida, desaparecen. Pero no estás en contra de las cosas que desaparecen. Todavía puedes disfrutar de ellas. Por ejemplo, en un estado de trascendencia no eres un adicto a la comida, pero eso no quiere decir que no disfrutes de vez en cuando de ir a un restaurante chino.

La trascendencia te hace libre; no te da una nueva atadura: primero eras tan adicto que tenías que ir al restaurante, ahora eres tan adicto que no puedes ir. La trascendencia significa que a partir de ese momento toda adicción desaparece: puedes ir y puedes no ir. No estás a favor ni en contra.

Puede que fumes. La trascendencia no significa que de vez en cuando no puedas fumarte un cigarrillo con tus amigos. No creo que fumar un cigarrillo de vez en cuando destruya tu espiritualidad. Y si la destruye, entonces esa espiritualidad no merece la pena.

Algunos no pueden fumar, no por la trascendencia, sino por evitar o acentuar un problema respiratorio. No siento ningún antagonismo contra los pobres cigarrillos; lo que sucede es que no puedo tolerar el olor del tabaco ni puedo inhalar el humo. Pero esto es un problema de mi cuerpo, es mi alergia. Cuando veo a alguien fumando no pienso que esa persona esté condenada para siempre, no pienso que vaya a ir al fuego del infierno.

En mí no surge una condena. Está sólo, no tiene nada más que hacer, y sus padres y la sociedad le repiten continuamente que es mejor hacer algo que no hacer nada..., por eso el pobre hombre prefiere hacer algo que no hacer nada. Al menos está fumando.

La trascendencia se parece mucho a un estado infantil.

La trascendencia es un estado de no-adicción..., como el juego de un niño.

Cuando el sexo lo vives intensamente, con el tiempo lo trasciendes, de la misma forma que trasciendes jugar al tenis. Una día lo arrojas lejos de ti: «¡Ya basta!». Trasciendes el fútbol, trasciendes todo tipo de cosas.

Para mí la trascendencia es producto de la experiencia. Ves la inutilidad de algo y dejas atrás la adicción. Entonces, de vez en cuando, para cambiar, si quieres fumar no le veo nada malo; si quieres hacer el amor no le veo nada malo. El daño lo produce la adicción, no el acto mismo. Y la trascendencia no tiene que ver con el acto; la trascendencia tiene que ver con la adicción.

Y estar completamente libre de adicciones supone una gran libertad.

Buscar este blog