sábado, 21 de junio de 2014

BUSCANDO LA VERDAD

Cada niño nace con una búsqueda innata de la verdad. No es algo aprendido ni adoptado posteriormente en la vida. Verdad simplemente significa: «Yo soy, pero no se quién soy.» Y la pregunta es natural: «Debo conocer la realidad de mi ser.» No es una curiosidad.

Éstas son las tres diferencias, o las tres categorías en las que se puede dividir el mundo: hay cosas que son, pero no saben que son; por tanto no están abiertas a ninguna investigación. Están cerradas, su existencia no tiene ventanas. Después hay animales que saben que son, pero no tienen la inteligencia para preguntarse qué es lo que son. Sus ventanas están abiertas, pero no tienen la inteligencia suficiente para mirar por ellas y ver las estrellas y el cielo, y los pájaros y los árboles. Sus ventanas -estén abiertas o cerradas- no marcan la diferencia.

Las cosas son, pero no saben que son. Los animales son, y saben que son, pero no tienen la inteligencia para preguntarse quiénes son. Y no es algo que deba extrañarnos. Millones y millones de seres humanos nunca se plantean la pregunta; ésta es la tercera categoría.

El hombre es, es consciente de qué es, y es capaz por nacimiento de preguntarse quién es. Por tanto no es una cuestión de aprendizaje, de educación, de estar cultivado; traes la búsqueda contigo. Eres la búsqueda.

Tu sociedad te destruye. Tiene formas y medios muy sofisticados para destruir tu búsqueda, para retirar la pregunta de tu ser, o al menos para encubrirla... Y el método utilizado es el siguiente: incluso antes de que el niño se haya preguntado quién es, se le da la respuesta. Y cualquier respuesta que se da antes de que se plantee la pregunta es inútil; sólo será una carga.

Se le dice que es un alma, que es espíritu, que no es un cuerpo, que no es material. O se le dice que es un cuerpo, sólo materia, y que sólo en los antiguos días, por miedo e ignorancia, la gente creía que tenía almas; pero eso sólo es una superstición. En ambos casos, al niño se le está dando una respuesta que no ha pedido. Y su mente es delicada, pura..., y confía en su madre, en su padre; no hay ninguna razón por la que no deba confiar.

El niño empieza el viaje de las creencias y las creencias matan la búsqueda. Cada vez acumula más conocimientos.

También aparece la educación… la educación religiosa, y nunca acaba de acumular conocimientos. Pero todos estos conocimientos son inútiles; no sólo inútiles, sino venenosos, porque el primer paso está equivocado. La pregunta no se planteó y la respuesta se ha implantado en su mente, y desde entonces ha estado acumulando más y más respuestas. Ha olvidado completamente que cualquier respuesta que no sea un hallazgo procedente de una pregunta carece de sentido.

Por tanto la única cualidad del buscador de la verdad es que no crea; que no sea un creyente, que esté dispuesto a ser ignorante en lugar de erudito, porque la ignorancia al menos es natural, simple, inocente. Y a partir de la ignorancia existe la posibilidad, casi la certeza, de que surja la pregunta y de que comience el viaje. Pero gracias al conocimiento te pierdes en una jungla de palabras, teorías, doctrinas, dogmas. Y hay tantos, y son tan contradictorios entre sí, que pronto se sentirá cada vez más erudito y cada vez más confuso.

En lo que a mí respecta, la cualidad básica del buscador de la verdad es cortar con todos los sistemas de creencias, con todo lo que es conocimiento prestado: en otras palabras, tener el coraje de ser ignorante en lugar de tener conocimiento prestado. La ignorancia tiene cierta belleza; al menos es tuya, es auténtica, sincera. Ha venido contigo. Es tu sangre, tus huesos, tu tuétano.

La erudición es repugnante, basura absoluta. Ha sido derramada sobre ti por otros, y tú llevas su carga. Y la carga es tal que no te dará ninguna oportunidad de preguntarte por ti mismo qué es la verdad. Tus conocimientos acumulados responderán inmediatamente que la verdad es esto. Si estás lleno de la Sagrada Biblia, entonces la pregunta será contestada por la Sagrada Biblia. Si estás lleno de los Vedas, entonces la pregunta será respondida por los Vedas. Pero proceden de una fuente externa a ti; no será un descubrimiento tuyo. Y lo que no es tu propio descubrimiento no es tuyo.

La verdad te aporta libertad porque es tu propio descubrimiento. Te hace plenamente humano; de otro modo permaneces en el nivel de los animales: eres pero no sabes quién eres.

La búsqueda de la verdad es realmente la búsqueda de la realidad de tu ser.

Una vez que entras en tu ser, entras en el ser de la totalidad, porque somos diferentes periféricamente pero en el centro nos encontramos, somos uno. Desde la periferia de un círculo puedes trazar muchas líneas hacia el centro. Las líneas periféricas están a cierta distancia unas de otras, pero a medida que se acercan al centro la distancia se hace cada vez menor. Y cuando llegan al centro la distancia desaparece.

En el centro somos uno.

En la periferia de la existencia parecemos estar separados.

Y conocer la verdad de tu ser es conocer la verdad de la totalidad.

Sólo hay una cualidad, un coraje: no tener miedo de ser ignorante.

En ese punto no se puede ceder, no puedes aparentar ser sabio con conocimientos prestados y baratos. ¡Ya basta! Sólo lo puro y natural, y de esa pureza, de esa naturalidad, ignorancia, inocencia, debe nacer la búsqueda.

Sócrates fue condenado por corromper a la juventud y todo lo que estaba haciendo era retirar el conocimiento prestado y ayudar a sus dis¬cípulos a ser ellos mismos y a «conocerse a sí mismos.» Si alguien ha ser¬vido a la verdad de manera sincera, ese ha sido Sócrates. Pero el tribu¬nal, la ley, la gente que tenía el poder, le condenó por corrupción, por corromper las mentes de los jóvenes.

Llevar a la gente a buscar la verdad, ¿es corrupción? Parece ser el mayor delito de este mundo en el que -desgraciada¬mente- estamos viviendo.

No hay comentarios:

Buscar este blog