sábado, 19 de julio de 2014

EL AMOR Y LA CONFIANZA

La confianza ciertamente es un valor más alto que el amor. La confianza implica amor; pero el amor no implica confianza. Cuando dices: «confío en ti» se entiende que amas. Pero cuando dices que amas, la confianza no tiene nada que ver con ello. De hecho, tú amor es muy sospechoso, muy desconfiado, tiene mucho miedo, siempre está en guardia, observando a la persona amada.

Los amantes se convierten casi en detectives. Se espían mutuamente. El amor es muy hermoso si forma parte de la confianza. Y siempre es una parte de la confianza, porque la confianza no puede prescindir del amor. No se puede amar sin confiar, y un amor sin confianza es muy feo; en el fondo tiene todo tipo de celos, sospechas, desconfianzas.

También es verdad que cuando dices: «Te quiero»; no es una rendición, no es una disposición a disolverse. No es una disposición a dejarse llevar a espacios desconocidos e incognoscibles.

Cuando dices: «Te quiero», eres un igual, y hay cierta agresividad en ello. Por eso, desde el principio mismo de la humanidad, en todas partes y en cada ocasión, no ha sido la mujer la que ha tomado la iniciativa a la hora de decir «te quiero». Ha esperado que el hombre le diga «te quiero», porque el corazón de la mujer siente esa agresividad. Pero el hombre tiene un corazón más duro; no siente que eso sea agresivo, de hecho le gusta.

Pero cuando dices de corazón: «Confío en ti,» es una rendición profunda, una apertura, una receptividad, una declaración a ti mismo y al Universo de que: «Ahora si este hombre me lleva al infierno mismo, yo estoy de acuerdo: confío en él. Si el lugar al que me lleva me parece que es un infierno debe ser por mi defecto visual. Él no puede llevarme al infierno.»

En la confianza siempre descubres que los fallos te pertenecen; en el amor siempre encuentras fallos en la persona amada.

En la confianza estás siempre, sin decirlo, es un estado de disculpa: «Soy ignorante. Estoy somnoliento, inconsciente. Existe la posibilidad de que diga algo equivocado, de que haga algo equivocado, por tanto ten piedad de mí, se compasivo conmigo.» La confianza implica tantas cosas. Es un gran tesoro.

Cuando dices: «Te quiero», hay una corriente sutil de posesividad. No se expresa, está sobreentendida: «Ahora eres mi posesión, nadie más debería amarte.»

En la confianza no se plantea la posesión de la persona en quien confías. Por el contrario, estás diciendo: «Por favor, poséeme, destrúyeme como ego. Ayúdame a desaparecer y a fundirme en ti, para que no haya resistencia al ir contigo.»

El amor es una lucha constante, una batalla; demanda algo. «Te amo» significa: «Tú también tienes que amarme. De hecho, sólo te amo porque quiero que me ames.» Es simplemente un negocio, de ahí el miedo: «No debes amar a nadie más y nadie más debe amarme, porque no quiero que nadie comparta mi amor.»

La mente inconsciente del ser humano sigue pensando como si el amor fuera una cantidad, piensa que hay cierta cantidad de amor. Si te amo, entonces tú debes poseer toda la cantidad. Si amo a algunas otras personas, entonces la cantidad será distribuida, no lo obtendrás todo; de ahí los celos, el espionaje, la lucha, la disputa. Y todo lo feo se queda oculto detrás de una hermosa palabra, amor.

Y la confianza no es competitiva, por tanto no hay celos. En la confianza está implicado todo lo hermoso del amor.

Gracias a la confianza, el «yo» ya no existe, sólo existe el amor. Y el amor sin ego no crea problemas: Mucha gente puede amarte, y cuanta más gente te ame, más feliz serás. Esto es debido a la confianza.

Confianza es quizá la palabra más hermosa del lenguaje humano.

Y la confianza está tan cerca de la verdad que si es total y de corazón, entonces en este mismo momento tu confianza se convierte en una revelación, en una revolución.

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