sábado, 12 de julio de 2014

LA APROBACION Y EL RECONOCIMIENTO

Se debe recordar que la necesidad de aprobación y de reconoci¬miento es una cuestión que atañe a todo el mundo.

La estructura de nuestra vida es tal que se nos enseña que a menos que tengamos el reconocimiento de alguien, no valemos nada. Lo importante no es el trabajo, sino el reconocimiento. Y esto es poner las cosas al revés. El trabajo debería ser importante, una alegría en sí mismo. Deberías trabajar no para ser reconocido, sino porque te gusta ser creativo; deberías amar el trabajo por sí mismo.

Ha habido muy poca gente que haya podido escapar de la trampa en la que te pone la sociedad, como Vincent Van Gogh. Él continuó pintando -estaba hambriento, sin casa, sin ropa, sin medicinas, enfermo¬ pero siguió pintando. No se vendía ni uno de sus cuadros, no recibía ningún reconocimiento de nadie, pero lo extraño es que en estas condiciones seguía siendo feliz, feliz porque podía pintar lo que quería. Con reconocimiento o sin él, su trabajo tiene un valor intrínseco.

A la edad de treinta y siete años se suicidó; no por miseria o angustia, no, simplemente porque ya había pintado su último cuadro en el que había estado trabajando durante casi un año, un atardecer. Lo intentó docenas de veces, pero como los intentos no cumplían con su nivel de exigencia, los deshacía. Por fin consiguió pintar el atardecer tal como lo quería.

Se suicidó dejando una carta a su hermano que decía: «No me suicido por desesperación. Me suicido porque ahora no tiene sentido vivir; mi trabajo está acabado. Además, me ha resultado difícil ganarme la vida, pero seguía adelante porque tenía trabajo que hacer, un potencial en mí tenía que realizarse. Ha florecido, ahora ya no tiene sentido vivir como un mendigo. «Hasta ahora no lo había pensado, ni siquiera lo ha había visto. Pero ahora es lo único que veo.He florecido hasta el máximo, estoy pleno. Ahora seguir adelante, buscando formas de ganarme la vida; me parece estúpido. ¿Para qué? Por tanto, en mi opinión, no es un suicidio, sino que he llegado a la plenitud, a un punto y aparte, y dejo el mundo alegremente. He vivido alegremente y alegremente dejo el mundo.»

Ahora, casi un siglo después de su muerte, cada uno de sus cuadros vale millones de dólares. Sólo hay doscientos cuadros disponibles. Debe haber pintado miles, pero se han perdido; nadie se preocupó por ellos.

Si tienes un cuadro de Van Gogh significa que tienes sentido de la estética. Sus cuadros te dan reconocimiento. El mundo nunca reconoció su trabajo, pero no le importaba. Esta debería ser la forma de mirar las cosas.

Trabajas si te gusta. No pidas reconocimiento. Si viene, tómalo con soltura; si no viene, no pienses en ello. Tu realización debería estar en el trabajo mismo. Y si todo el mundo aprendiera este simple arte de amar su trabajo, sea el que sea, disfrutándolo sin pedir reconocimiento, tendríamos un mundo más hermoso y festivo.

Lo que ocurre es que el mundo te ha atrapado en un patrón miserable.

Lo que haces no es bueno porque te gusta ni porque lo haces perfectamente, sino porque el mundo lo reconoce, lo premia, te da medallas de otro, premios Nóbel.

Se han llevado todo el valor intrínseco de la creatividad y han destruido a millones de personas porque no se pueden dar millones de premios Nóbel. Y el deseo de reconocimiento ha surgido en cada persona, por lo que nadie puede trabajar pacíficamente, en silencio, disfrutando de lo que hace.

Y la vida está hecha de pequeñas cosas. Cosas pequeñas por las que no hay recompensa, por las que los gobiernos no dan títulos ni las universidades dan premios honoríficos.

¿Por qué deberías preocuparte por el reconocimiento? Preocuparte por el reconocimiento sólo tiene sentido si no te gusta tu trabajo; entonces tienes sentido, entonces parece un buen sustituto. Detestas el trabajo no te gusta, pero lo haces porque recibirás reconocimiento; serás apreciado, aceptado. En lugar de pensar en el reconocimiento, reconsidera tu trabajo. ¿Te encanta? Si es así, esa es la finalidad del trabajo. Y si no te gusta, ¡entonces cámbialo!
Los padres, los profesores, siempre insisten en que deberías recibir reconocimiento, deberías ser aceptado. Esta es una estrategia muy artera para mantener a la gente bajo control.

Aprende una cosa básica: haz lo que quieras hacer, lo que te encante hacer y nunca pidas reconocimiento. Eso es mendigar. ¿Por qué debería uno pedir reconocimiento? ¿Por qué debería uno desear la aceptación?

Echa una mirada a lo más profundo de ti. Quizá no te guste lo que estás haciendo, quizá tengas miedo de estar yendo por una pista equivocada; la aceptación te ayudará a sentir que estás en lo correcto. El reconocer te hará sentir que vas hacia el objetivo correcto.

La cuestión reside en tus propios sentimientos íntimos; no tiene nada que ver con el mundo externo. ¿Por qué depender de los demás? Todas estas cosas dependen de los demás; tú mismo te estás haciendo dependiente.

De esta forma te conviertes en un individuo. Y ser un individuo viviendo en completa libertad, asentado en tus propios pies, bebiendo de tus propias fuentes, es lo que hace que un hombre esté realmente centrado, enraizado. Éste es el principio del florecimiento último...

Las personas supuestamente reconocidas, las personas que reciben honores, están llenas de basura y nada más. Pero están llenas de la basura que la sociedad desea, y la sociedad les recompensa dándoles premios.

Cualquier hombre que tenga un sentido de su propia individualidad vive por su propio amor, de su propio trabajo, sin que le importe en absoluto lo que piensen los demás. Cuanto más valioso sea tu trabajo, menos probable será que obtengas de él alguna respetabilidad. Y si tu trabajo es el trabajo de un genio, entonces no vas a recibir respetabilidad en toda tu vida. Serás condenado mientras vivas... y después, dentro de dos o tres siglos, te dedicarán estatuas, tus libros serán respetados, porque a la humanidad le cuesta dos o tres siglos llegar al nivel de inteligencia que el genio tiene actualmente. La distancia es muy grande.

Para ser respetado por los demás tienes que comportarte de acuerdo a sus modales, a sus expectativas. Para ser respetado por la humanidad enferma tienes que estar más enfermo que ellos. Entonces te respetarán. ¿Pero qué obtendrás? Perderás tu alma y no habrás ganado nada.

No hay comentarios:

Buscar este blog