sábado, 4 de abril de 2015

EL EQUILIBRIO DE LA VIDA

Un dicho Sufí dice: «Confía en Alá, pero antes ata el camello».

El camello no es una entidad fija, se manifiesta en todo tipo de formas y tamaños. El camello es sólo un símbolo. Simplemente está diciendo una cosa: no seas pasivo. Dios no tiene otras manos que las tuyas. Confía en Alá, confía en Dios, pero eso no debe ser una excusa para que te vuelvas sucio y perezoso.

Hay tres tipos de personas en el mundo. Unas que piensan que tienen que hacer algo; son las hacedoras. No confían en el todo, en la englobante totalidad. Simplemente viven de su pequeña, pequeña energía, y naturalmente son derrotadas una y otra vez y demuestran ser unas fracasadas. Si vives sólo de tu diminuta energía en contra de la vasta energía que te rodea, vas a ser un perdedor, estás desahuciado. Y sufrirás grandes agonías y angustias. Toda tu vida será una continua desgracia.

El segundo tipo de persona es aquella que piensa: «Si Dios está haciéndolo todo, no necesito hacer nada. No tengo que hacer nada». Simplemente se sienta y espera. Su vida se vuelve cada vez más perezosa, y llega un momento en que deja de vivir, simplemente vegeta.

Esos dos tipos representan Oriente y Occidente. Occidente representa el hacedor, el tipo activo, y Oriente, el no hacedor, el tipo pasivo.

Occidente se está volviendo loco él solo. El problema de la humanidad occidental es la excesiva actividad, la falta de confianza, la exagerada dependencia de un mismo tipo: «Tengo que hacerlo todo»; «Estoy sólo»; «A la existencia no le importo nada». Naturalmente esto produce ansiedad, y la ansiedad es abrumadora, inaguantable. Produce todo tipo de neurosis, psicosis; mantiene a las personas en vilo, tensas, nerviosas. Es aniquilante, enloquecedora. Occidente ha tenido éxito a la hora de hacer muchas cosas, liberándose de la idea de Dios, abandonando todo tipo de confianza y rendición; ha abandonado todo tipo de disposición a la relajación, no sabe nada sobre dejarse llevar, lo ha olvidado por completo. Por eso en Occidente a la gente le está resultando cada vez más difícil conciliar el sueño, porque eso requiere un cierto tipo de confianza.

Una vez conocí a un hombre que no podía dormir por la noche; se quedaba despierto. Dormía durante el día pero se mantenía despierto por la noche. Su mujer me dijo: «Haz algo porque esto está creando muchos problemas. No puede trabajar porque duerme durante el día, y durante toda la noche se queda despierto y nos mantiene despiertos a nosotros también, ¡y me está volviendo loca!».

Pregunté por qué se producía este fenómeno. El hombre tenía grandes dudas, era un hombre desconfiado. Me dijo: «No puedo dormir por la noche porque todo el mundo está durmiendo. Si me sucede algo, ¿quién se hará cargo? Duermo durante el día porque mis hijos están despiertos, mi esposa está despierta, mis vecinos están despiertos, todo el mundo está despierto. Si algo me sucede pueden ocuparse de mí. Si muero por la noche, ¿entonces...? Si dejo de respirar durante la noche, ¿entonces... ?». Estaba loco. ¬

Pero esto es exactamente lo que está creando el insomnio en Occidente. La gente piensa que no puede dormir, que algo va mal en sus cuerpos. Sus cuerpos están tan sanos como siempre, de hecho más sanos que nunca. Pero hay algo que se ha metido profundamente en sus mentes: que tienen que hacerlo todo. Y el sueño no puede ser forzado, no forma parte del hacer. El sueño tiene que ser permitido. No puedes forzarlo, no es un acto; el sueño llega, sucede. Y Occidente ha olvidado completamente cómo dejar que las cosas sucedan, cómo estar en un estado de dejarse llevar, por eso el sueño se ha vuelto tan difícil. El amor se ha vuelto muy difícil. El orgasmo se ha vuelto a veces muy difícil. La vida es tan tensa y tan tirante que parece no haber esperanza, y el hombre se pregunta una y otra vez: ¿Para qué vivir? ¿Por qué seguir viviendo?. Occidente está a punto de suicidarse. Cada vez está más cerca el momento del suicidio.

Oriente ha tenido demasiado éxito en relajarse, en estar excesivamente en un estado de dejarse llevar. Se ha vuelto muy perezoso. La gente sigue muriendo, pasando hambre, y están felices así, no les preocupa, confían en Dios. Se adaptan a cualquier tipo de situaciones horribles. Nunca cambian nada. Son grandes dormilones, y hay una cierta calma y tranquilidad en ellos, pero están vegetando. En Oriente cada año mueren millones de personas sólo de hambre. Ni ellos hacen nada, ni a nadie le preocupa. «¡Debe de ser el deseo de Alá!».

Este dicho sufí quiere crear un tercer tipo de hombre, el hombre real: que sabe cuándo hacer y cuándo no hacer; que puede ser un hacedor cuando lo necesita y decir ¡sí!, y puede ser pasivo cuando lo necesita y decir ¡no!; que está absolutamente despierto durante el día y completamente dormido durante la noche; que sabe cuándo inhalar y cuándo exhalar; que conoce el equilibrio de la vida.

Este dicho viene de un pequeño cuento.

Un maestro estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar el camello. Llegaron por la noche cansados a una posada. Era tarea del discípulo atar el camello, pero no se preocupó y lo dejó fuera. En lugar de eso simplemente rezó. Le dijo a Dios: «Ocúpate del camello» y se quedó dormido.
Por la mañana el camello se había ido; lo robaron o se escapó, no se supo. El maestro preguntó:

-¿Qué ha pasado con el camello? ¿Dónde está?

-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntale a Dios, porque le dije a Alá que se ocupase del camello pues yo estaba muy cansado, por eso no lo sé. Y tampoco soy responsable, iporque se lo dije muy claramente! No puede no haberse enterado. De hecho no se lo pedí una sola vez, sino tres veces. Y tú nos enseñas «Confía en Alá», por eso confié. Ahora no me mires con rabia.

-Confía en Alá -dijo el maestro-, pero primero ata el camello; porque Alá no tiene otras manos que las tuyas.

Si Dios quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; no tiene otras manos. ¡Y es tu camello! La mejor manera y la más fácil, la más rápida, es usar tus manos. Confía en Alá. No confíes sólo en tus manos, sino te pondrás tenso. Ata el camello y luego confía en Alá. Me vas a preguntar: “¿Entonces por qué confiar en Alá si uno está atando el camello?”. Porque un camello atado también puede ser robado. Tú haz todo lo que esté en tu mano: eso no garantiza el resultado, no es una garantía. Por eso haz todo lo que tú puedas, y luego pase lo que pase, acéptalo. Ese es el significado de atar el camello: haz todo lo que esté a tu alcance, no evites tu responsabilidad, y luego, si no sucede nada o algo va mal, confía en Alá. El sabe más. Entonces quizás lo mejor para nosotros es que viajemos sin camello.

Es muy fácil confiar en Alá y ser vagos. Es muy fácil no confiar en Alá y ser el hacedor. El tercer tipo de hombre es complicado: confiar en Alá y seguir siendo el hacedor. Pero ahora tú sólo eres un instrumento; Dios es el hacedor real, tú sólo eres un instrumento en sus manos.

Sucede cada día: podías haber hecho algo pero no lo hiciste, y pones la excusa de que si Dios quiere que se haga, de todas maneras lo hará. Haces algo y luego esperas el resultado, esperas, y el resultado no llega nunca. Entonces te enfadas, como si te hubieran engañado, como si Dios te hubiera traicionado, como si él estuviera en tu contra, de forma parcial, interesada, injusta. Y entonces surge una gran queja en tu mente. Se pierde la confianza.

La persona religiosa es aquella que sigue haciendo todo lo humanamente posible pero no provoca tensión con ello. Las cosas son muy complicadas en este universo porque nosotros somos pequeños átomos, diminutos. Nada depende sólo de mi acción; hay miles de energías entrelazadas. El total de las energías decidirá el resultado. ¿Cómo puedo decidir yo el resultado? Pero si no hago nada no será lo mismo. Tengo que hacer, y a la vez tengo que aprender a no esperar. Entonces hacer es una manera de orar, sin un deseo conectado a un resultado. Entonces no habrá frustración. La confianza te ayudará a permanecer sin frustrarte, y atar el camello te ayudará a permanecer vivo, intensamente vivo. Así pues, el camello no es una entidad fija; no es el nombre de una determinada entidad. Tendrás que ver todo el contexto; irá cambiando. Pero el refrán es de inmenso valor: es el punto de vista sufí para crear el tercer hombre.

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