sábado, 13 de junio de 2015

QUÉ DEBERIAS DECIR A TU HIJO (PARTE II)

Escucha atentamente: la primera etapa te la otorga la sociedad; la segunda, el individuo se la otorga a sí mismo. La tercera es sólo posible si el gusano se acerca a una mariposa; si no, no es posible ¿Cómo se le va a ocurrir al gusano que él sólo puede volar, que puede convertirse en algo con alas? ¡No es posible! ¡Es imposible que se le ocurra! Es absurdo, ilógico. El gusano sabe cómo moverse, pero volar le resulta absurdo.

He escuchado que hay mariposas que enseñan a los gusanos que pueden volar, pero que ellos les ponen peros y dicen: «No. Quizás sea posible para ti, pero a nosotros nos es imposible. Tú eres una mariposa, ¡nosotros sólo somos gusanos! Sólo sabemos reptar». Y uno que sólo sabe reptar, ¿cómo va a imaginarse volando? Es una dimensión diferente, una dimensión enteramente distinta: la dimensión vertical.

Del camello al león hay una evolución. Del león al niño hay una revolución. En esta etapa hace falta un maestro. La sociedad te puede hacer un camello, tú mismo te puedes hacer un león, pero te hará falta un maestro -un Buda, un Cristo, un Rumi-, te hará falta una mariposa que tenga alas. Sólo viendo un fenómeno alado serás capaz de empezar a soñar con alas. ¿Cómo puedes soñar con algo que no conoces en absoluto?

¿Crees que una tribu primitiva que vive en algún lugar de los Himalayas puede soñar con un coche? No han visto ninguno, no pueden soñar con él. Sólo es posible soñar cuando has visto algo; cuando has visto un Cristo o un Buda o un Bodhidharma, y sabes que esto sucede. Toda esa gente tiene un aspecto similar a ti, y a pesar de eso no son como tú. Tienen el mismo cuerpo, la misma estructura, y a la vez algo de lo desconocido ha penetrado su ser. El más allá ha venido a ellos, el más allá en ellos se hace muy tangible.

Si te acercas con simpatía y con amor serás capaz de tener algunos vislumbres de su cielo interior. Y una vez que hayas visto ese cielo interno comenzarás a soñar con él. Un gran anhelo surgirá en ti: ¿cómo convertirte en un fenómeno alado?

Esa es la infección que produce el maestro en el discípulo.

El tercer fenómeno sucede con la intervención del maestro. "El niño" significa creatividad, interdependencia.

La primera etapa, el camello, era dependencia; la segunda fue la independencia; pero en la inocencia uno llega a conocer que no hay allí ni dependencia ni independencia. La existencia es interdependencia; todos dependen de todos. Todo es uno.

Nace la sensación del todo: no yo, no él, no hay fijación en el sí o el no, no hay obsesión entre decir siempre sí o decir siempre no; hay más fluidez, más espontaneidad; no hay obediencia ni desobediencia, sino espontaneidad. Nace la responsabilidad. Uno responde a la existencia, no reacciona desde el pasado, y no reacciona desde el futuro.

El camello vive en el pasado, el león en el futuro, el niño en el presente, aquí y ahora. El camello es la pre-mente, el león es la mente, el niño es la post-mente. El camello es el pre-ser, el león es el ser, el niño es el post-ser. Ese es el significado del estado de no mente. Los sufíes lo llaman fana: el ego se ha ido, el otro también. Ambos se han unido, no puedes tener uno sin el otro. Yo/él son partes de una misma energía; ambos desaparecen.

El niño simplemente es... inefable, indefinible, un misterio, un asombro. El camello tiene memoria, el león tiene conocimiento y el niño tiene sabiduría. El camello es o bien cristiano, o hindú, o musulmán, teísta; el león es ateo, y el niño es religioso: ni teísta ni ateo, ni hindú, ni musulmán, ni cristiano ni comunista. Sólo una sencilla religiosidad, la cualidad del amor y la inocencia.

Adán comiendo el fruto se convierte en un león. Antes de comer el fruto del Árbol del Conocimiento, era el camello. Y cuando Adán ha vomitado nuevamente el fruto, abandonado su conocimiento, es el niño. Ese niño significa Cristo. Cristo dice una y otra vez a sus discípulos: «¡Arrepentíos!». La palabra "arrepentíos" en hebreo significa "regresa, vuelve"; el jardín del Edén todavía te está esperando. Vomita la manzana del conocimiento y las puertas se abrirán para ti.

El camello es Adán antes de comer la fruta, el león es Adán después de comer la fruta, y el niño es Adán convirtiéndose en Cristo, regresando a casa. El Buda lo llama nirvana, Jesús lo llama el reino de Dios. Lo puedes llamar como te guste: Tao, dhamma, moksha. Las palabras aquí no significan mucho; es un mundo de silencio, sin palabras, una inocencia sin pensamientos.

¿Quién es un hombre sabio?: el niño.

La sabiduría no quiere decir conocimiento. El conocimiento no es sabiduría, el conocimiento es una moneda falsa, pseudo-sabiduría. Es prestado, lo has cosechado; está muerto. La sabiduría es lo que ha surgido en ti, ha florecido en ti, sale de tu propio ser y de tu propia fuente; está viva. La sabiduría es conocer la verdad por ti mismo. El conocimiento es acumular información de otros que pueden saber o que pueden no saber. ¿Quién sabe? Es una creencia, es memoria, es basura.

Un hombre sabio es aquel que ha entrado en Dios, que ha penetrado en el misterio de la vida, que se ha encontrado con la realidad. Un hombre sabio quizás no sea un erudito, quizás lo sea -no tiene importancia-, porque la sabiduría no tiene nada que ver con la erudición. Jesús no fue un erudito; cualquier otro rabino de su tiempo era más erudito que Jesús. El Buda no fue un erudito; cualquier otro brahman pandit era más erudito que él. No sabía mucho acerca de los Vedas pero era un hombre sabio. El conocimiento llega a través de la memoria, la sabiduría llega a través de la meditación. El conocimiento le es posible hasta a una máquina. Por eso los ordenadores son eruditos, pero ningún ordenador puede ser sabio. ¿Has oído hablar de algún ordenador sabio? Erudito por supuesto, más erudito que el hombre, más eficiente, más habilidoso; con menos posibilidades de cometer errores; muy rápido, rapidísimo, instantáneo. Haces la pregunta y ya tienes la respuesta, pero ésta será aquella que se le ha introducido antes al ordenador. No puede ser nueva, no puede ser original, no puede ser sabia. No se relacionará contigo como persona, te dará simplemente una respuesta a la pregunta. Observa la diferencia.

Si tú vienes a mí, tu pregunta es menos importante, tú eres más importante. De hecho respondo a tu pregunta para responderte a ti; la pregunta es secundaria. Pero si vas a un ordenador, a un pandit, a un erudito, tú no eres importante, la pregunta tiene toda la importancia. Él responde a la pregunta. El erudito, el hombre de sabiduría responde al que pregunta. El erudito siempre será consistente. Tú preguntas: «¿Existe Dios?», y el erudito siempre tiene una respuesta definida. Si él cree que sí, dirá que sí. No le importa quién está haciendo la pregunta, en absoluto.

Un día le preguntaron al Buda: «¿Existe Dios?» y él dijo: «No». El mismo día, por la tarde, otro hombre le preguntó: «¿Existe Dios?» y él dijo: «Sí». Y ese mismo día, por la noche, un tercer hombre preguntó: «¿Existe Dios?» y el Buda se quedó callado. Ahora bien, esto no lo puede hacer un ordenador. O bien sabes o no sabes. El ordenador simplemente conoce la respuesta y la proporciona. ¿Por qué el Buda se comporta de modo diferente con tres personas? Su discípulo, Ananda, estaba muy molesto, no entendía el comportamiento del Buda. Naturalmente, había escuchado las tres respuestas. Por la noche le preguntó al Buda:

-No puedo dormir. Cuéntame por qué. La pregunta fue la misma. ¿Por qué contestaste de modo diferente? A uno le dijiste que no, a otro le dijiste que sí, al siguiente no le dijiste nada, simplemente te quedaste en silencio y cerraste los ojos. ¿Por qué? La pregunta fue la misma, exactamente la misma.

-Pero los que preguntaban eran diferentes -dijo el Buda-. Estaba contestando a los que preguntaban. Uno era un ateo, no creía en Dios. Había venido a reforzar sus convicciones. Quería que yo dijera que no para que su creencia pudiera hacerse más fuerte, y yo no puedo ayudar a la creencia de nadie. Tengo que destruir las creencias. A ese hombre le dije: «¡Sí, Dios existe!», porque a menos que las creencias sean debilitadas nadie llega a saber.

El otro hombre era un teísta, creía en Dios. Había venido a que le apoyara. No estoy aquí para apoyar las creencias de nadie. Estoy aquí para destruir todas las creencias para que la mente pueda ascender por encima de ellas hacia el saber. Por eso a él tuve que decirle algo diferente. ¡Tuve que decirle no!

Y el tercer hombre no era ni teísta ni ateo, de modo que no hacía falta ni un sí ni un no. Tuve que quedarme en silencio. Le estaba diciendo: "Entra en silencio y conocerás. Haz lo que estoy haciendo yo. Cierra los ojos, entra en silencio y conocerás". La pregunta es tal que no puede ser respondida con un sí o un no. La pregunta es tan profunda que sólo puedes conocer la respuesta cuando estás en un profundo silencio. Tú sólo conocerás cuando la pregunta haya desaparecido; entonces la respuesta surgirá en tu ser.

Esto es un hombre sabio. Esto no puedes esperártelo de un estudioso, de un pandit, de un ordenador, de una máquina.

El hombre sabio siempre es una maravilla, porque es indefinible, es misterioso. La presencia del hombre sabio te embarca en viajes lejanos, en viajes fabulosos. El hombre sabio ayuda a que tu asombro se fortalezca. No te proporciona conocimiento. Destruye tu conocimiento y libera tu asombro, te convierte de nuevo en un niño, llena tu ser de sorpresa, de poesía, de misterio, de canción.

Y la sabiduría es inagotable, porque ser sabio significa estar en conexión con la fuente infinita de la totalidad. Estar en Dios es ser sabio. Dios es inagotable.

El hombre sabio es un océano: puedes tomar tanto como puedas, nada se reduce, permanece igual que antes. No puedes reducir el infinito. El conocimiento es finito, es sólo una cantidad.

Si alguien dice: «Mi sabiduría proviene de los Vedas», lo entiendes; alguien dice: «Mi sabiduría viene del Antiguo Testamento», y lo entiendes; del Talmud, lo entiendes; pero si alguien dice: «Mi sabiduría no viene de ninguna parte», de repente hay un malentendido. El camello no puede entender el "ninguna parte", necesita que haya un determinado origen visible. Él vive en lo visible. Puede comprender el libro, pero no el corazón. Puede entender las teorías sobre Dios, pero no al mismo Dios.

Hay millones de camellos interesados en los libros. Van cargados con la Biblia, con la Gita. Memorizan la Gita. Van repitiendo la misma Gita una y otra vez, leen lo mismo una y otra vez. Creen en el libro. Aunque Krishna esté allí, seguirán leyendo el libro. Le dirán a Krishna: «No nos molestes». Si Cristo llega mientras estás leyendo la Biblia le dirás: «Estate quieto. Estoy leyendo el libro, ven más tarde. Éste no es el momento, estoy rezando».

Y no te rías; ésta es la situación. La gente cree en el libro demasiado. El libro se convierte en lo más importante, ¡la palabra se vuelve más importante que la verdad! ¡La palabra "dios" se ha vuelto más importante que el mismo Dios!

Por eso cuando él muere, «aquellos que habían estado a su lado, considerándose a sí mismos como sus herederos...».

¡No lo eran! Los camellos no pueden ser herederos. Sólo en el tercer estadio, cuando eres un niño, puedes ser heredero de tu maestro, no antes. Los camellos siguen diciendo sí, de modo que creen que pueden convertirse en sus herederos porque son muy obedientes. Pero no pueden porque no han aprendido todavía a decir que no.

La duda es un privilegio. A menos que hayas estado asimilando no serás capaz de convertirte en un león. Decir no, dudar, es un privilegio. Es una etapa más elevada que la creencia, porque cualquier cobarde puede tener la creencia. Para decir no y empezar a dudar se necesita coraje. Casi siempre es así: los denominados teístas están en un plano espiritual menor o más bajo que los ateos. El ateo está en un plano un poco más alto, a pesar de que lo niegue. Es un león.

Esa gente debe de haber seguido al maestro al pie de la letra. Y obviamente pensaban que eran los verdaderos herederos. Corrieron a abrir el libro. El maestro había estado allí durante muchos años con ellos y nunca lo abrieron, nunca miraron en su corazón, nunca lo entendieron. Nunca bebieron de su fuente, pero ahora el maestro ha muerto y su primera curiosidad es ir al libro y ver qué es lo que tiene escrito. Fíjate cómo la gente se queda aferrada a lo insignificante y a lo no esencial.

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