sábado, 15 de agosto de 2015

EL INOCENTE Y EL VIRTUOSO

La gente inocente, ignorante, es más sincera que las personas sofisticadas y cultas. La civilización sólo hace gente astuta. Pierden toda su inocencia, toda la fragancia de la inocencia.

¿Recuerdas a María Magdalena? Ella parece ser la única verdadera seguidora de Jesús. Su autenticidad, su atrevimiento, es inmenso. Jesús ha ido a su casa y ella derrama su mejor perfume en sus pies, lava sus pies con el perfume y después los seca con su pelo. Estaba allí sentada derramando lágrimas y más lágrimas, y naturalmente los virtuosos se ofendieron.

Alguien le dijo a Jesús: «Esto no está bien. Es una pecadora, ¡no se le debería permitir que te tocara!». Así se ha comportado siempre el egoísta, el virtuoso, el intelectual.

Judas tampoco estaba contento con esto. Dijo: «Esto es un despilfarro. Ese perfume es muy caro, ¿por qué gastarlo? La gente se muere de hambre. El perfume podría venderse; es raro. Podríamos haber alimentado a algunos pocos». Parece lógico. Tú tenderás a estar de acuerdo con Judas en vez de con Jesús. Lo que éste dijo era muy ilógico; él dijo: «Pero siempre habrá pobres; cuando yo no esté os podréis ocupar de ellos. No entendéis el corazón de esta mujer. ¡No le puedo decir no a ella! Dejadle hacer lo que quiera. Dejadle que se descargue, dejadle llorar, dejadle tocarme.

Dejadle que derrame su perfume, caro o barato, eso carece de importancia. No le puedo decir que no a ella. Puedo ver cómo surge de su corazón un gran sentimiento. Eso es oración, está en un estado de oración. No puedo molestar su oración».

Jesús comprendió que María Magdalena tenía un hermoso corazón. Ella fue la primera que lo reconoció después de la resurrección. Sólo había tres mujeres cuando descendieron a Jesús de la cruz; una de ellas era María Magdalena. Todos esos grandes apóstoles habían desaparecido, y debes recordar, Judas era el único estudioso entre los seguidores de Jesús, el único profesor, el único intelectual, el único estudioso, y él le traicionó. Esto es simbólico: el intelecto traiciona.

La mente es astuta. Siempre crea conspiraciones en contra de la verdad. Deja que Judas sea el símbolo de la mente. Era el más intelectual, la persona más articulada. Si no hubiera traicionado a Jesús se hubiera convertido en el fundador de la Iglesia. ¿Por qué le traicionó? La mente traiciona, la lógica traiciona. Tu mente está en contra de tu ser.

He estado con santos y con pecadores. Mi propia observación es que los denominados pecadores son las personas más auténticas del mundo, y los denominados santos son, la mayoría, las personas más falsas del mundo. Estos últimos son sólo pseudo; el pecador tiene realidad. Y a partir de esa realidad, el salto cuántico es posible. Sólo el auténtico puede ir a lo auténtico. El falso sigue siendo falso, no puede tener ningún encuentro con la verdad.

Por eso, recuerda, la barrera más grande entre tú y Dios es tu ego, y el ego se alimenta de conocimiento, virtud, respetabilidad, nombre, fama, poder. Recuérdalo, y no alimentes tu ego.

Vuélvete más humilde. Mira tus limitaciones, mira tus fallos, mira tus errores, y sé humilde. Ese mismo ver te hará humilde. En esa humildad, la oración surge espontáneamente. !Una gran valentía nace de esa humildad! La humildad es fuerte, el ego es muy débil. Pensarás en esta paradoja; el ego sólo aparenta ser fuerte. ¡Pero es débil! De hecho el ego es el esfuerzo de la persona débil de protegerse a sí misma. El ego es una armadura: la persona sabe que en el fondo es muy débil; el ego es un esfuerzo para proteger su debilidad. La persona débil tendrá el ego más grande. Son complementarios; cuanto más débil eres más grande es el ego que necesitas para protegerte. La persona realmente fuerte no necesita tener ego. No necesita protección, puede vivir desprotegido. Puede vivir inseguro y de un modo vulnerable.

El ego tiene la fuerza de la roca, la persona humilde tiene la fuerza del agua. Y Lao Tzu dice: «Vuélvete como el agua», «El camino del agua». Vuélvete suave como el agua y finalmente vencerás. Recuerda, la dureza te lleva a la derrota. Tu misma resistencia a la vida más pronto o más tarde te destruye. Es tu propia dureza, tu propio ego, que se vuelve veneno en ti. Observa una cascada cayendo sobre una gran roca, la roca no puede ni siquiera imaginar que esta humilde agua, suave, femenina, la va a destruir. Pero llegará un día en que la roca habrá desaparecido, se habrá convertido en arena, y el agua continuará fluyendo de la misma manera. Las rocas mueren por su propia dureza. El ego es como una roca, la humildad es como una rosa.

El ego parece ser fuerte pero no lo es, y la humildad parece ser débil pero no lo es. No te dejes engañar por las apariencias.

La libertad es para aquellos que están libres de ego. No hay otra forma de libertad. Libertad significa estar libre del ego. Eso es moksha, nirvana. Sólo hay una cosa decisiva: si estás protegiendo tu ego, perderás a Dios. Si estás preparado para abandonar tu ego, le encontrarás. En ese abandonar se produce el hallazgo.

"El hombre y Dios no son dos", dicen aquellos que saben. Pero entonces ¿por qué están separados? Desde la perspectiva de Dios no estás separado, sólo desde tu perspectiva sientes que estás separado. ¿Y por qué? Tu pensamiento te separa. No estás realmente separado; es una creencia fabricada, es una autohipnosis. Piensas continuamente que estás separado, de ahí que la idea se haya convertido en un fenómeno permanente arraigado en ti.

Éste es el ego: pensarte separado de la existencia es el ego. Pensarte a ti mismo uno con la existencia es confianza.

No te protejas. Protección significa que te has creído la falsa idea de que estás separado. No empujes el río. Ve con el flujo de la existencia. Mientras estés vivo, vive; mientras mueres, muere realmente; mientras estás muerto, sé un muerto. Si estás despierto, mantente despierto. Durmiendo, duerme. No dejes que haya separación entre tú y la vida que te rodea.

Y no actúes desde un estado de erudición; eso crea la separación. Actúa siempre desde el no saber, actúa desde la no-mente, actúa sin pasado. Actúa en el presente y hazlo de forma auténtica. Y seas quien seas, si puedes responder a la realidad auténticamente, de forma sincera, no habrá ninguna barrera entre tú y Dios.

Lo único que te ayuda a fusionarte y encontrarte con lo divino es una auténtica respuesta en el presente, una respuesta auténtica a la vida.

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