sábado, 12 de septiembre de 2015

LA VIDA SUPERA A LA FICCIÓN

Las ficciones son sólo reflejos de la vida; ¿Cómo pueden superar a la vida? Las ficciones son únicamente parte de la vida. La vida es una totalidad muy complicada: no tiene principio ni fin. Tus ficciones empiezan y terminan.

Conozco a una persona que siempre empieza a leer las novelas por la mitad. Le pregunté: «¿Qué sentido tiene? Me dijo: «De esta forma mantengo durante más tiempo el suspenso: no conozco el final, ni tampoco el principio. Si empiezas desde el principio sólo tienes curiosidad por el final. Yo soy curioso por los dos lados. !Así lo disfruto más!».

La vida es así, siempre está en la mitad. Siempre estás en el medio, no conoces el principio. Las religiones de alguna forma han tratado de suministrar el principio. Todas esas filosofías sobre cómo empezó el mundo son sólo tonterías, porque el mundo nunca empezó. Siempre ha estado en el medio. Ese es el misterio, pero la mente anhela un principio.

Y luego hay personas que suministran las respuestas. Dicen: «Cierto día Dios creó el mundo». ¿Y qué ha estado haciendo él antes de eso? ¿Y cuánto tiempo lleva sentado? Los cristianos dicen: “Dios creó el mundo cuatro mil cuatro años antes de Jesús. Empezó un lunes determinado, terminó el sábado por la tarde y el domingo descansó». Entonces, ¿qué hacía antes? ¡Inmensa eternidad! Debió de aburrirse. De hecho Eva se debió de haber suicidado o quizá se volvió loca.

El mundo nunca empezó. ¿Cómo puede tener un principio la totalidad? Quizá puedes llegar a concebir el principio, pero entonces necesitarás algunas cosas antes del principio y ya no será el principio. Necesitarás espacio. Dios dice: «¡Que se haga la luz!». Pero ¿en dónde? Hará falta un dónde. Hará falta un tiempo. ¿Cómo puede empezar un lunes de repente sin tiempo? Antes hace falta un domingo, de otra forma, ¿cómo le vas a llamar lunes? Sería un absurdo.

No, el mundo no tiene principio y tampoco tiene final. Simplemente sigue existiendo, y todo es tan complicado, todo está tan entrelazado con todo lo demás que nada se halla separado. Yo estoy en ti, tú estás en mí. Tú estás en los árboles, los árboles están en ti. Las rocas están en ti, tú estás en las rocas. La esquina más alejada -si es que hay alguna- está conectada contigo.

Toca un pequeño guijarro y has tocado toda la existencia.

Toca la realidad en cualquier lugar y tocarás el todo. Y el todo es inmenso, es infinito.

La vida es muy extraña porque es un gran misterio. He oído acerca de cierto doctor:

Había una vez dos hombres jóvenes que se hicieron amigos íntimos. Un día, durante una comida, mientras estaban sentados y hablando, para su sorpresa, ambos se dieron cuenta de que estaban en tratamiento con el mismo psicoterapeuta. Y mientras comparaban sus notas, estuvieron de acuerdo en que el doctor era competente y servicial. También era enloquecedoramente tranquilo y pomposamente seguro de sí mismo. Si sólo hubiera una manera de agitarle, de hacerle sentir inseguro como él les hacía sentir a ellos...

Alegremente montaron una estratagema para desmontar al buen doctor. Juntos se inventaron un elaborado sueño, y ensayaron la historia hasta que cada uno fue capaz de presentarlo como suyo propio. Ese lunes iba a ser el día del ajuste de cuentas. El primer joven acudiría a su cita por la mañana y le contaría al terapeuta "su" sueño. Su amigo repetiría la actuación en su sesión de esa misma tarde. Veremos cómo el doctor se las arregla en este caso.

El lunes, el primero de los jóvenes acudió a su sesión y contó el sueño cuidadosamente ensayado. Ocultó su secreta alegría mientras hacía que el terapeuta interpretara su sueño. Esa tarde, su amigo también tuvo una actuación perfecta mientras contaba el sueño como si fuera suyo. Cada detalle de la segunda versión era idéntico a los de la primera.

Estaba encantado al ver el inusual aspecto de incredulidad reflejándose en el rostro del terapeuta:

-Dios, es extraño -dijo el doctor-. Es la tercera vez en el día de hoy que escucho exactamente el mismo sueño.

La vida es extraña. Las cosas suceden de verdad.

La vida es inexplicable. Todas las explicaciones se quedan cortas. Todas las explicaciones son estúpidas, tontas. La gente real que entiende el misterio de la vida no te da ninguna explicación sobre ella. Te ayudan a experimentar el misterio pero no lo desmitifican. Ahí es donde la ciencia y la religión se separan. Todo el esfuerzo de la ciencia consiste en desmitificar la vida, explicarlo todo; y siempre que algo se explica pierde la capacidad de producir admiración. Entonces el amor no es otra cosa que hormonas, y enamorarse no es otra cosa que química. Entonces, todo lo que haces y todo lo que te sucede se vuelve muy mundano, muy ordinario, muy superficial, no vale la pena hacerlo.

Sólo piensa..., te estás enamorando de una mujer por tu química. Te sientes atraído sexualmente porque tu cuerpo libera ciertos compuestos químicos, porque ciertas hormonas se mueven en tu sangre. Si eliminas esas hormonas, si cambias la química, no te sentirás atraído. Desaparecerá todo el amor. En el momento en que piensas en la química del amor, éste desaparece. Sólo queda la química -dos químicas atrayéndose mutuamente-; casi somos víctimas de la química. La alegría, la felicidad, la gloria, el esplendor, todo desaparece.

Los científicos tratan de suministrarnos respuestas, y aunque han fracasado, la gente todavía no se ha enterado. Este siglo ha visto uno de los fenómenos más grandes: el científico ha fracasado, ¡totalmente! El científico se ha ido acercando cada vez más a la verdad, pero cuanto más cerca ha estado de ella, más perplejo se ha quedado. Cuanto más se acerca a la verdad, más parece ésta misteriosa, incognoscible.

Albert Einstein dijo antes de morir: «Para mí el mundo es ahora todavía más desconocido que cuando empecé mi trabajo. Comencé con la idea de encontrar algunas explicaciones, de poder entender las cosas un poco mejor, de ayudar a crear algunos razonamientos. Pero todas las explicaciones que se dieron en mi juventud ya no valen. Estoy sencillamente perplejo. Me muero no como un físico sino como un místico. Y la próxima vez, si regreso, me gustaría ser fontanero en lugar de físico».

Una gran declaración... porque el fontanero sabe más del misterio, lo vive, lo disfruta. Por "fontanero", él quiere decir: «Me gustaría ser una persona normal, una persona muy normal, un granjero. un jardinero, un fontanero. No me preocuparía en desmitificar la existencia. En su lugar, la viviría, la experimentaría. En su lugar cantaría o bailaría».

La vida es extraña, y esa es la contribución básica de la religión al mundo. La religión te ayuda a entrar en el misterio sin desmitificarlo. Ahí es donde se equivoca la teología. La teología no es religión. La teología hace el mismo esfuerzo que la ciencia: tratar de hallar explicaciones. Los maestros zen tienen razón cuando se ríen de tus preguntas, y los sufíes tienen razón cuando las responden de modo absurdo. La respuesta no tiene nada que ver con la pregunta. Si te estás quedando perplejo, es un gran paso. Si te olvidas de tu conocimiento, si desaprendes tus explicaciones, es realmente un gran paso hacia Dios. Vive sin explicaciones y vivirás una vida religiosa.

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