sábado, 31 de octubre de 2015

INVESTIGAR LA PROPIA MUERTE

Sócrates se estaba muriendo. Sus discípulos comenzaron a llorar y a gemir; es natural, pero él les dijo: “¡Parad! No me molestéis, dejadme investigar. ¡No me distraigáis! Podéis llorar luego, pronto me habré ido. Ahora mismo, dejadme investigar qué es la muerte. Toda mi vida he estado esperando este momento para entrar en la realidad de la muerte”.

Él fue envenenado. Estaba tumbado en su cama observando qué es la muerte. Investigando qué es la muerte. Y entonces dijo a sus discípulos. “Mis pies se están entumeciendo, pero sigo siendo tanto como era antes. No se me ha quitado nada. La sensación de mi ser es total como antes. Mis pies se han ido”. Luego dijo: “Mis piernas se han ido, pero aún soy el mismo. No puedo verme reducido a algo menos. Permanezco total”. Luego continuó: “Mi estómago se está entumeciendo, mis manos se están entumeciendo”. Pero él estaba muy animado, extático. Y siguió: “Pero aún os digo: soy el mismo, no se me ha quitado nada”. Y entonces comenzó a sonreír y dijo: “Esto muestra que tarde o temprano la muerte tomará también mi corazón, pero no puede tomarme a mí”. Luego continuó: “Mis manos se han ido, ahora incluso mi corazón está apagándose, y estas serán mis últimas palabras porque mi lengua se está entumeciendo. Pero os digo, recordad, estas son mis últimas palabras; aún soy el mismo, total”.

Esto es investigar la muerte. Desde la concepción misma hasta la misma muerte, el hombre es una investigación en búsqueda de la verdad. Y si no estás buscando la verdad, no eres un hombre. Entonces has perdido la oportunidad. Entonces, como mucho, pareces un hombre, pero no lo eres. Tu humanidad es sólo una apariencia, pero no está en tu corazón. Y no te dejes engañar por las apariencias: cuando te miras en el espejo puedes ver que eres un hombre, pero eso no prueba nada. A no ser que tu investigación crezca hasta alturas tales que toda tu energía se transforme en pregunta y te vuelvas una búsqueda, no eres un hombre.

Esa es la diferencia entre los demás animales y el hombre. Ellos viven, no preguntan. Simplemente viven, no preguntan. Ningún animal ha preguntada nunca: ¿qué es la verdad? ¿Qué es la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? ¿A qué meta estamos destinados? Ningún árbol, ningún pájaro, ningún animal o esta gran Tierra ha preguntado esto. Este cielo tan tremendamente grande nunca ha hecho preguntas sobre ello.

Esta es la gloria del hombre. Es muy pequeño, pero más grande que el cielo, porque hay algo único en él, la pregunta. Incluso el cielo inmenso no es tan grande como el hombre, porque puede que el cielo tenga un final, pero la pregunta del hombre no tiene final. Es un peregrinaje eterno, sin principio, sin fin.

El blanco y negro es el lenguaje de la civilización. El arco iris es el lenguaje de lo primitivo. El blanco y negro no es un lenguaje verdadero, pero tendemos... todas las personas que se han adiestrado en la lógica aristotélica tienden a pensar en blanco y negro, bueno y malo, noche y día, verano e invierno, bien y mal, ¡blanco y negro! Y no hay otras frases intermedias. ¿Quién está entre Dios y el diablo?, nadie. Esto no es posible. Observa un arco iris: siete colores. Negro a un lado, blanco al otro lado, y entre estos dos una gran gama de colores, uno detrás del otro.

La totalidad de la vida está llena de color. Piensa en colores, no pienses en blanco y negro. Esa es una de las mayores enfermedades que ha afrontado la humanidad. La enfermedad se llama “Aristotelitis”, proviene de Aristóteles. Dices: Ese hombre es bueno, ¿Qué quieres decir? Y luego dices: Ese hombre es malo. ¿Qué quieres decir? Dices: este hombre es un santo, y ese es un pecador. ¿Qué quieres decir? ¿Has visto alguna vez un pecador en el que el santo haya desaparecido completamente? ¿Has visto alguna vez un santo en el que el pecador haya desaparecido completamente? La diferencia puede ser de grado; no es la del blanco al negro.

El pensamiento en blanco y negro vuelve esquizofrénica a la humanidad. Dices: Éste es mi amigo y aquél es mi enemigo. Pero el enemigo puede volverse un amigo mañana, y el amigo puede volverse un enemigo mañana. De forma que la diferencia puede ser, como mucho, relativa; no puede ser absoluta.

Piensa en colores, no pienses en blanco y negro.

La visualización es el lenguaje de los niños, de todos los pueblos primitivos, y del inconsciente. Tu inconsciente también piensa en imágenes.

Kakuan –el monje pintor Zen- intentó primero el lenguaje inconsciente porque es el más profundo: pintó los diez toros. Pero se sintió insatisfecho. Entonces escribió diez poemas como suplemento, como apéndice. La poesía es el camino intermedio entre el inconsciente y el consciente : un puente, un terreno brumoso en el que las cosas no están absolutamente en la oscuridad y no están absolutamente a la luz, están por el medio. Por eso, donde falla la prosa la poesía puede indicar. La prosa es demasiado superficial; la poesía es más profunda. La poesía es más indirecta pero más significativa, más rica.

Pero Kakuan aún se sintió insatisfecho, por lo que escribió comentarios en prosa.

Primero escribió el lenguaje del inconsciente, el lenguaje de los pintores, los escultores, los soñadores; luego escribió el lenguaje de los poetas, el puente entre el inconsciente y el consciente, el de todo el arte. Y entonces escribió el lenguaje de la lógica, la razón, Aristóteles, el consciente. Por eso digo que semejante experimento es único; nadie más ha hecho esto. Buda habló en prosa. Mira cantó en poesía. Pintores y escultores desconocidos han hecho muchas cosas. Pero una sola persona no ha hecho las tres cosas juntas.

Kakuan es excepcional, y debe de haber sido un gran maestro. Su pintura es magnífica, su poesía es magnífica, su prosa es magnífica. Raramente sucede que un hombre tenga un talento tan extraordinario en todas las direcciones, todas las dimensiones de la consciencia.

Continuaremos con los poemas de Kakuan…

sábado, 24 de octubre de 2015

EL VIAJE INTERIOR

Cuando uno entra en un viaje interior, uno abandona el mundo, renuncia a todo lo que obstaculiza el camino, renuncia a todo lo no esencial para poder buscar, descubrir lo esencial. Uno trata de quedar sin lastres para que el viaje se haga más fácil, porque el viaje, este viaje, es hacia lo alto, la mayor altura que existe, el pináculo mismo de las posibilidades humanas, el clímax mismo. Uno deja el mundo, uno renuncia al mundo; y no sólo al mundo: uno renuncia a la mente, porque la mente es la causa del mundo entero. El mundo de los deseos, el mundo de las posesiones, es sólo la parte externa. La parte interna es la mente: la mente deseante, la mente lasciva, la mente celosa, competitiva, la mente llena de pensamientos; esa es la semilla.

Uno renuncia a lo externo, uno renuncia a lo interno, uno se vuelve vacío, eso es de lo único de que se trata, la meditación. Uno se vuelve totalmente vacío. Pero ¿es eso el final? Las pinturas taoístas acababan en el vacío. Kakuan – pintor Zen que dibujó diez pinturas de toros- dice que esto no es el final, uno vuelve al mundo, uno vuelve al mercado; sólo entonces está completo el círculo. Por supuesto, uno vuelve totalmente nuevo. Uno nunca vuelve con lo viejo; lo viejo se ha ido, ido para siempre. Uno viene totalmente renovado, resucitado, renacido, como si este hombre nunca se hubiera ido; como si este hombre viniera totalmente fresco y virgen. Uno vuelve al mundo y vive de nuevo en el mundo y, sin embargo, más allá de él. Uno se hace corriente de nuevo –cortando madera, trayendo agua del pozo, caminando, sentándose, durmiendo-, uno se vuelve absolutamente corriente. En lo profundo de uno, el vacío permanece incorrupto. Uno vive en el mundo, pero el mundo no está en tu mente, el mundo no está dentro de ti. Uno vive sin ser afectado, como una flor de loto.

Uno viene al mercado; no sólo eso, sino que viene con una botella de vino, borracho –borracho de lo divino-, para ayudar a que los demás también se emborrachen, porque hay muchos que tienen sed, hay muchos que están buscando, hay muchos tropezándose en su camino, hay muchos que se hallan en profunda oscuridad. Uno vuelve al mundo debido a la compasión. Uno ayuda a que lleguen otros viajeros. Uno ha llegado, ahora ayuda a que lleguen otros. Uno se ha iluminado, ahora ayuda a alcanzar el mismo objetivo. Y todos y cada uno están buscando el mismo objetivo.

El vacío es perfecto, dejad que lo repita, pero aún queda una perfección por alcanzar. El vacío es perfecto de forma negativa. Has renunciado, esto es negativo, pero aún no has amado. Falta lo positivo. La desdicha se ha ido, el sufrimiento se ha ido, pero aún no estás extático. Has alcanzado el silencio y el silencio es bello, pero tu silencio aún no es una plenitud, no es un desbordamiento; no es una danza gozosa de tu ser interno.
Con esto Kakuan va más allá del taoísmo y más allá del budismo, porque ambos terminaban en el vacío, como si el viaje estuviera completo. Has llegado al Everest, fresco, sosegado, en calma. Ahora, ¿para qué volver al mercado? Pero si tu meditación no se convierte en compasión, entonces tu meditación de alguna forma está ocultando tu ego, entonces tu meditación aún es egoísta.

Si no lloras, si no llegan las lágrimas a tus ojos por los demás, y si no empiezas a regresar al mundo para ayudar a los que tropiezan, entonces de alguna forma tu meditación aún no es religiosa. Te ha ayudado; puede que te sientas muy, muy bien, pero a no ser que se convierta en compasión y se desborde en todas las direcciones, el árbol se ha parado en un punto, aún no ha florecido. El árbol es verde, está sano, tiene un aspecto perfectamente bello, pero un árbol sin flores no está totalmente realizado. Un árbol sin flores puede que sea muy bello, pero aún queda una perfección por alcanzar. El árbol debe florecer, el árbol debe liberar la fragancia a los vientos para que pueda llegar a los confines mismos de la existencia.

Kakuan trae al buscador de vuelta al mundo. Por supuesto, es totalmente diferente, así que, naturalmente, el mundo no puede ser igual. Él vuelve al mercado, pero permanece en su meditación; ahora, el mercado ya no puede convertirse en una distracción. Si el mercado se convierte en una distracción, entonces tu meditación aún no está completa. Si algo puede distraerte, entonces tu meditación ha sido algo forzado, te has hecho silencioso, de alguna forma te has controlado a ti mismo. Tu meditación aún no es espontánea, no es un flujo natural. No te ha sucedido; tú has hecho que suceda. De ahí el miedo a volver al mercado.

Encontrarás muchos sannyasins en el Himalaya que se han estancado en el octavo toro, el vacío, el silencio. No hay nada de malo en ellos, como mucho se puede decir que no hay nada de malo en ellos, pero no se puede decir que hayan florecido, no se puede decir que su fragancia se lance a los vientos. Su luz aún sólo es parte para ellos mismos. Hay cierta fealdad en ello. Puede que uno no lo vea inmediatamente, pero si reflexionas, verás que esto es egoísmo. Al principio es bueno ser egoísta, de otra forma nunca crecerías; pero al final, cuando la meditación alcanza una conclusión, un crescendo real, el ego debe desaparecer, el egoísmo debe desaparecer. Deberías hacerte uno con la totalidad.

Y no sólo eso: Kakuan dice que uno llega con una botella de vino. ¡Tremendamente significativo!: uno llega borracho de lo divino. Uno no es solamente silencioso, uno baila, canta, se vuelve creativo. No está simplemente escapándose y ocultándose en una cueva. Uno es tan libre ahora que no hay ninguna necesidad de ocultarse en ningún sitio. Ahora la libertad es una cualidad propia. El mundo se vuelve una aventura nueva. El círculo está completo: desde el mundo de vuelta al mundo; comenzando desde el mercado, acabando también en el mercado. Por supuesto, totalmente diferente, porque ahora no tienes mente, de manera que el mercado es tan bello para ti como el silencioso Himalaya; no hay diferencia. Y la gente está sedienta. Tú los ayudas, les muestras el camino.

Buda ha dicho que cuando alguien llega, hay dos posibilidades. O bien permanece satisfecho en su logro, sin salirse de él; entonces es como una balsa de agua, fresco, tranquilo, silencioso, sin ondas, pero aún una balsa de agua; en cierta manera estático, no como un río, que fluye. Buda ha usado dos palabras. Si te vuelves como una balsa de agua te llama arhat. Arhat significa uno que ha alcanzado la perfección pero al que no le interesan los demás. Y la otra palabra que usa es bodhisattva. Si tu meditación florece y se vuelve compasión eres un bodhisattva; entonces ayudas a los demás y tu éxtasis es compartido.

Kakuan pintó diez pinturas de la búsqueda entera del hombre, y el hombre es una búsqueda. No sólo hace preguntas: es una pregunta.

Desde el momento mismo de la concepción, la búsqueda comienza. Si preguntas a los científicos te dirán que cuando un hombre y una mujer se unen, el hombre libera millones de células, y esas células comienzan a correr a algún sitio, hacia el huevo femenino. No saben dónde está, pero corren rápidamente. Ha comenzado la búsqueda. Son células muy diminutas, pero buscan el huevo. Una de ellas lo alcanzará; las demás perecerán en el camino. Una de ellas llegará al huevo, nacerá al mundo.

En ese momento ha comenzado la búsqueda, ha comenzado la pregunta. La búsqueda continúa hasta la muerte…


sábado, 17 de octubre de 2015

LAS VERDADERAS TRADICIONES

Nadie puede hacer una imagen de lo divino porque lo divino quiere decir el todo. ¿Cómo puedes hacer una imagen del todo? Pero no estoy diciendo que no puedas hacer mapas, no estoy diciendo que no puedas crear símbolos. Lo único que hay que recordar constantemente es que un símbolo es un símbolo y no la verdad. No te aferres al símbolo como a una verdad. En el momento en que te olvidas del símbolo como símbolo, y éste se convierte en la verdad misma, entonces... entonces pierdes toda la perspectiva.

La gente puede tolerar a una persona vestida de color naranja. Puede tolerar a dos, tres, cuatro, cinco personas: ¿hasta cuántos pueden tolerar? ¡Voy a crear miles! Y cada persona de naranja será una ofensa. Su presencia será una molestia, una conmoción. ¿Cuántos pueden tolerar? ¿y durante cuánto tiempo?

Esas personas vestidas de naranja tienen una función; todo lo que se hace aquí tiene una función.

No hace falta que tengas miedo; eso es exactamente lo que está sucediendo. No todas las tradiciones son malas. Depende.

Por ejemplo, el cristianismo es una tradición, al igual que el islam ó el budismo. ¡El zen es también una tradición! ¡Y el sufismo también! Pero no los pongas en la misma cesta; son totalmente diferentes.

El cristianismo es una tradición de culto, igual que el islam y el budismo. Pero el zen, el sufismo, el hassidismo no son tradiciones de adoradores, son tradiciones de exploradores.

Son las tradiciones de los que están realmente hambrientos de la verdad, de los que están sedientos.

Muchos han recorrido el camino, ¿no te gustaría beneficiarte de sus experiencias? Esto es una auténtica tradición.

Muchos han buscado antes que tú. No estás buscando la verdad por primera vez. ¿Por qué deberías empezar desde el ABC? Tú te podrías beneficiar de toda esa experiencia. Por eso estoy hablando continuamente de estas tradiciones: sufismo, hassidismo, tantra, yoga, zen, tao. ¿Por qué? Todas son tradiciones, pero ¡hay tradiciones y tradiciones!

La tradición que se convierte sólo en un culto, que sólo es una creencia, que simplemente consuela y no te transforma, está mal. Pero hay tradiciones que pueden transformarte, que son grandes corrientes de energía: si puedes unir tus manos con esas corrientes, tu viaje se volverá muy sencillo, fácil. Te irás moviendo en un territorio determinado.

Sí, ésta es la creación de una tradición. Y eres afortunado porque raramente sucede algo así; muy poca gente puede asistir al principio de una tradición, desde su mismo origen. Las personas que lleguen después no serán tan afortunadas. Tendrán que depender de cosas de segunda mano.

Ha habido dos tipos de personas en el mundo. Uno, aquellos que no quieren crear una tradición. Por ejemplo, Krishnamurti no deseaba crear una tradición, pero aun así, ésta está siendo creada. No obstante, él no coopera para que esto ocurra; al contrario, crea todo tipo de obstáculos. Incluso así habrá una tradición, es algo que no puede evitarse. En el momento en que hablas, la tradición está en camino. En el momento en que dices, en el momento en que miras en los ojos de alguien, se crea la tradición. ¿Qué es una tradición? Sólo la siguiente declaración: «¡He llegado!». Quizás no sea en palabras. Podría quedarme tranquilo, en silencio, pero mi silencio sería percibido; y se crearía asimismo una tradición. Es algo que ocurre cuando me comunico con cualquiera en el mundo. Donde hay dos se produce la creación, la creación de la tradición. Si estoy solo no hay tradición. Si estoy solo y no comulgo y no me relaciono entonces no puede nacer una tradición; es imposible.

Siempre que la verdad sucede tiene que ser comunicada. Es una necesidad intrínseca. Igual que cuando una flor se abre la fragancia se esparce; en el esparcirse de la fragancia está el inicio de la tradición.

Krishnamurti dice que no quiere crear una tradición. Decir esto no sirve de nada; la tradición será creada. El Buda nunca quiso crear la tradición pero la tradición fue creada.

Aunque el maestro no quiera crear una tradición por miedo a que un noventa y nueve por ciento de las cosas se hagan mal -y la posibilidad existe-, la tradición finalmente se creará. Y tendrá sólo ese noventa y nueve por ciento de cosas de las que el maestro estaba asustado, porque él nunca hizo nada por potenciar ese uno por ciento restante.

Krishnamurti podría crear una tradición y procurar que en ella existiese ese uno por ciento; sólo él puede hacerlo. Pero serán los discípulos quienes creen la tradición y, como está sucediendo, hagan que exista en ella únicamente el noventa y nueve por ciento de cosas que están mal.

Otra forma es: el maestro decide crear su propia tradición. Hay más posibilidades de que ésta permanezca más cercana a lo esencial, porque él suministrará el uno por ciento.

Todo mi esfuerzo aquí será éste: crear una tradición tan clara como sea posible para que nadie te pueda confundir fácilmente, y tú no te confundas con facilidad.

Es un trabajo consciente. Es la creación consciente de una tradición. Hay más posibilidades de que más gente sea beneficiada por ella. Pero no estoy diciendo que nada irá mal; hay que correr ese riesgo.

La vida siempre es un riesgo. Dices algo y hay un riesgo: alguien lo puede entender erróneamente, alguien puede darle otro sentido. En el momento que hablas, hay ese riesgo. Hay que aceptarlo, es parte del juego de la vida, Ese es el desafío.

Si tú dices: «Tengo miedo de estar participando en la creación de una tradición». No hace falta que tengas miedo. Es exactamente lo que está sucediendo.

O bien participas en ello conscientemente, o vete de aquí. Va a ser una tradición. Va a ser una de las tradiciones creada más conscientemente. Pero si tienes demasiado miedo, tienes miedo a ese noventa y nueve por ciento de cosas que pueden salir mal y no estás interesada en el uno por ciento restante, entonces, por favor, vete. No hace falta que te metas en problemas innecesarios. Eres libre.

sábado, 10 de octubre de 2015

LA SIMBOLOGÍA Y LA IDOLATRÍA

¿Qué es una imagen? Una imagen representa algo. Si entiendes que representa algo y no es lo que está representado, entonces no hay ningún problema. En el momento que te olvidas que representa algo y se vuelve ese algo en sí mismo, entonces surge el problema.

Por ejemplo, ves un mojón kilométrico. En el mojón está escrito «Delhi 50 kilómetros». Ese mojón no es Delhi, a pesar de que en él está escrito Delhi. Ese mojón está diciendo simplemente: «Sigue adelante. Delhi está a cincuenta kilómetros de aquí». Si la estatua en el templo es sólo un mojón, entonces no hay problema. Si te crees que es Dios, entonces surge el problema.

¡El mala alrededor de tu cuello no soy yo! Si entiendes eso, que simplemente me representa a mí, que es solo un símbolo, una metáfora, entonces no hay ningún problema. Si te olvidas de eso y empiezas a hablar con el mala, y a escucharlo y te olvidas por completo de mí, porque no hay necesidad de venir aquí, porque si tienes el mala, me tienes a mí, entonces has caído en una trampa. Te has convertido en un idólatra. Entonces estás entrando en un estado muy neurótico. El símbolo se ha convertido en la misma verdad.

La palabra "fuego" no es el fuego; no puedes cocinar con ella. ¿O es que puedes cocinar con ella? Cuando quieres cocinar, no escribes la palabra "fuego" ni pones sobre ella la tetera. No funcionará. Pero los símbolos tienden a convertirse en realidades.

La palabra "dios" no es Dios; es una palabra hermosa. En el momento que empiezas a creer que la palabra "dios" es Dios, entonces has caído en una trampa, porque la palabra habrá dejado de ser un símbolo, habrá usurpado la misma realidad. La palabra "amor" no es amor. !Lo sabes! Pero si crees que sí, y sin sentir ningún amor sigues amando a la gente porque les dices «Te amo», nunca sabrás lo que es el amor. Ese es el problema.

No hay nada en el mundo que pueda representar a Dios como es, ni un símbolo, ni una metáfora, ni un signo. Pero el hombre es tan estúpido: o bien quiere hacer de su símbolo la realidad, o quiere tirar el símbolo. Ambas son actitudes estúpidas. No hace falta que quemes la estatua, no hace falta que quemes el templo, porque el que va a quemar el templo es tan tonto como el que va a adorar en él. El templo es sólo un símbolo para recordarte que el mundo no lo es todo, que la tienda y la oficina y la fábrica no lo son todo. El templo está ahí justo en medio de la ciudad para recordarte que hay algo que todavía no has explorado. Es un mojón. Por eso está hecho en medio de la ciudad -la iglesia, el templo, la mezquita-, por eso a la gente que pasa, arriba y abajo, se les recuerda una y otra vez que hay algo que todavía no han explorado. «He explorado el dinero, el poder, pero todavía no sé por qué este templo está ahí.»

Ese templo es un recordatorio constante: «Yo también estoy aquí. Más pronto o más tarde la muerte te llevará. Entra, experimenta algo del más allá, porque a través de mí es posible trascender la muerte».

He oído...

A Renoir, el gran impresionista francés, le preguntaron una vez cómo sabía cuándo estaba terminado un retrato de un desnudo. El maestro respondió: «Cuando dejo de pintar y tengo ganas de pellizcado».

Sí, eso sucede: una pintura te puede fascinar hasta ese punto. Y sabes que es sólo un cuadro, pintura sobre un lienzo, pero se puede convertir en carne y puede que te den ganas de pellizcarla. Pero entonces te estás convirtiendo en un necio.

Eso pasa cada día. Vas a ver una película, y sabes perfectamente que la pantalla está vacía y que detrás de ti hay un proyector, y que en la pantalla sólo hay sombras y nada más -no hay mujer, no hay hombre, no está pasando nada allí, todo está vacío-, pero muchas veces vas a ese sitio en donde olvidas, donde los símbolos en la pantalla se convierten en realidades.

Empiezas a llorar, y más tarde te reirás: «Qué tonto fue todo». Es bueno que en los cines esté siempre oscuro; ayuda a la gente a relajarse. De otra forma sería duro. Si alguien te ve llorando parecerías muy infantil. ¡O a veces te excitas tanto! Hay escenas que pueden alterar tanto tu espíritu que no puedes quedarte tranquilo en tu asiento, tu espalda se pone recta, tus ojos se quedan fijos, tu corazón deja de latir. Empiezas a vivir la película, pasas a formar parte de ella. Has dejado de ser el observador, te has convertido en lo que ves. El observador se pierde en lo observado.

Leyendo una novela te puedes excitar mucho. Hay libros que no puedes leer si estás solo en una casa en mitad de la noche, libros de fantasmas, historias de detectives, asesinatos. Si estás solo en la casa y está oscuro, te puedes quedar tan fascinado con la novela que podrías empezar a sentir que lo que está sucediendo en ella pasa en ese momento a tu alrededor El viento llega y golpea en la puerta y tú justo estabas leyendo la historia de un fantasma... y te olvidas por completo. Entonces estás perdiendo consciencia.

La foto en el mala no soy yo; ¡por favor, no la pellizques! Es solamente una representación. Y ayuda, porque eres muy inconsciente. Hace que recuerdes.

Lo mismo ocurre con el color naranja: sólo sirve para que no olvides. Allá a donde vas la gente te mira impactada; su reacción te recuerda que vas de naranja, que eres un sannyasin. Justo ibas a decir algo, o a golpear a alguien, y ves el color naranja y algo te detiene. Te quedas inmóvil. En ese momento ha habido una gran consciencia: ibas a seguir esa vieja costumbre de decir algo feo, y te das cuenta de que te estás comportando como un estúpido. Ibas a decirlo y, de repente, el recuerdo. El mala se mete en medio, o el naranja. Y todos esos momentos de recuerdo pueden llevar a una gran transformación. Eso no es idolatrar.

Idolatrar es cuando guardas una foto de algún santo y la adoras, y eso es todo. Idolatrar es adorar sin estar de ninguna manera implicado en un proceso de transformación. Si una imagen puede recordarte a ti mismo, eso no es idolatría.

¿Has entrado en un templo budista? ¿Has visto una estatua budista, una estatua del Buda? Ese mármol blanco, esa tranquilidad, esa postura; hasta el mármol parece que está vivo, tanta calma, esta tranquilidad que rodea la estatua. La forma de la figura crea su propia vibración.

Ahora se están llevando a cabo muchos trabajos científicos sobre la forma. Se dice que la forma de las pirámides tiene una función determinada. Si te sientas en el interior de una de ellas, tendrás experiencias nuevas que quizás no tengas sentado en el exterior, porque la forma de la pirámide moldea de una manera especial el espacio y produce cierta vibración.

Se han fabricado pequeñas pirámides para mantener tus cuchillas de afeitar afiladas. Y te sorprenderás: una hoja de afeitar guardada en una pirámide pequeña se puede usar durante años sin que se estropee. Fuera de la pirámide, esa misma hoja de afeitar perdería su filo en pocos días. ¿Qué sucede en ese espacio? El espacio piramidal afila de alguna forma la hoja de afeitar. ¡Esto es un milagro! Pero ahora es un hecho científico. ¿Si puede afilar la hoja de afeitar es posible que pueda afilar tu consciencia, que pueda aguzar tu mente? Es posible. Fueron inventadas por grandes maestros.

Se ha conocido otro hecho: unos científicos estaban trabajando en una pirámide y por accidente entró en ella un gato y murió en el interior. Encontraron el cuerpo muerto después de dos meses. No estaba en absoluto deteriorado, no olía. Quedaron sorprendidos. «¡Es un milagro!» Entonces se encontraron por casualidad con el hecho: ésta es la razón por la que las momias se guardaron en el interior de las pirámides. La forma de estas construcciones impide que los cuerpos se corrompan. Ahora esto puede ser un gran secreto.

Si quieres entrar profundamente en meditación, lo conseguirás más fácilmente debajo de una pirámide, porque necesitarás menos alimento, menos agua. Dentro de una pirámide puedes ayunar durante mucho tiempo con más facilidad que fuera, porque en ese espacio puedes vivir con un mínimo gasto de energía. Un cuerpo muerto puede preservarse dentro de una pirámide. Y algunas veces sucede en profundo samadhi, que desapareces en lo interno tan profundamente que tu cuerpo se siente casi muerto.

Le solía ocurrir a Ramakrishna: entraba en samadhi durante seis días seguidos y el cuerpo permanecía casi muerto. Los discípulos tenían que estar dándole masajes continuamente, para que pudiera regresar. Tenían que calentar el cuerpo y masajearlo para mantener el flujo de la sangre. Ahora bien, esto no hubiera sido necesario si Ramakrishna hubiera sido colocado dentro de una pirámide.

Esas pirámides fueron creadas por grandes maestros, grandes exploradores de lo interno. La forma de una estatua de Buda es la forma de la meditación. Nunca, ni siquiera por un momento, pienses que es una imagen realista, no. ¡El Buda nunca tuvo ese aspecto! No representa su cuerpo físico, simplemente representa la forma interna de energía. Esa es la forma de tu energía interna cuando entras en un silencio absoluto. Esto se ve mejor con la fotografía Kirlian que con la fotografía corriente.

Recuerda, en una fotografía corriente tu figura es captada por una plancha en la cámara. La fotografía Kirlian no capta tu figura, sino la electricidad que está fluyendo alrededor de ella, capta el campo eléctrico. La estatua del Buda es una estatua Kirlian, no una foto de una cámara corriente. Representa la forma de la energía interna; cuando todo se queda silencioso, cuando la mente desaparece. Es el símbolo de la no mente.

Si crees que es el Buda y vas y le colocas algunas flores allí y te postras y te olvidas de todo lo demás, entonces eres un idólatra. Pero si vas y te sientas allí y sientes la energía, la forma de la energía, y creas esa forma de energía en ti mismo, en tu propio ser, esto no es idolatría, esto es pura ciencia. Entonces esa estatua está funcionando sólo como un mapa para recordarte cómo deberías ser.

Algunas veces diré muchas cosas en contra de la idolatría -las digo-, pero no estoy diciendo que todos los que tienen imágenes son idólatras, no. El noventa y nueve por ciento de la gente lo son, pero ese uno por ciento es suficiente para probar la verdad.

Dicen que si puedes encontrar un cuervo blanco será suficiente para demostrar la falsedad de la afirmación de que todos los cuervos son negros. Un solo cuervo blanco será prueba suficiente. No habrá necesidad de aportar dos cuervos blancos para destruir la certeza de que todos estos pájaros son negros. Uno sólo bastará.

Ese uno por ciento es suficiente para probar que hay algo más en la imagen que la misma imagen. Puede ser un mapa de la consciencia, puede ser un símbolo. Si sólo eres un adorador no te darás cuenta. Si no eres un adorador, si eres un explorador, un buscador, te sorprenderá cuántas claves contiene una estatua de Buda; millones. La exploración es grande, es una gran aventura. La forma del templo, de la iglesia, de la mezquita tienen algo que ver con el trabajo interno. Pero entonces estás siendo simplemente científico.

sábado, 3 de octubre de 2015

QUÉ ES LA MENTE EN SI MISMA

La mente nunca entiende. Con la mente no hay comprensión. Ésta es un fenómeno totalmente diferente en ti: sucede sólo en la no mente. La mente pretende entender y no entiende nada. Es una gran mentirosa.

Puedes entender sólo cuando empiezas a ver, a sentir; cuando te das cuenta de algo. Tendrás que poner la mente a un lado. Ese es el significado de ser sannyasin: pones tu mente a un lado, empiezas poco a poco, yendo hacia algo que no es la mente en absoluto.

¿Qué es la mente?: el pasado, lo aprendido, el conocimiento con el que has sido alimentado. La mente es una computadora. La sociedad la ha usado, los padres la han usado, los políticos, los sacerdotes la han usado. Han puesto mil y una cosas en ti; esa es tu mente. ¡No eres tú! y puedes dejar tu mente de lado, ¡porque no eres tú! Tú eres el testigo. Tú no eres el pensamiento, sino el que ve el pensamiento pasar parpadeando. Observa... cuando surge un pensamiento, ¿eres tú el pensamiento?

Sientes enfado, o amor, o compasión, y los pensamientos están apareciendo en ti; pensamientos de rabia, de amor o compasión, hay una gran cantidad de pensamientos pasando, un tráfico de pensamientos. ¿Eres tú ese tráfico? ¿Entonces quién es el que los ve? ¿Entonces quién está mirando ese tráfico? El que está mirando no puede ser parte de ese tráfico, tiene que ser trascendental a ese tráfico. Tú no puedes ser lo que estás viendo. El que ve no puede ser lo visto. El meditador no puede meditar sobre sí mismo.

Cuando empiezas a observar la mente, tus pensamientos, una consciencia totalmente nueva surge en ti: te vuelve el testigo, te vuelves un espejo. Ese espejo entiende. La comprensión es parte de ese espejo.

La mente es una tramposa. Es hipócrita, engañosa, un engaño. Sin entender nada de lo que está sucediendo te sigue diciendo: «Yo entiendo. Mira, sé esto. He leído esto. He pensado todo esto».

Pero en el individuo se crea la falacia de que la mente es suya, y entonces empieza a actuar de acuerdo a la sociedad, siguiendo a la sociedad, pero sintiendo que funciona independientemente. Éste es un dispositivo muy astuto.

Tu mente no es tu mente, esto es algo básico a recordar. Tu mente es un implante de una sociedad en la que has nacido accidentalmente.

La estrategia para crear un tipo de mentalidad en ti es repetir ciertas cosas continuamente. E incluso si es mentira lo que se repite continuamente, empieza a convertirse en verdad; te olvidas de que en un principio era mentira.

Todo aquello que llena tu mente, si lo tomas elemento a elemento e intentas averiguar y descubrir las pruebas, las evidencias, las explicaciones, te quedarás sorprendido: estás llevando una carga innecesaria.

Todo el mundo está fuera de si. No son sólo los locos los que están idos, tú también estás ido. La diferencia sólo es de grado, no de cualidad; un poco más y en cualquier momento puedes traspasar los límites. La diferencia entre los que viven en los manicomios y los que están fuera es solamente de cantidad, no de cualidad. Todos estamos locos, porque todo el mundo busca resultados, metas, objetivos. Se ha de obtener algo. Y así llega el nerviosismo, el temblor interior, entonces no puedes estar impasible por dentro. Y cuando tiemblas por dentro, el objetivo se duplica, o cuadruplica o se multiplica por ocho.

La mente no puede estar sana porque nunca puede estar entera. La mente siempre está dividida; la división es su base. Si no puede estar íntegra ¿Cómo va a poder estar sana?, y si no puede estar sana ¿Cómo va ser sagrada? Todas las mentes son profanas. No existe cosa tal como una mente santa. Un hombre santo vive sin mente porque vive sin división.

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