sábado, 5 de diciembre de 2015

BUSCÁNDOSE ASÍ MISMO

El hombre es el único animal que dibuja su imagen, su propia imagen. Ningún otro animal lo ha hecho nunca. No sólo dibuja imágenes de sí mismo; se para ante el espejo, se mira a sí mismo reflejado. No sólo eso, se para ante el espejo, mira su reflejo y se mira a sí mismo mirando su reflejo, y así sucesivamente. A causa de esto surge la autoconciencia. A causa de esto nace el ego. A causa de esto, al hombre le llegan a interesar más los reflejos que la realidad.

¡Observa tu propia mente! Te llega a interesar más una imagen pornográfica que una mujer auténtica. Las imágenes tienen un control tremendo sobre la mente humana; por eso el hombre vive en una ficción. Y el autoconocimiento no es posible en la ficción. Te tiene que interesar más lo real que lo reflejado. Hay que romper los espejos. Tienes que volver a casa; si no, seguirás alejándote más y más de ti mismo.

Este interés en reflejos, ficciones, sueños, pensamientos, imágenes, es la causa básica por la que el hombre no puede conocerse a sí mismo. No está interesado en absoluto en sí mismo. Está más interesado en la opinión de los demás, en lo que piensan de él. Eso, de nuevo, es un espejo. Estás continuamente preocupado por lo que la gente piensa de ti. No estás preocupado en absoluto por saber quién eres –esa no es una búsqueda real-, sino por lo que la gente piensa que eres. Por eso continúas decorándote. Tu moralidad, tu virtud, no es más que una decoración para poder parecer bello, bueno, honrado, religioso, a los ojos de los demás. Pero eso es una gran pérdida.

Que la gente piense que eres religioso no te hace religioso. Que la gente piense que res feliz no te hace feliz. Y una vez que estás en la pista falsa, puedes desperdiciar toda tu vida.

Ten más interés en ser feliz que en que piensen que eres feliz. Ten más interés en ser bello que en que piensen que eres bello, porque los pensamientos no pueden satisfacer tu sed, los pensamientos no pueden satisfacer tu hambre. Que la gente piense que estás bien alimentado o no, no es la cuestión; no puedes engañar al cuerpo. Se necesita comida real, las imágenes de comida no bastarán. Se necesita agua real, las imágenes de agua, las fórmulas del agua, no bastarán. H2O no puede saciar tu sed. Una vez que comprendes esto, comienza el descubrimiento.

Obsérvate a ti mismo. Te pillarás con las manos en la masa muchas veces al día, pensando en ficciones en vez de en la realidad. Mirarse en el espejo y pensar que te estás mirando a ti mismo es una de las cosas más absurdas. El rostro que se refleja no es tu rostro; es sólo la superficie, es sólo la periferia. Ningún espejo puede reflejar tu centro. Y la circunferencia no eres tú. La circunferencia sigue cambiando a cada momento; es un flujo.

¿Por qué estás tan atraído por la forma? ¿Por qué no por lo real? Un hombre que se busca a sí mismo, al que ha llegado a interesarle el autoconocimiento, va rompiendo todos los espejos. No sonríe porque la gente le está mirando y una sonrisa causará una buena impresión, sonríe cuando lo siente. Su sonrisa es auténtica. No depende de la gente, no depende de quién esté mirando. Él vive su vida. No está siempre intentando convencer a una audiencia de que “soy de tal o cual manera”.

Recuerda: la gente que está demasiado interesada en convencer a los demás es gente vacía, hueca por dentro. No tienen nada auténtico. De otra forma, el deseo desaparecerá. Si eres feliz, eres feliz, y no piensas en ello, en que tienes que verlo reflejado en los ojos de los demás. No vas recogiendo opiniones. Cualquier identidad que creas tener, simplemente analiza y verás que miles de personas han dicho cosas sobre ti y tú las has recogido. Algo que dijo tu madre, algo que dijo tu padre, tu hermano, los amigos, la sociedad, y tú has recogido todo eso. Por supuesto, va a ser contradictorio, a causa de tanta gente, tantos espejos. Tu identidad es autocontradictoria. No puedes llamarla un “yo”, porque un “yo” sólo es posible cuando ya has dejado de vivir en contradicciones. Pero para eso tienes que entrar en tu interior. Lo primero que hay que comprender es que tu ser ya te está esperando, dentro de ti. No necesitas mirar a los ojos de nadie más.

No creas en los espejos, cree en la realidad.

He oído que sucedió una vez:

Un viejo clérigo aconsejó a un político que se pusiera bajo la lluvia y elevase la cabeza hacia el cielo:

-Le traerá una revelación –le prometió.

Al día siguiente, el político volvió.

-Seguí su consejo –le dijo-, y el agua cayóme por el cuello y me sentí un tonto.

-Bueno –dijo el clérigo-, para ser la primera vez, ¿no le parece bastante revelación?

Si puedes comprender tu necedad, eso es ya toda una revelación; sí, lo es, porque el viaje comienza en ese punto.

Un hombre que está constantemente preocupado por la impresión que causa en otros, qué aspecto tiene en los espejos, es un necio, porque está desperdiciando una gran oportunidad en la que son posibles tremendas experiencias. Pero no ha dado el primer paso, por miedo a parecer tonto. No tengas miedo a la necedad porque, si no, continuarás siendo un necio.

Un día u otro tienes que aceptar el hecho de que hasta ahora has estado viviendo en una profunda estupidez. Y si continúas viviendo de esa forma –a través de espejos, reflejos, opiniones-, poco a poco pierdes tu individualidad, te haces parte de las masas, pierdes tu alma. Entonces no eres un individuo auténtico.

La palabra “masa” proviene de la raíz latina massa. Massa significa algo que puede ser moldeado, amasado. Y cuando digo que te conviertes en masa, quiero decir que constantemente estás siendo moldeado por los demás, amasado por los demás. Pero tú lo permites, tú cooperas con ello. Tú te tomas todo tipo de molestias para hacerte parte de la masa, de alguna multitud, porque al estar solo pierdes tu identidad. Toda tu identidad depende de la masa.

Es por eso que la gente, cuando se jubila, muere antes. Los psicoanalista dicen que se cortan al menos diez años de vida. Los políticos, cuando están en el poder, están muy sanos; en cuanto ya no están en el poder, su salud desaparece, mueren pronto, porque sin poder, toda su identidad empieza a desaparecer como un sueño. Sin el cargo, de pronto ya no eres nadie. No has sido nadie en toda tu vida, pero sigues creyendo en las ficciones que creas en torno a ti.

Un hombre que es un gran oficial piensa que es insigne; en cuanto ya no ocupa ese puesto, toda la eminencia desaparece. Un hombre que es rico cree que es rico por su riqueza; siente que es alguien. Si de pronto va a la bancarrota, no es sólo que su salud desaparezca, su propia alma desparece, toda su identidad desaparece. Era un barquito de papel, era una casa de naipes, una pequeña brisa, y todo desaparece.

No hay comentarios:

Buscar este blog