sábado, 26 de diciembre de 2015

LAS FICCIONES EN LA VIDA

¿Has visto a las gentes en el cine, viendo una película, lo diferentes que son? Lloran si algo sucede en la pantalla, fluyen lágrimas de sus ojos. En la vida real no los encuentras tan bondadosos, tan compasivos. En la vida real puede que sean muy duros. Pero viendo una película –y no hay nada en la pantalla; sólo luz y sombra, un juego, un sueño- lloran y gimen y se ríen, y se emocionan. En vez de mirar la película, resultará más valioso mirar a los espectadores. ¿Qué les está pasando a esas gentes?

El hombre parece estar más interesado en lo ilusorio que en la realidad. Y si intentas despertar a alguno de su mundo ilusorio, se enfada; nunca te perdonará. Se vengará, le has perturbado. Estas ficciones de la mente y la constante voluntad de escapar son los dos problemas que hay que confrontar.

He oído que:

Una madre quería pasar el sábado por la tarde de compras por el centro, y el padre, de profesión estadístico, aceptó de mala gana sacrificar su partida de golf y quedarse con los niños. Cuando volvió, el padre le entregó el siguiente informe sobre la tarde:

“Secar lágrimas, nueve veces. Atar zapatos, trece veces. Comprar globos, tres veces por niño. Duración media del globo, trece segundos. Decir a los niños que tengan cuidado y no crucen la calle, veintiún veces. Número de sábados que volveré a hacer esto, cero”.

Un estadístico es un estadístico. La mente es muy matemática; por eso la mente se ha vuelto tan poderosa. Por eso resulta tan difícil salirse de la mente. Has invertido tanto en ella: toda tu eficacia, todo tu calibre, toda tu carrera, todo depende de la mente. Y en la meditación tienes que salirte de ella. De ahí que muchas veces decidas salirte, pero en lo profundo de ti sigues aferrándote.

La mente recompensa de muchas formas. Especialmente en el mundo, si existes en un estado de no mente, no podrás competir, no podrás luchar violentamente; no puedes tomar parte en la implacable competición por salir adelante que tiene lugar continuamente. En esta multitud de locos, no podrás participar. Irás por la calle a un lado; encontrarás un camino propio.

Por supuesto, te harás rico, tremendamente rico, pero la sociedad no lo contará como riqueza. Serás bello, tremendamente bello, pero tu belleza será incomprensible para las mentes mediocres de que consta la sociedad. Serás muy, muy feliz, dichoso, silencioso, pero la gente creerá que te has vuelto loco, porque a ellos la desdicha les parece el estado normal de la mente humana. Ser desdichado les parece bien, pero ser dichoso les parece un tipo de locura. ¿Quién ha oído alguna vez de un hombre que sea feliz sin estar loco? No sucede nunca.

La mente es la masa humana interna. La masa ha creado un mecanismo dentro de ti; desde ahí se te controla. La sociedad cree en ciertas cosas; la sociedad ha inculcado esas creencias en ti. En lo profundo de ti, cuando apenas te dabas cuenta, te hipnotizó para seguir un cierto papel. Si haces algo en contra de ese papel, la conciencia inmediatamente te dirá que no.

Esa conciencia no es realmente consciencia; es un sustituto, un truco social, es política. La sociedad ha creado ciertas reglas en tu mente, y si vas contra ellas, la voz de la sociedad surge inmediatamente en tu interior: No lo hagas. Está mal. Es pecado. La sociedad te fuerza desde dentro para que te sientas culpable.

Si quieres salirte de lo que llaman conciencia, y lograr una consciencia real y auténtica, necesitas hacer un gran esfuerzo. Y todo el esfuerzo va a ser éste: llevar la consciencia desde la mente a la no-mente, de la conciencia a la conciencia.

La conciencia te la da la sociedad; la consciencia surge en ti. La conciencia es prestada, rancia, podrida; la conciencia viene del pasado, que ya no existe, la vida ha cambiado completamente. La consciencia viene de ti. La consciencia siempre es del presente, siempre es fresca. La consciencia te hará más íntegro, la consciencia es integridad.

La palabra “integridad” es una palabra latina; proviene de dos raíces, in y tangere. Tangere significa puro, entero, incorrupto, virgen. Un hombre íntegro está entero; no es múltiple, es uno. Un hombre íntegro es puro, sin corromper por el pasado, virgen. Y de esa virginidad surge la fragancia que llamamos religión.

Moralidad no es lo mismo que religión. La moralidad es un truco social.

La religión es un descubrimiento individual, tienes que descubrir la religión.

La moralidad puede ser dada; la religión, nunca.

No hay comentarios:

Buscar este blog