sábado, 2 de enero de 2016

SER SENSIBLE A LA TOTALIDAD

Cuando te haces sensible, sensible a todo lo que está sucediendo a tu alrededor, entonces el sol es cálido, el viento es suave, los sauces son verdes junto a la orilla.

La búsqueda religiosa es diferente de la investigación científica. En la investigación científica tienes que concentrarte, tanto que te olvidas del mundo. Se han dado casos: un científico estaba trabajando en su laboratorio y la casa comenzó a arder, pero él no se dio cuenta. Tuvieron que sacarlo de la casa. Estaba tan concentrado...la consciencia se hace tan estrecha que se excluye, se ignora todo lo demás. Solo, como una diana.

En India tenemos un gran poema épico, el Mahabarata. El Bhagavad Gita es tan sólo una parte de él. Los Pandavas y los Kauravas, los primos hermanos, están siendo instruidos por un maestro de arco, Dronacharya. Un día, pone la diana en un árbol, y pregunta a todos sus discípulos qué están viendo. Uno dice:

-Veo el árbol y el cielo y el sol saliendo.

Otro dice:

-Veo el árbol, las ramas, los pájaros que hay en el árbol. –Y continúa hablando así.

Y entonces llega a su discípulo principal, Arjuna, y le pregunta:

-¿Qué ves tú?

Arjuna dice:

No veo nada, sólo la diana.

Y Dronacharya dice:

-Sólo tú puedes ser un gran arquero.

La concentración es un estrechamiento de la conciencia. Una mente concentrada se vuelve muy, muy insensible a todo lo demás.

Esto es la meditación: volverse sensible a todo lo que está sucediendo, sin elegir nada, simplemente consciencia sin elección.

Mediante la concentración puedes eludir cosas. Te vuelves alerta de una cosa a costa de otras mil y una cosas. En la meditación, simplemente eres consciente sin ninguna exclusión. No pones nada de lado. Simplemente, está disponible. Si canta el ruiseñor, estás disponible. Si se siente el sol, toca tu cuerpo y sientes la calidez, estás disponible. Si pasa el viento, lo sientes, está disponible. Un niño llora, un perro ladra; simplemente eres consciente. No tienes un objeto.

La concentración está dirigida a un objeto. La meditación no tiene objeto. Y en esta consciencia sin elección, la mente desaparece, porque la mente sólo puede permanecer si la consciencia es estrecha. Si la consciencia es amplia, completamente abierta, la mente no puede existir. La mente sólo puede existir con la elección.

Dices: Este canto del ruiseñor es bello. En ese momento se excluye todo lo demás, ha entrado la mente.

Permitidme decirlo de esta forma: La mente es un estado de estrechamiento de la conciencia, la consciencia fluyendo a través de un paso muy estrecho, a través de un túnel.

La meditación es estar en el cielo abierto, disponible para todo, todos tus sentidos se funden en una única sensibilidad. No es que tú seas ojos y nariz y oídos, no, eres ojos, nariz, oídos todo junto. No hay grietas. Ves y oyes y tocas y hueles y saboreas, todo al mismo tiempo, simultáneamente. No eliges un sentido en particular.

Normalmente, todos elegimos. Algunas personas tienden a privilegiar los ojos: sólo ven, no pueden oír tan bien, son ciegos al sonido. Si está sonando alguna música magnífica, simplemente se sienten inquietos: ¿Qué es lo que hay que escuchar? Si hay algo que ver, están listos. Puede que disfruten de un baile, pero no disfrutarán cantando.

Hay personas que tienden a privilegiar el oído. Pueden disfrutar del sonido y cantar, pero sus ojos están embotados. Y lo mismo con los demás sentidos. Cada persona ha dedicado su energía a un sentido, y ese se ha vuelto el factor dominante, el factor dictatorial. Sobre todo, los ojos se han vuelto muy importantes, y el ochenta por ciento de tu energía se dedica a los ojos. Los demás sentidos sufren enormemente porque sólo queda el veinte por ciento para ellos. El ojo se ha vuelto un Adolf Hitler.

Se ha perdido la democracia de tus sentidos.

Por eso, cuando ves a un ciego sientes más compasión que la que te inspira un sordo. De hecho, tu compasión es más necesaria para el sordo, porque un sordo está completamente excluido de la sociedad. Como la sociedad humana es básicamente lenguaje, toda la comunicación se ha cortado. Un ciego no está tan excluido de la sociedad. Un sordo está en una posición más difícil, pero nadie siente tanta compasión por él como por un ciego. ¿Por qué? Porque los ojos constituyen el ochenta por ciento de nuestra civilización.

Por eso, si alguien alcanza la verdad, lo consideramos un gran vidente.

¿Por qué vidente? La verdad se puede escuchar, la verdad se puede saborear, la verdad se puede oler. ¿Por qué lo llamamos un gran vidente?

A causa de los ojos. Privilegiamos los ojos. Y es ese un estado muy desequilibrado. Hay que dar completa libertad a cada sentido, y todos los sentidos deberían fundirse en una gran corriente de consciencia, de sensibilidad.

Un verdadero hombre de entendimiento vive a través de todos los sentidos; su contacto es total. Si un verdadero hombre de entendimiento te toca, inmediatamente sentirás algo que se ha despertado en tu interior; su energía ha tocado tu energía durmiente. Algo surge en ti.

Si oyes la voz de un hombre de entendimiento, su contenido es significativo, pero incluso su voz es significativa. Algo te toca el corazón, algo te calma. Su voz te rodea como una cálida manta, su voz tiene calidez, no es fría. Tiene una cualidad cantarina, cierta poesía.

En esto, el zen es magnífico. Ninguna otra religión, ninguna otra tendencia, ha tocado tan profundamente el camino adecuado. Los sentidos deberían permanecer vivos, no sólo eso: tus sentidos deberían entrar en profundo ritmo y armonía internos, deberían convertirse en una orquesta. Sólo entonces se puede conocer la verdad.

Y entonces, cuando tus sentidos están totalmente vivos y fundiéndose entre sí, puedes apreciar que ésta unidad es como sal en el agua...

Tu consciencia va por todos tus sentidos como sal en el agua.

Y de esta totalidad de la sensibilidad surge el ser, el atman, tu ser auténtico. Crea un ritmo, crea una armonía, crea una orquesta con tu ser.

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