sábado, 5 de marzo de 2016

EL EGO Y TU LUCHA

Cuando desaparece la mente, tú también desapareces, porque tú existes en la lucha. El ego existe en la tensión. Para el ego es necesaria una dualidad. No puede existir con una realidad no dual. Así que observa: cuando estás luchando, tu ego se vuelve muy agudo. Observa veinticuatro horas y verás muchas cimas y muchos valles de tu ego, y muchas veces sentirás que no está ahí. Si no estás luchando con nada, no está ahí. Depende de la lucha.

Por eso la gente sigue encontrando maneras y medios y excusas para luchar, porque sin la lucha simplemente empiezan a desaparecer.

Necesitan una creación constante, tal como uno pedalea una bicicleta. Tienes que seguir pedaleando; sólo así sigue corriendo la bicicleta. Si dejas de pedalear, tarde o temprano la bicicleta se va a caer. Es un milagro: con sólo dos ruedas, en contra de la gravedad, te sigues moviendo. Pero es necesario un pedaleo continuo.

El ego es un milagro: lo más ilusorio, y parece lo más sólido y real. La gente vive y muere por él. Pero necesita un pedaleo constante, y ese pedaleo es tu lucha. Por eso no puedes vivir sin lucha. Encontrarás alguna manera u otra. Empezarás a luchar con tus hijos si no encuentras a nadie más. Empezarás a luchar con tu esposa o con tu marido, a veces sin ninguna razón en absoluto. De hecho, no es necesaria ninguna razón; todas las razones son racionalizaciones. Pero tienes que luchar; si no, empiezas a desaparecer, empiezas a disolverte. Empiezas a caer como si fuera en un abismo, un abismo sin fondo.

Por la mañana, cuando te acabas de despertar, durante unos pocos segundos hay un estado de no ego. Por eso te sientes tan puro y limpio y virgen. Pero inmediatamente el mundo comienza. Incluso durante la noche, cuando estás dormido, sigues luchando, sigues creando pesadillas, para no perder completamente el hilo del ego.

El ego es posible sólo con conflicto, con lucha. Si no tienes nada para luchar, crearás alguna u otra manera para luchar.

El otro día estuve leyendo acerca de un hombre que nunca tuvo una pelea con su esposa, y los vecinos se preguntaban qué tipo de hombre era. Siempre volvía de la fábrica riendo y feliz, nunca cansado, nunca tenso. Incluso su esposa se preguntaba a veces: “Nunca pelea, nunca se enfada, ¿qué pasa?”.

Entonces, el vecindario entero se reunión y le preguntó, y el hombre respondió:

-No es gran cosa. En la fábrica...

Trabaja en una fábrica de cristal en la que, cuando algo no sale suficientemente bien, se lo pasan a él para que lo destruya; ese es su trabajo. Platos, tazas, vasos, se pasa el día rompiéndolos. Dijo:

-Me siento muy feliz, no necesito luchar con nadie. ¡Ya es demasiado! Me siento en la gloria.

Lo sabes muy bien: cuando la esposa no se siente bien, se romperán más platos, se caerán más tazas. Tiene que ser así. El ego encuentra alguna u otra manera, cualquier cosa –imaginaria, incluso imaginaria- servirá, pero hay que destruir algo. Y surge la lucha.

Los leñadores son personas muy silenciosas. Su psicología es diferente: todo el día cortando madera, sacan su ira. Están en una catarsis continua. No necesitan la meditación dinámica. Y verás que son personas muy amorosas. Los cazadores son personas muy amorosas; todo su trabajo es violento, pero son personas muy amorosas, no encontrarás gente mejor que los cazadores. No necesitan sacar su ego contra ti; ya lo han tenido suficiente con los animales.

Si vais a las cárceles a ver a los criminales, os sorprenderá que esos criminales tengan ojos más silenciosos que esos a los que llamáis santos. Vuestros mal llamados santos están sentados sobre volcanes, continuamente reprimiendo algo. Los criminales no han reprimido nada, por eso son criminales. No llevan un volcán consigo. En cierto modo, son buenas personas, más silenciosos, más amorosos, más sinceros. Puedes confiar en ellos. Pero no te puedes fiar de los santos, son personas peligrosas, y están continuamente acumulando mucho veneno. Y también ellos tienen que crear luchas imaginarias.

Debes haber oído lo que les pasa a los santos: el diablo viene a tentarlos. No está en ninguna parte; el diablo no existe, es su propia imaginación. Necesitan alguna lucha; si no, se sienten mal. Su ego no puede existir: ya no forman parte del mercado. Esa competición implacable ya no es para ellos; se han salido de ella. Y ahora, ¿dónde mantener el ego? ¿Cómo mantener el ego? No están metidos en política: ¿dónde mantener el ego? No son poetas ni pintores: ¿dónde mantener el ego? No hacen nada, no luchan con ningún competidor, así que crean enemigos imaginarios –el diablo- y empiezan a luchar con el diablo.

En India tenemos muchas historias en los Puranas, en las escrituras antiguas, en las que cuando los santos están meditando, vienen del cielo mujeres muy hermosas para tentarlos. Pero ¿por qué deberían preocuparse? No están haciendo nada malo meditando. ¿Por qué iba a estar alguien interesado en distraerlos? Pero bellas damiselas del cielo, llegan y bailan a su alrededor. ¡Y ellos luchan bravamente! Intentan vencer la tentación.

Pero todo eso es imaginario. Han dejado a los enemigos reales y ahora van creando enemigos imaginarios, porque el ego no puede existir sin enemigos. Se necesita una lucha; real, irreal, eso es lo de menos. Si hay lucha, puedes existir. Si no hay lucha, desapareces. Por eso, el mayor mensaje que te puedo dar es –recuérdalo- que tienes que llegar a un punto en el que se haya abandonado toda lucha. Sólo entonces te trascenderás a ti mismo. Sólo entonces no volverás a ser el pequeño “yo”, el diminuto y feo “yo” que eres. Lo trascenderás y te harás uno con la totalidad.

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