sábado, 12 de marzo de 2016

LA MEDITACIÓN Y EL EGO

He visto a personas que han estado luchando toda su vida; no sólo en esta vida, sino también en sus vidas pasadas han estado luchando y luchando, se han convertido en guerreros. Se han olvidado completamente del objetivo. ¡La lucha misma se ha vuelto el objetivo! Y siguen luchando, y mediante la lucha van acumulando un ego sutil, muy piadoso, quizá, pero aún venenoso. Siguen acumulando un ego muy sutil. Ascetas, monjes... obsérvalos y descubrirás un ego muy agudo, como acero. En la gente mundana no es tan agudo, porque la gente mundana sabe que es ignorante.

He oído una historia:

Sin pensárselo mejor, un hombre, un hombre muy viejo, consintió en dar con su hijo adolescente y su sobrino una vuelta de prueba con el vehículo experimental que éstos habían montado. Cuando el cacharro no logró tomar una curva, y finalmente botó vertiginosamente hasta quedarse parado en un campo arado, el hombre escondió la cabeza entre sus manos temblorosas.

-¿Estás herido, papá? –preguntó el hijo-. ¿Quieres que vayamos a un médico?

-No –sonó la estudiada respuesta-. Como sólo un burro se montaría en este artilugio, mejor llévame a un veterinario.

El hombre mundano sabe que es un burro. Su ego no puede ser muy agudo. Sabe que ha estado buscando tonterías. ¡Lo sabe!, sabe muy bien que ha estado persiguiendo tonterías, pero se siente débil. Aun sabiéndolo, sigue moviéndose en la vieja trampa, en el viejo sendero, en la vieja rutina. Es caer de nuevo en la vieja trampa, pero vuelve a hacerlo. Conoce sus debilidades, sus limitaciones. Su ego no puede ser muy agudo.

Sucedió que Mulla Nasruddin fue a un psiquiatra y le dijo:

-No tengo mucho dinero, así que no tengo tiempo que gastar en esas tonterías del diván. Lo único que quiero es preguntarle dos cosas.

El psiquiatra dijo que no era esa la forma habitual en que trataba a sus pacientes, pero que en este caso haría una excepción:

-¿Cuáles son las preguntas?

Dijo Mulla:

-Mi primera pregunta es ésta: ¿es posible que un hombre se enamore de un elefante?

El psiquiatra lo pensó seriamente durante unos momentos. Finalmente dijo:

-No, no es posible que un hombre se enamore de un elefante.

Mulla pareció decepcionado. ¿Estaba seguro el doctor? El doctor dijo que no había ninguna duda al respecto.

-Pues entonces –dijo Mulla-, mi segunda pregunta es ésta: ¿conoce a alguien que pueda querer un anillo de pedido enorme?

El hombre mundano corriente sabe que de alguna forma está siendo tonto y estúpido. Su historia de amor es una historia estúpida; está enamorado de elefantes: dinero, poder, prestigio. Sabe muy bien que esto no es posible; sabe que de algún modo va mal, pero se siente incapaz de resistir, se siente incapaz de detenerse, se siente débil. No puede tener un ego grande, agudo.

Pero el asceta religioso, alguien que se ha alejado del mundo y se ha ido al Himalaya, se siente tremendamente egoísta. Su ego es muy agudo, como una espada. Por supuesto, no corta a nadie porque ha abandonado el mundo. Es bueno que haya abandonado el mundo. Se corta a sí mismo, es autodestructivo.

De la gente que está en el mundo, sus egos dañan a los demás. Las gentes que han dejado el mundo, con sus egos sólo se hieren a sí mismos. Se vuelven masoquistas. Empiezan a luchar consigo mismos y a destruirse a sí mismos. De hecho, empiezan a obtener una alegría sutil, pervertida, de las penas que crean, de los sufrimientos que se imponen a sí mismos. Una satisfacción muy pervertida.

Recuerda esto: si te digo que seas consciente, es sólo un ardid. Si te digo que seas disciplinado, es sólo un ardid, una medida útil para ti; no lo conviertas en un objetivo. Recuerda siempre: un día tienes que trascenderlo, así que no te apegues mucho a ello.

Es muy difícil. Primero tengo que enseñar a la gente a meditar; entonces les resulta difícil entrar en meditación. De mala gana... Crean todo tipo de dificultades, pero de alguna forma los fuerzo a que mediten. Luego llega el día en que quiero que lo dejen, entonces no quieren dejarlo.

Primero no querían entrar en el camino, luego se apegan demasiado al camino. Ahora piensan que si dejan el camino habrán desperdiciado toda su vida, es como si ahora se aferrasen a los peldaños, a la escalera. Primero tenían miedo de entrar en ella; ahora no están dispuestos a dejarla.

La meditación es buena, es medicinal. La palabra “meditación” viene de la misma raíz que la palabra “medicina”. Es medicinal. Necesitas una medicina cuando estás enfermo. Cuando estás sano, tienes que trascender la medicina. No es una meta. No deberías llevar siempre los frascos contigo. Y no hay necesidad de estar orgulloso de tus medicinas.

La meditación tiene que ser trascendida.

La consciencia tiene que ser trascendida.

La disciplina tiene que ser trascendida.

Llega un momento en que uno tiene que vivir espontáneamente, cortando madera, trayendo agua del pozo, comiendo cuando se tiene hambre, durmiendo cuando se tiene sueño, siendo absolutamente corriente; uno ya no es mundano, ya no está alejado del mundo; ya no es materialista, ya no es religioso. Sólo simple, corriente. Un hombre que realmente tiene esta cualidad no puede ser categorizado. No puedes llamarlo ni mundano ni religioso. Está más allá de las categorías. Ha ido más allá de la lógica.

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