sábado, 9 de abril de 2016

PERMANECER NATURAL

Desde el principio, la verdad es clara. Desde el principio, la verdad no está oculta. Desde el principio, la verdad está justo ante ti. Desde el principio, no hay nada más que la verdad. Algo ha ido mal en ti, no en la verdad.

La gente viene a mí y pregunta: ¿Por qué es Dios invisible? Yo les digo: No es invisible. Tú estás ciego. No digas que Dios es invisible. Dios está en todo lo que te rodea, dentro y fuera. Dios no es invisible, tú has perdido la capacidad de ver. Dios está aquí ahora. Dios es todo lo que es. Dios es tan sólo un nombre para designar la totalidad, el todo. En millones de formas está visible. En el río que fluye es el flujo. En la flor roja, es el rojo.

Dios no es invisible. De alguna manera, o tú te has vuelto ciego o te has aferrado a tus anteojeras. Permaneces con los ojos vendados. Tus religiones, tu cultura, tu sociedad, tus condicionamientos, la civilización y todas esas tonterías funcionan como una venda en tus ojos. No se te permite abrir los ojos. Te has acostumbrado a vivir con los ojos cerrados. Has olvidado completamente que tienes ojos y que puedes abrirlos. Te has llegado a asustar tanto de abrir los ojos, de ver la verdad, te has acostumbrado tanto a las mentiras, que ver la verdad va a ser muy devastador. Toda tu imagen se derrumbará, se hará añicos. Toda tu casa de naipes simplemente se derrumbará y desaparecerá. Has vivido demasiado en sueños y deseos, y te has asustado demasiado de lo real.

No digas que Dios es invisible. Dios es absolutamente visible aquí y ahora.

Entonces, ¿dónde se desencamina el hombre? Al intentar ser otra cosa, al intentar ser otra persona, al intentar satisfacer algún ideal, al intentar ir hacia el futuro y ser alguien. Hinchar el ego te desencamina.

Abandona todos los ideales. Abandona todas las ideas sobre cómo deberías ser. El “deberías” es el mayor veneno que existe. Vive naturalmente.

Esto es lo excepcional del zen: no te da ideales, te ayuda a ser natural. No te da imágenes que debas seguir e imitar. Los maestros zen dicen: Incluso si encuentras a Buda en tu camino, ¡mátalo inmediatamente! Y si pronuncias el nombre de Buda, enjuágate la boca. Conocen el mensaje exacto de Buda, lo han comprendido; por eso pueden ser tan duros. Parecen duros; no lo son. Lo que dicen es que sólo puedes ser tú mismo, así que no se debería permitir la imitación. Deberías destruir todas las semillas de la imitación; de otra forma, te volverás algo falso, serás un farsante.

Simplemente, sé tú mismo. No hay otro objetivo que alcanzar. Vive alerta, gozosamente, y todo será como debería ser. No es necesario pensar acerca del “debería”. La verdad te seguirá como una sombra. Simplemente, asiéntate, relájate en tu naturalidad, sé espontáneo, sé natural. No vivas de acuerdo a las reglas. Deja que las reglas surjan de tu naturalidad.

El zen es la religión natural sin dios. Está más allá de la moralidad corriente.

Simplemente permanece natural, te vuelves un testigo. Surge un deseo, se integra, tú sigues siendo un testigo. Tal como se integra, así también se desintegra. No necesitas hacer nada. Igual que surge una ola en el océano y vuelve a bajar, no es necesario hacer nada. No es necesario luchar, no es necesario pelear. Las formas surgen y desaparecen, tú sigues siendo un observador. Y sabes muy bien que ninguna forma es idéntica a ti; no te identificas con ninguna forma.

Fuiste un niño; esa forma llegó y desapareció. Si encontrases tu infancia en alguna parte, no podrías reconocerla. Te hiciste joven, esa forma también desapareció. Si ahora encontraras tu juventud en alguna parte, no podrías reconocerla. Te harás viejo, esa forma también desaparecerá en la muerte. Las formas continúan como las olas, vienen y van, aparecen y desaparecen. No hay necesidad de que te distraigan. La ira viene y va... no hay que hacer nada al respecto. Si permaneces equilibrado, si estàs alerta, no te puedes envenenar. Permaneces a distancia, cerca, muy cerca y, sin embargo, a distancia, lejos, muy lejos.

Permanece en medio de las formas y, sin embargo, permanece alerta de que ninguna forma es idéntica a tu ser. Tu ser no es reducible a ninguna forma. Tu ser es pura consciencia. Es sólo consciencia, sin formas.


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