sábado, 21 de mayo de 2016

CÒMO VIVIR

Déjame decirte unas cuantas cosas. Primero, tu vida es tu vida, no es la vida de nadie más. No permitas que nadie te domine, no dejes que otros te dicten lo que has de hacer. Eso es una traición a la vida. Si dejas que otros te digan lo que has de hacer, sean tus padres, la sociedad, tu sistema educativo, tus políticos, tus sacerdotes, sean los que sean, si te dejas dominar por los demás, te perderás tu vida. Porque el dominar proviene del exterior y la vida está en tu interior. Nunca se encuentran. No te estoy diciendo que tengas que ser alguien que siempre diga no a todo. Eso tampoco sirve.

Hay dos clases de gente. Una pertenece al tipo obediente, dispuesto a entregarse a cualquiera. No poseen en su interior un alma independiente. Son inmaduros, infantiles, siempre buscando la figura del padre, buscando a alguien que les diga lo que han o lo que no han de hacer. No son capaces de confiar en sí mismos. Esa gente forma la mayor parte de la población mundial, las masas.

Luego, en oposición a esa gente, existe una pequeña minoría que rechaza la sociedad, que rechaza los valores de, la sociedad. Ellos creen que son rebeldes. No lo son; son sólo reaccionarios. Tanto si escuchas a la sociedad como si rechazas la sociedad, si la sociedad permanece siendo el factor determinante, entonces eres dominado por la sociedad.

Los rebeldes sin causa no son realmente unos rebeldes; son unos reaccionarios. Han reaccionado en contra de la sociedad. Unos cuantos son obedientes, otros son desobedientes, pero el centro de la dominación es el mismo. Unos pocos obedecen, otros pocos desobedecen, pero nadie mira el interior de su propia alma.

Una persona realmente rebelde es aquella que no está ni a favor, ni en contra de la sociedad. Aquélla que simplemente vive de acuerdo con su propia comprensión. Si va en contra la sociedad o si va a su favor es irrelevante, no importa. Puede que a veces vaya a favor de la sociedad, a veces puede no ir a favor de la sociedad, pero ése no es el tema a considerar. Vive de acuerdo a su propia comprensión, de acuerdo a esa pequeña luz. Y no estoy diciendo que se vuelve muy egoísta con res¬pecto a eso. No, es muy humilde. Sabe que su luz es escasa, pero que esa es toda la luz que posee. No es altanero, es muy humilde. Dice, «Puede que esté equivocado, pero por favor, permíteme que esté equivocado de acuerdo conmigo mismo». Esta es la única forma de aprender. El cometer errores es la única forma de aprender. El actuar según la propia comprensión es la única forma de crecer y madurar. Si buscas siempre a alguien para que te dicte lo que has de hacer, tanto si obedeces como si no lo haces, carece de importancia. Si buscas a alguien para que te dirija, para que decida a favor o en contra, nunca serás capaz de conocer lo que es la vida. Ha de ser vivida y tú has de seguir tu propia y diminuta luz.

No siempre existe una certeza sobre lo que hay que hacer. Te encuentras muy confundido. Deja que sea así, pero descubre una salida para tu confusión. Es muy fácil y cómodo escuchar a los demás porque te pueden suministrar dogmas sin vida, te pueden dar mandamientos: no hagas esto, haz lo otro. Y están muy seguros de sus mandamientos. La certeza no es lo que se ha de buscar. La comprensión es lo que se ha de buscar.

Si buscas la certeza serás víctima de alguna trampa. No busques la certeza, busca el comprender. La certeza se te puede dar fácilmente, cualquiera puede dártela, pero a la hora del análisis final serás un perdedor. Habrás desperdiciado tu vida tan sólo para permanecer en la seguridad y en la certeza; y la vida no es una certeza, la vida no es segura. .

La vida es inseguridad. A cada momento se dirige hacia una inseguridad mayor. Es un continuo apostar. Uno nunca sabe lo que va a suceder. Y es hermoso que uno nunca lo sepa. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida. Si todo fuera como te gustaría que fuese y si todo fuera una certeza, no serías un hombre, serías una máquina. Sólo existen certezas y seguridades para las máquinas.

El hombre vive en libertad. La libertad necesita insegu¬ridad, incertidumbre. Un hombre verdaderamente inteligente siempre está dudando porque no posee dogma alguno en el que confiar, en el que descansar. Ha de observar y responder.

Lao Tse dice: «Dudo y me muevo por la vida estando alerta porque no sé qué es lo que va a suceder. Y no tengo ningún principio que seguir. He de decidir a cada instante. Nunca decido de antemano. He de decidir cuando llega el momento». Entonces uno ha de tener la capacidad de responder.

Eso es lo que la responsabilidad es. La responsabilidad no es una obligación, la responsabilidad no es un deber, es una capacidad de respuesta. Un hombre que desea saber lo que es la vida ha de saber responder. Eso es lo que no ocurre. Siglos de condicionamientos te han hecho similar a las máquinas. Has perdido tu humanidad, la has cambiado por seguridad. Estás seguro y confortable y todo ha sido planeado por los demás. Y ellos lo han puesto todo en el mapa, lo han medido todo. Esto es una absoluta estupidez porque la vida no puede ser medida, es inmensurable. Y no es posible tener ningún mapa porque la vida está en un constante flujo. Todo cambia. Nada es permanente excepto el cambio.

Dice Heráclito, «No puedes entrar dos veces en el mismo río». Y los modos de la vida son muy zigzagueantes. Los modos de la vida no son como las vías de un tren. No, no va sobre vías. Y esa es su belleza, su gloria, su poesía, su música. El que siempre sea una sorpresa.

Si buscas seguridad, certeza, tus ojos estarán cerrados y tú te irás sorprendiendo cada vez menos y perderás tu capacidad de maravillarte. Una vez que has perdido tu capacidad de asombro, has perdido la religión. La religión es abrirse a tu corazón que¬ se asombra. La religión es una receptividad hacia lo mara¬villoso que nos rodea.

No busques la seguridad, no busques consejo sobre cómo vivir tu vida. La gente acude a mí y me dice, «Osho, dinos cómo deberíamos vivir nuestras vidas». No estás interesado en conocer lo que es la vida, estás más interesado en construirte un modelo fijo. Estás más interesado en acabar con la vida qué en vivirla. Deseas tener una disciplina impuesta sobre ti.

Existen, desde luego, sacerdotes y políticos en todo el mundo dispuestos, expectantes, por ayudarte. Acude a ellos y ¬ellos estarán listos para imponer sus disciplinas sobre ti. Ellos disfrutan del poder que proviene del imponer sus propias ideas sobre los demás.

Yo no estoy aquí para esto. Yo estoy aquí para ayudarte a ser libre. Y cuando digo que estoy aquí para ayudarte a ser libre, me incluyo a mí. También estoy aquí para ayudarte a que te liberes de mí. Te entregas a mí para poder ser libre. Yo te acepto y te ayudo a que te liberes de todo dogma, de toda escritura, de toda filosofía, y yo estoy incluido en eso.

Por esto lo primero es: no le pidas a nadie como deberías vivir tu vida. La vida es muy valiosa. Vívela. No te estoy diciendo que no cometas errores; los cometerás. Recuerda solamente una cosa: no cometas los mismos errores una y otra vez. Con eso hay suficiente. Si puedes descubrir un nuevo error cada día, comételo, pero no repitas los errores. Eso es una estupidez. El hombre que es capaz de encontrar nuevos errores que cometer cada día, estará creciendo continuamente. Ese es el único modo de aprender, ésa es la única forma de descubrir tu propia luz interior.

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