sábado, 15 de octubre de 2016

LA ETERNA BÙSQUEDA

La vida es una búsqueda, una constante búsqueda, una búsqueda desesperada, una búsqueda sin esperanzas... una búsqueda en pos de algo que uno desconoce. Hay una profunda urgencia de buscar, pero uno no sabe lo que está buscando.

Y hay un cierto estado mental en el que cualquier cosa que obtengas no te va a proporcionar satisfacción alguna. La frustración parece ser el destino de la Humanidad, porque todo aquello que obtienes deja de tener importancia en el instante en que lo alcanzas. Empiezas a buscar de nuevo.

La búsqueda continúa tanto si obtienes algo como si no. Parece irrelevante lo que obtengas o lo que dejes de obtener; la búsqueda sigue de todos modos. El pobre busca, el rico busca, los enfermos buscan, los sanos buscan, los poderosos buscan, los débiles buscan, los estúpidos buscan, los sabios buscan, y nadie sabe exactamente qué. .

La búsqueda misma - en lo que consiste y su objetivo - ha de ser comprendida. Parece que existe una brecha en el ser humano, en la mente humana. En la estructura misma de la consciencia humana parece que existe un agujero, un agujero negro. Sigues lanzándole cosas y ellas siguen desapareciendo. Parece que nada lo llena, parece que no hay nada que lo pueda llenar. Es una búsqueda desesperada. Lo buscas en este mundo, lo buscas en el otro mundo, a veces lo buscas en el dinero, en el poder, en la fama y a veces lo buscas en Dios, en la dicha, en el amor, en la meditación, en la oración, pero la búsqueda continúa. Parece que el hombre padece la enfermedad del buscar.

El buscar no te permite estar aquí y ahora porque el buscar siempre te lleva a alguna otra parte. El buscar es una proyección, el buscar es un deseo. En alguna parte está lo que se necesita, eso que existe, pero existe en alguna otra parte, no aquí donde tú estás. Existe con certeza, pero no en este mismo instante del tiempo; no ahora, sino en otra parte. Existe allí, nunca aquí y ahora, sigue tirando de ti, empujándote, lanzándote más y más hacia la locura. Te vuelve loco y nunca es satisfecha.

Oí de una gran mujer sufí, una mística, Rabia Aldavia. Una noche la gente la encontró sentada en medio del camino buscando algo. Era una anciana, sus ojos estaban cansados y le era difícil ver bien. Así que los vecinos acudieron para ayudarla.

Le preguntaron, «¿Qué es lo que estás buscando?» Rabia dijo, «Eso no tiene importancia. Estoy buscando. Si podéis ayudarme, ayudadme».

Ellos se rieron y le dijeron. «Rabia, ¿te has vuelto loca? Dices que lo que te preguntamos no es importante, pero si desconocemos qué es lo que estás buscando ¿cómo vamos a ayudarte?»

Rabia dijo, «Sólo para satisfaceros os diré que estoy buscando mi aguja. He perdido mi aguja».

Ellos empezaron a ayudarla, pero de inmediato se dieron cuenta de que el camino era demasiado grande y que una aguja era algo muy pequeño.

Por eso le preguntaron a Rabia. «Dinos por favor dónde la perdiste, el lugar preciso, exacto. Sino será difícil. El camino es grande y podemos seguir buscando por toda la eternidad. ¿Dónde la perdiste?»

Rabia les dijo, «Volvéis a preguntarme algo que no tiene importancia ¿Qué tiene que ver con mi búsqueda?»

Ellos se detuvieron. Le dijeron, «En verdad te has vuelto loca».

Rabia les dijo, «De acuerdo. Solamente para satisfaceros os diré que la he perdido en mi casa».

Ellos le preguntaron, «Entonces, ¿por qué la estás buscando aquí?»

Y se dice que Rabia les dijo exactamente esto: «Porque aquí hay luz y en casa no tengo luz».

El sol se estaba poniendo y aún quedaba algo de luz en el camino.

Esta parábola es muy significativa. ¿Te has preguntado alguna vez qué es lo que estás buscando? ¿Has hecho del saber lo que estás buscando un objeto de profunda meditación? No. Incluso aunque en ciertos momentos, en momentos de ensoñación, hayas tenido alguna intuición de qué es lo que estás buscando, nunca es algo preciso, nunca es exacto. Aún no lo has definido. Si tratas de definirlo, cuanto más lo definas más sentirás que no hay necesidad de buscarlo. La búsqueda puede continuar solamente en un estado de vaguedad, en un estado de ensoñación.

Cuando las cosas no están claras simplemente sigues buscando, empujado por una urgencia interior, arrastrado por una urgencia interior. Has de saber una cosa: necesitas buscar. Es una necesidad interior. Pero tú no sabes qué es lo que estás buscando.

A menos que sepas lo que estás buscando, ¿cómo vas a encontrarlo? Es algo difuso, crees que es el dinero, el poder; el prestigio, la respetabilidad. Pero cuando ves a los que son respetables, a los que son poderosos, ellos también están buscando. Luego ves a gente que es tremendamente rica; ellos también están buscando. Hasta el final de sus vidas están buscando. Así que la riqueza no servirá de ayuda, el poder no servirá de ayuda. La búsqueda continúa a pesar de lo qué tú tienes.

El buscar debe ser para algo más. Esos nombres, esas etiquetas: dinero, poder, prestigio, son solamente para satisfacer tu mente. Están ahí sólo para ayudarte a que sientas que estabas buscando algo. Ese algo se mantiene todavía indefinido, es un sentimiento muy difuso.

Para el auténtico buscador; para el buscador que está un poco alerta, consciente, lo primero es definir la búsqueda; es formular un concepto nítido de ella, de lo que es, sacándola de la consciencia que sueña, enfrentándola con profunda atención, mirando en ella directamente, encarándola. Inmediatamente empieza a suceder una transformación. Si empiezas a definir lo que buscas, empezarás a perder tu interés en la búsqueda. Cuanto más definida resulte, menos se hará presente. Una vez sabes con claridad lo que es, de repente desaparece. Existe solamente cuando tú no estás atento.

Déjame que te lo repita: la búsqueda existe solamente cuando estás dormido. La búsqueda existe solamente cuando no eres consciente. La búsqueda existe solamente por tu falta de consciencia. La inconsciencia crea la búsqueda.

Sí, Rabia está en lo cierto. Dentro no hay luz y debido a que no hay luz y no hay consciencia adentro, sigues buscando afuera porque el exterior parece estar más despejado.

Nuestros sentidos se dirigen hacia el exterior. Los ojos se abren al exterior, las manos se mueven, actúan en el exterior, las piernas se mueven en el exterior, los oídos escuchan los ruidos, los sonidos exteriores. Todo aquello que te es accesible, lo es por una apertura al exterior. Los cinco sentidos operan de modo extrovertido. Empiezas a buscar allí donde ves, allí donde sientes, allí donde tocas. La luz de los sentidos ilumina el exterior. Y el buscador está dentro.

Esta dicotomía ha de ser comprendida. El buscador está dentro, pero debido a que la luz es exterior, el buscador empieza ambiciosamente a moverse tratando de descubrir algo afuera, lo cual resulta insatisfactorio.

Nunca sucederá. Nunca ha sucedido. No puede suceder por la naturaleza misma de las cosas, porque a menos que hayas buscado al buscador, toda tu búsqueda carece de sentido. A menos que descubras quién eres, toda tu búsqueda será fútil, porque no conoces al buscador. Sin conocer al que busca ¿cómo podrás moverte en la dimensión correcta, en la dirección adecuada? Es imposible. Lo primero ha de ser lo primero.

Pero buscas en la dirección equivocada. La dirección está equivocada; por eso no lo encuentras. Y no es que no puedas lograrlo en tu vida; puedes lograrlo, pero aún así serás un fracasado. Nada te va a satisfacer porque nada puede obtenerse del mundo exterior que sea comparable al tesoro interior, a la luz interior, a la dicha interna.

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