sábado, 5 de agosto de 2017

SER EXTRAORDINARIO

Nadie es ordinario. ¿Quién os ha dicho que lo seáis? ¿De dónde habéis sacado esa idea? ¡Todo el mundo es extraordinario! Las cosas son como son. Dios nunca crea gente ordinaria. ¿Cómo va a hacer eso Dios? Todo el mundo es especial, extraordinario. Pero acuérdate de no alimentar tu ego con ello. Ser extraordinario no viene de tu parte sino de la parte de Dios. Tú procedes de la totalidad, sigues enraizado en la totalidad, vuelves a disolverte en la totalidad; y la totalidad es extraordinaria, incomparable.

Tú también lo eres, pero todas las religiones, las mal llamadas religiones, han tratado de hacerte sentir ordinario.

Esto es sólo un truco para provocar a tu ego. Trata de entenderlo: en el momento que alguien dice de ti que eres ordinario, instantáneamente se crea en ti el deseo de hacerte extraordinario, porque te empiezas a sentir inferior.

Precisamente el otro día estuvo aquí un hombre que me preguntó: “¿Cuál es el propósito de la vida? A menos que tenga algún propósito especial para mí, ¿para qué voy a vivir? Si hay un propósito especial, entonces la vida tiene significado. Si no hay ningún propósito especial, entonces no lo tiene”. Preguntaba: “¿Para qué propósito especial me ha creado Dios? ¿Para qué he venido al mundo?”. El ego es el que lo pregunta. Se siente ordinario; nada especial. “¿Entonces para qué va uno a vivir?”. Tenéis que ser alguien especial sólo entonces la vida parece tener sentido.

¡La vida tiene sentido, y no tiene ningún propósito!, es un sentido sin propósito, como una canción, una danza; como una flor, que florece sin ningún propósito, para nadie en especial. Aunque nadie pase a su lado, la flor florecerá y esparcirá su fragancia a los cuatro vientos. Aunque nadie jamás llegue a olerla, no importa. El propio florecer es su sentido, sin ningún propósito.

Pero se os ha dicho que sois ordinarios: “Llegad a ser grandes poetas, grandes pintores, grandes líderes de la humanidad, grandes políticos, grandes santos”. Tal como sois, habéis sido condicionados por todas las religiones: “No sois nada, gusanos en la tierra. ¡Llegad a ser alguien! Demostrad ante Dios que sois alguien”; como para probar de qué estáis hechos.

Pero yo digo que esto es absolutamente absurdo. Todas estas religiones han estado comportándose irreligiosamente. No tenéis ninguna necesidad de probar nada. El mismísimo fenómeno de que Dios os haya creado es suficiente; se os acepta. Dios te ha dado la vida, eso es suficiente. ¿Qué más hay que probar? No necesitáis ser ni grandes pintores, ni grandes líderes, ni grandes santos. No hay ninguna necesidad de ser grandes, porque ya lo sois.

Yo pongo el énfasis en que: ya eres aquello que deberías ser. Puede que tú no te hayas dado cuenta, eso lo sé. Puede que aún no hayas encontrado tu propia realidad, lo sé. Puede que hayas mirado en tu interior y no hayas visto el emperador que llevas dentro de ti, lo sé. Puede que pienses que eres un mendigo y trates de ser un emperador. Pero tal como yo te veo, tú ya eres un emperador.

No hay necesidad de posponer la celebración. Inmediatamente, en este momento, puedes celebrar. No necesitas nada más. Para celebrar se necesita la vida, y la vida ya la tienes. Para celebrar se necesita ser y ya eres. Para celebrar, se necesitan los árboles, los pájaros y las estrellas, y ya están ahí. ¿Qué más necesitas? Si te coronan y te aprisionan en un palacio dorado, ¿celebrarías? De hecho, entonces es cuando será imposible. ¿Has visto alguna vez a un emperador bailando, cantando y riendo en la calle? No, está apresado, encarcelado: en las formas, en el protocolo…

En algún lugar, Bertrand Russell escribió que cuando por primera vez visitó una comunidad primitiva de aborígenes, que vivía en lo profundo de una selva, se sintió celoso, muy celoso. Sintió que la forma en la que bailaban… era como si cada uno fuera un emperador. No tenían coronas, pero las habían hecho con plumas y flores. Cada mujer era una reina. No tenían diamantes, pero lo que tenían era mucho, les era suficiente. Danzaron durante toda la noche, luego durmieron, allí mismo, en el sitio donde habían bailado. Y por la mañana estaban listos para volver al trabajo. Trabajaron durante todo el día, y de nuevo al anochecer estaban listos para celebrar, para bailar. Russell dice: “Ese día, me sentí realmente celoso. Yo no podía hacer eso”.

Algo ha ido mal. Algo se frustra en ti; no puedes bailar, no puedes cantar, algo te retiene. Vives una vida mutilada. Nunca se ha pretendido de ti que seas un para lítico, pero vives una vida tullida, una vida paralizada. Y sigues pensando, ¿cómo vas a celebrar siendo ordinario? No hay nada especial en ti. ¿Pero quién te ha dicho que para celebrar se necesita ser especial? De hecho, cuanto más persigues ser especial, más y más difícil te será danzar.

No hay nada malo en lo ordinario, porque en el mismo ser ordinario está lo extraordinario. No te preocupes acerca de los requisitos que se requieren para decidir cuándo hay que celebrar. Si te preocupas en cumplir ciertos requisitos, ¿crees que entonces podrás celebrar? Nunca lo harás, morirás como un mendigo. ¿Por qué no hacerlo ahora mismo? ¿Qué te falta?

Mi observación es que: si empiezas ahora mismo, de repente la energía fluye. Y cuanto más bailas, más fluyes y más capaz de celebrar te haces. Quien necesita condiciones que cumplir es el ego, no la vida. Los pájaros pueden cantar y bailar; simples pájaros, pájaros ordinarios. ¿Has visto alguna vez pájaros extraordinarios bailando y cantando? ¿Tienen acaso primero que ser un Ravi Sankar o un Yehudi Menuhin? ¿Tienen que ser antes grandes cantantes e ir a colegios a aprender música, para luego poder cantar? Simplemente cantan y bailan; no necesitan ninguna formación. El hombre nace con la capacidad de celebrar. Cuando hasta los pájaros pueden celebrar, ¿por qué tú no puedes? Porque tú creas barreras innecesarias, creas una carrera de obstáculos. No los hay. Los pones tú y luego dices: “A menos que los saltemos y los crucemos, ¿cómo podremos bailar?”. Tú te pones contra ti mismo, te divides a ti mismo, eres tu propio enemigo. Todos los predicadores del mundo dicen que eres ordinario, ¿así que cómo te atreves a celebrar? Tienes que esperar. Primero sé un Buda, primero sé un Jesús, un Mahoma, y entonces podrás.

Pero el caso es justo lo opuesto: si puedes bailar, ya eres un Buda; si puedes celebrar, ya eres un Mahoma; si puedes sentirte bendito, eres Jesús. Lo contrario no es verdad; lo contrario es una lógica falsa. Dicen: primero sé un Buda, luego podrás celebrar. ¿Pero cómo vas a ser un Buda sin celebrar?

Yo te digo: “¡Celebra, olvídate de todos los Budas!”. En tu propia celebración descubrirás que tú mismo te has vuelto un Buda.

Los místicos zen dicen: “Buda es un obstáculo; ¡olvídate de él!”. Bodhidharma solía decir a sus discípulos: “Siempre que digas el nombre de Buda, inmediatamente lávate la boca. Es sucio, la misma palabra es sucia”. Y Bodhidharma era un discípulo de Buda. Tenía razón porque sabía que de cada palabra “Buda” podrías crear ídolos, ideales. Y entonces esperarías durante vidas y vidas para llegar a ser un Buda primero, y celebrar después. Eso jamás ocurrirá.

Un monje zen, Lin, Chi, solía decir a sus discípulos” “¡Cuando entréis en meditación, recordad siempre que si os encontráis al Buda en el camino, inmediatamente partidle en dos! No le permitáis que permanezca ni un solo momento, de otra manera os enganchará y se convertirá en un obstáculo”. Un discípulo preguntó: “Pero cuando estoy meditando y Buda llega (Buda le llega a los budistas, como Jesús a los cristianos; no el verdadero Buda, a él no se le encuentra en ningún lugar), ¿cómo le voy a partir en dos? ¿De dónde voy a sacar la espada?”.

El maestro respondió: “De donde sacaste al Buda; de tu imaginación. Saca la espada del mismo lugar, pártele en dos y sigue adelante”.

Recuerda esto, todas las enseñanzas de los iluminados, de todos aquellos que han despertado, se puede resumir en una sola frase, la cual es: ya eres aquello que puedes ser. Puede que darte cuenta de esto te lleve muchas vidas, eso lo decides tú. Pero si estás atento, no pierdas ni un momento. “Tú eres eso” (Tat twan así, suetketu); tú ya eres eso, no hay necesidad de llegar a ser. Llegar a ser, el mismísimo esfuerzo por llegar a ser algo, es ilusorio.

Eres, no tienes que llegar a ser. Pero los predicadores te dicen que eres ordinario y crean en ti un deseo de volverte extraordinario. Te hacen sentir inferior y crean en ti un deseo de hacerte superior. Primero crean en ti un complejo de inferioridad, y luego te agarran. Entonces te enseñan cómo volverte superior. Primero te condenan, crean un sentimiento de culpa en ti, y luego te enseñan la forma de ser virtuoso.

Conmigo te vas a encontrar en verdaderas dificultades porque a tu mente le gustaría eso mismo, porque eso te da tiempo. Pero yo no te doy tiempo. Yo te digo que tú ya eres eso. Que todo está ya completo. ¡Comienza la fiesta, celébralo! Tu mente dice: “Pero no estoy preparado, necesito algo de tiempo”. Ese es el posponer por donde entran los predicadores. A través de esta brecha entran en tu ser y te destruyen. Te dicen: “Sí, se necesita tiempo, ¿cómo vas a ponerte a celebrar ahora mismo? Prepárate, disciplínate. Hay que purificar muchas cosas en ti y muchas otras han de ser mejoradas. Necesitas una larga disciplina. Puede que te lleve multitud de vidas y una gran disciplina. Te llevará muchas vidas, y sólo entonces estarás listo para poder celebrar. ¿Ahora cómo vas a celebrar?

Te atraen porque entonces te puedes relajar y decir: “Está bien, si es cuestión de mucho tiempo, ahora mismo no hay problema. Podemos continuar haciendo lo que estábamos haciendo”. Algún día en el futuro, algún mañana dorado… Cuando lo consigas, bailarás.

Mientras tanto puedes ser desgraciado; mientras tanto puedes gozar torturándote; tú decides. Si te decides por el sufrimiento, no habrá necesidad de crear mucha filosofía a su alrededor. Puedes decir simplemente: “Disfruto con mi sufrimiento”. Es realmente sorprendente que nadie pregunte: “¿Cómo puedo ser desgraciado? Se necesita cierta disciplina, toda una formación. Iré a Patanjali y a grandes maestros, y aprenderé cómo ser desgraciado”. Parece ser, que ser desgraciado no requiere ninguna formación, naces para serlo. ¿Pero entonces por qué debería necesitarse para ser feliz? Ambas son dos caras de la misma moneda; si se puede ser infeliz sin ninguna disciplina, también se puede ser feliz. Sé natural, relajado, y simplemente siente las cosas. Y no esperes; ¡comienza! Aunque sientas que no conoces los pasos, comienza a danzar.

No te digo que bailar vaya a ser tu arte. Para el arte, puede que quizá se necesite una cierta formación. Estoy diciendo que danzar es sólo una actitud. Aún sin conocer los pasos correctos, puedes danzar. ¡Y si puedes bailar ¿a quién le importan los pasos correctos?! bailar es suficiente en sí mismo. Es fruto de la abundancia de tu energía. Si se convierte en un arte por sí solo, está bien; si no, también. Es suficiente en sí mismo, más que suficiente. No se necesita nada más.

Así que no me digas: “Tú estás en la cima de la consciencia”. ¿Y dónde estás tú? ¿Dónde te crees que estás? Tu valle está en tus sueños. Tu oscuridad se debe a que sigues con los ojos cerrados; de otro modo estás donde yo estoy. No es que tú estés en el valle y yo en la cima. Yo estoy en la cima, y tú también, pero tú sueñas con el valle. Yo vivo en Puna, y tú también. Pero cuando duermes, empiezas a soñar que estás en Londres o en Nueva York o en Calcuta, visitas miles de lugares. Yo no voy a ningún sitio; hasta cuando duermo, estoy en Puna. Pero tú sigues viajando por ahí. Tú estás en la misma cima en la que yo, sólo que tú tienes los ojos cerrados.

Tú dices: “Está muy oscuro”. Yo hablo de luz y tú dices: “Tú debes de estar en algún otro lugar en una cima elevada. Nosotros somos gente normal viviendo en la oscuridad”. Pero yo puedo ver que estáis sentados en la misma cima sólo que con los ojos cerrados. Hay que sacudirte para despertarte. Y entonces podrás ver que el valle nunca ha existido. No había oscuridad; tus ojos estaban cerrados.

Los maestros zen hacen bien. Llevan una vara y sacuden a sus discípulos con ella. Muchas veces, cuando el palo está descendiendo sobre la cabeza del discípulo, de repente abre sus ojos y se echa a reír. Él nunca se había dado cuenta de que estaba en la misma cima. Lo que veía era un sueño.

Estate alerta. Y si decides estarlo, la celebración te será de gran ayuda. Cuando digo que celebres, ¿qué quiero decir? Lo que quiero decir es que lo que sea que hagas, no lo hagas como un deber, hazlo desde tu amor; no lo hagas como si fuera una carga, hazlo como si fuera una celebración. Puedes comer como si fuera una obligación: a disgusto, sin disfrutar, aburrido, insensible. Puedes tragarte la comida sin ni siquiera saborearla, sin ningún sentimiento por ella. Es vida; vives a través de ella. No seas tan insensible con ella. Los indios han dicho: Annam Brahman; la comida es Brahman. Eso es celebración: estás comiendo Brahman, estás alimentándote de Dios a través de la comida, porque todo lo que existe es Dios. Cuando te das una ducha, es Dios duchándose porque sólo Dios existe. Cuando sales a dar un paseo por la mañana, es Dios yendo de paseo. Y la brisa y los árboles también son Dios; todo es divino. ¿Cómo puedes sentirte a disgusto, aburrido e insensible y andar por la vida como si fuera una carga?

Cuando te digo que celebres, quiero decir sensibilízate más y más con todo. La danza no debería estar separada de la vida. De hecho, toda la vida debería convertirse en una danza; tendría que ser una danza. Puedes ir de paseo e ir bailando.

Permite que la vida entre en ti, vuélvete más abierto y sé más vulnerable, siente más, vuélvete más sensual. Estás rodeado de pequeñas cosas maravillosas. Observa un niño pequeño; déjale en el jardín y sólo obsérvalo. Tú también deberías ser así; tan maravillado, tan lleno de asombro: corriendo a coger esa mariposa, corriendo por esa flor, jugando con el barro, revolcándose en la arena. Lo divino rodea al niño por todas partes.

Si puedes vivir en asombro serás capaz de celebrar. No vivas en el conocimiento; por todos lados, es una sorpresa continua. Vívela como si fuera una sorpresa, un fenómeno impredecible: cada momento es nuevo. ¡Sólo prueba, inténtalo! No perderás nada por probar, y puede que lo ganes todo. Pero te has hecho adicto al sufrimiento. Te agarras a tu sufrimiento como si fuera algo precioso. Date cuenta de esta atadura.

Como ya he dicho, hay dos tipos de gente: los sádicos y los masoquistas. Los sádicos hacen daño a los demás, y los masoquistas se hacen daño a sí mismos. Alguien me ha preguntado: “¿Por qué?, ¿por qué las personas son así? Hacen daño a los demás o se lo hacen a sí mismas. ¿Por qué hay tanta agresividad y tanta violencia en la vida?”.

Es un estado negativo. Haces daño porque no puedes gozar. Al no poder amar, te vuelves violento, haces daño. Al no saber cómo ser compasivo, te vuelves cruel; es un estado negativo. La misma energía de crueldad se convertirá en compasión: con una mente atenta la misma energía se vuelve compasión; con una mente dormida la misma energía se vuelve dañina, o contigo o con los demás. Cuando estás despierto la misma energía se vuelve amor, para ti mismo y para los demás. La vida te da una oportunidad pero hay miles de causas para que algo vaya mal.

¿Has observado alguna vez que si alguien se siente desgraciado le muestras simpatía, sientes amor hacia él? Ese amor no es lo más adecuado, pero te causa simpatía. Si alguien está feliz, contento, celebrando; sientes celos, te sientes mal. Es difícil simpatizar con un hombre feliz. Es muy difícil sentirse bien con un hombre feliz: sin embargo, cuando alguien es infeliz, te sientes bien. Al menos puedes pensar que tú no eres tan feliz y te hace sentir superior; entonces muestras simpatía.

El niño comienza a aprender cosas desde que nace. Tarde o temprano se da cuenta de que siempre que es infeliz, atrae la atención de toda la familia. Se vuelve el centro y todo el mundo siente simpatía por él, todo el mundo te quiere. Mientras todo va bien, está feliz y saludable; nadie se preocupa por él. Por el contrario, parece molestarle a todo el mundo. Cuando un niño salta y juega, le molesta a toda la familia y cuando está en la cama enfermo con fiebre, toda la familia le presta su atención y simpatía. El niño termina por aprender que de alguna forma, estar enfermo, ser desgraciado, es bueno; estar muy vivo, feliz y saltando, es algo que está mal. Así es cuando él aprende y así es como tú has aprendido.

Para mí, cuando un niño está feliz y saltando, toda la familia debería estar feliz y saltando con él. Y cuando un niño está enfermo, habría que cuidarle pero no habría que demostrarle simpatía alguna. Cuidarle está bien; pero la simpatía, no. La indiferencia, negarle el amor, sería muy duro en apariencia: el niño está enfermo y tú no le das importancia. Cuídale, dale las medicinas, pero no le prestes atención, porque por debajo está ocurriendo un fenómeno más sutil. Si sientes simpatía, compasión, amor y se lo muestras al niño, le estás destruyendo para siempre. Desde ahora se aferrará al sufrimiento, convertirá el sufrimiento en algo valioso. Siempre que salta, grita, corre por toda la casa molesta a todo el mundo. En esos momentos celebra, estate con él; y el mundo entero será diferente.

Pero hasta la sociedad ha existido basándose en conceptos erróneos, que todavía persisten. Por eso te agarras al sufrimiento. Me preguntas: “¿Cómo es posible para seres ordinarios como nosotros celebrar ahora mismo, aquí y ahora?”. No, no lo es. Nunca nadie os ha permitido celebrar. Vuestros padres continúan en vuestras mentes. Vuestros padres y vuestras madres os persiguen hasta el mismo momento de vuestra muerte. Están continuamente detrás de vosotros, aunque hayan muerto. Los padres pueden ser muy, pero muy destructivos; hasta ahora lo han sido. No digo que vuestros padres sean los responsables, porque esa no es la cuestión: sus padres les hicieron lo mismo a ellos. Toda la estructura social es errónea, psicológicamente errónea; además también los padres tienen sus razones y por eso esta destructividad continúa y no puede pararse. Parece imposible.

Por supuesto, siempre hay razones. El padre tiene sus razones: puede que esté leyendo el periódico y el niño salte y grite y se ría, pero un padre debería ser más comprensivo. Un periódico no tiene ningún valor. Aunque pudieras leerlo tranquilamente, ¿qué vas a ganar con ello? ¡Tíralo! Pero el padre está envuelto en la política, en los negocios, tiene que saber qué está pasando en el mundo. Es ambicioso y leer el periódico forma parte de su ambición. Si uno tiene que alcanzar algunas metas, conseguir alguna ambición, tiene que conocer el mundo. El niño resulta ser una molestia. Pero el niño debería ser lo primero, porque el niño va a ser un mundo entero, el niño va ser el mañana, el niño va a ser la humanidad venidera. Él debería ser lo primero, debería tener prioridad. Los periódicos se pueden leer más tarde, y aunque no se lean, no se pierde nada. Es el mismo absurdo cada día; los lugares y los hombres cambian, pero la estupidez es siempre la misma.

Yo defino esto como la única revolución verdadera. Ninguna otra revolución va a ayudar al hombre: ni la revolución francesa, ni la rusa, ni la china; ninguna ha ayudado ni ayudará. Básicamente continúa el mismo patrón entre el padre y el hijo, y existe un motivo, porque la revolución básica es la de la madre, el padre, y el niño. En algún lugar entre los padres y el niño está el vínculo; y si no se cambia ese vínculo, el mundo seguirá moviéndose en la misma dirección.

Esto no quiere decir que te esté dando una excusa para tu miseria. Estoy simplemente dándote la explicación para que te hagas consciente de lo que ocurre. Así que no trates de decirte en tu mente: “¿Qué le voy a hacer? Ya tengo cuarenta, o cincuenta o sesenta años, mis padres ya están muertos y aunque estuvieran vivos, no podría deshacer el pasado. Ya ha ocurrido, y tengo que vivir como soy”. No, si entiendes que puedes simplemente salirte de todo ello. No hay necesidad de seguir aferrándose a ello. Puedes volverte un niño de nuevo.

Jesús tiene razón cuando dice: “Sólo aquellos que sean como niños podrán entrar en el reino de Dios”; ¡tiene toda la razón! Sólo aquellos que sean como niños…

Esa es la revolución: volverse todo el mundo como niños pequeños. El cuerpo puede crecer pero la cualidad de la consciencia debería permanecer inocente, virgen, como la de un niño.

Tú ya estás donde necesitas estar, tú ya estás en ese espacio que buscas. Sólo haz un pequeño esfuerzo para zafarte de tu atadura con el sufrimiento. No inviertas en sufrimiento; invierte en celebración. Si das un paso en dirección a la vida, la vida da mil pasos hacia ti. Sólo da un paso fuera de tu atadura con el sufrimiento. La mente continuará tirando hacia atrás. Sé indiferente a ella y dile: “Espera, he vivido durante suficiente tiempo contigo, ahora déjame vivir sin ti”.

Eso es lo que significa ser extraordinario o niño: vivir sin mente, o, vivir en la no-mente.

No hay comentarios:

Buscar este blog